Humberto Tortonese: “Quiero hacer menos y disfrutar más”

Por: Nicolás Peralta

El actor protagoniza la obra Vassa, en la que interpreta a una madre controladora y ciega de poder. Después de acompañar por más de 20 años a Elizabeth Vernaci, dejó la radio, reorganizó su vida y puntualiza: “El teatro sana”.

En diciembre pasado, algo cansado después de dos años de rutina pandémica, Humberto Tortonese sintió que necesitaba un cambio profundo. Una sensación necesaria que luego logró verbalizar y hacer realidad. Pero esos cambios a veces necesitan una llave y esa llave esta vez vino de la mano de Eva Halac, quien le acercó la propuesta de protagonizar la obra Vassa, un texto de Máximo Gorki que ofrece múltiples posibilidades para la interpretación y el histrionismo. Tortonese dijo sí y un efecto dominó comenzó a sucederse en su vida.

“Fue como un clic. Me di cuenta de que tenía ganas de hacer otras cosas. Hoy quiero hacer menos y disfrutar más, como cuando era más joven. Cuando me ofrecieron este protagónico leí la obra de golpe, algo que casi nunca me pasa. Les dije que me dieran 15 días para pensarlo porque no era tan simple. El teatro te mueve emocionalmente, requiere mucha energía. La idea era muy buena, pero no sabía cómo podía quedar. Nunca lo sabés, en realidad. Era un momento en el que no hubiese podido aceptar, así que tuve que tomar una decisión que cambió un montón de cosas en mi vida”, recuerda Tortonese.

El empujón final para aceptar la propuesta vino de la mano de una charla con Eusebio Poncela, el actor español reconocido por sus trabajos con Pedro Almodóvar, con el que Tortonese había hecho hace algunos años en el Paseo La Plaza la obra Las estrellas nunca mueren. “Estuvimos charlando porque él iba a hacer El beso de la mujer araña y yo la había hecho acá. Y en el medio del diálogo me tiró una frase inspiradora que me marcó: ‘El teatro sana’”, rememora.

Esas palabras resonaron en su cabeza, Tortonese dio el sí a Vassa y abandonó buena parte de sus comodidades. Dejó la radio, luego de más de 20 años de acompañar a su amiga Elizabeth Vernaci, y se metió de lleno en los ensayos. El ritmo ampuloso y por momentos grotesco de Vassa era perfecto para su manera de actuar. Se trataba, en definitiva, de una vuelta a sus raíces: “Siempre confié en mi intuición. No espero nada, pero cuando me aparecen oportunidades y creo que puedo hacerlas, le doy para adelante”.

–¿Sentías que la radio postergaba tu carrera como actor o necesitabas hacer un cambio?

–La radio me dio muchísimo. Yo no soy locutor, pero me sentí muy cómodo siempre dentro del estudio y frente al micrófono. Siempre pude desarrollar mi creatividad, eso de encontrar el humor en todo. Además, con la Negra (Elizabeth Vernaci), más allá de la amistad, era todo natural: pura potencia, pura energía. Y eso me lo hacía muy fácil. Me pasaba con (Alejandro) Urdapilleta también. Son seres tan fuertes, con tanto talento, que uno se anima a todo con ellos. Te potenciás, crecés y aprendés a su lado. La radio no es algo que yo soñaba ni imaginé hacer nunca. Hacía radio porque disfrutaba con la Negra, nada más. Esta vez me pareció que no iba a poder con todo al mismo tiempo, así que listo, cerré esa parte de mi vida y ahora voy con esto y lo que vaya apareciendo.

–¿Vassa es un personaje justo para vos?

–Así lo siento, pero además la versión es muy buena. Es una obra de un autor clásico que al mismo tiempo es atemporal y distópica. Se le encontró una vuelta muy de acá que está muy bien lograda. La obra es un delirio, pero yo no sabía hasta dónde podía llegar. Es mucho más graciosa de lo que pensaba. Este tipo de mujer existió siempre, en todas las épocas. Mujeres matriarcales, a las que les gusta manejar todo y no dejan que nada cambie, casi hasta volverse locas. Así que sí, este personaje daba para el desborde, algo que en mi vida siempre tuve e hice. Pero también hubo otras cosas que me gustaron y me ayudaron a meterme con todo en este proyecto.

Foto: Carlos Furman

–¿Cuáles?

–Con el teatro pasa algo diferente. Es esa adrenalina de la búsqueda, los ensayos, la incertidumbre de cada función, el encuentro con la gente… Siento que el parate que impuso la pandemia permitió que ahora esa magia vuelva con más fuerza. Encima, cuando del otro lado la gente responde, todo es mucho mejor. Las entradas se agotan y eso te motiva todavía más. El teatro Regio es enorme, pero es un teatro popular. Esta es una obra que habla de algo universal, refiere a cómo a veces el entorno, social y económico, es en realidad una excusa para no ver lo jodido que son ciertos tipos de vínculos.

–¿Te parece una obra ideal para estos tiempos en los que en nuestro país crecen opciones cercanas al abismo?

–Sí y no. Creo que hay algo distópico y universal en la esencia de la obra que no define un lugar geográfico y que habla del ser humano como especie. Hay algo que demuestra que en las crisis, cualquiera sea, siempre emergen los problemas vinculares o de tipo social. En este caso, es la esposa de un moribundo lidiando con sus hijos inútiles y vividores, pero que a su vez son producto de su crianza y de su manera de tener el control sobre ellos y el destino de familia que ella forjó. Esta es una obra que pone en grotesco ciertas cosas que le pueden pasar a cualquiera. Por eso, creo que está funcionando: genera algún tipo de empatía con los que vienen a verla.

–¿Hay secretos para el éxito?

–Siempre digo lo mismo: no hay fórmulas. Por eso hay que hacer siempre todo con energía positiva. Es algo que tengo incorporado desde siempre. Cuando algo funciona es porque la gente lo necesita.

–¿Tu recorrido influye también para hacer más atractivas las propuestas en las que participás?

–Me aburre mirar para atrás. Ya está, ya pasó. Quizás ayude que la gente me conozca, en definitiva te da al menos una oportunidad de acercarse. Pero si no está bueno lo nuevo, tampoco sirve de mucho. Me parece que la clave es saber elegir dónde podés dar todo de vos y listo. Ir encontrando el lugar. Yo miro para adelante, en general son los otros los que ven cosas tuyas que vos ni recordás. O te acordás quizás, pero no le das mucha bola. Por decirte un ejemplo: los sketch que hacíamos en lo de Gasalla, la verdad que eran desopilantes, y ahora con la tecnología los ven nuevas generaciones y se sorprenden. Pero la verdad es que fue algo que se dio. Veníamos del under y Antonio nos puso ahí:  fue una jugada de él y le salió muy bien. Nosotros solo íbamos y le metíamos toda la fuerza que podíamos y explotaba el rating. Pero no nos determinaba la vida.

¿Sentís que si te dormís en los laureles no van a aparecer nuevas cosas interesantes?

–La trayectoria es algo que ves con el tiempo y te puede dar más o menos satisfacción. Pero no podés vivir pensando en eso. Yo solo busco disfrutar.   «

Foto: Carlos Furman


Vassa

De Máximo Gorki. Versión de Felicitas Kamien, Wálter Jakob y Agustín Mendizahrzu. Con Humberto Tortonese, Horacio Marassi, Anabella Bacigalupo, Javier Pedersoli y Mariano Saavedra, entre otros. De jueves a domingo a las 20, en el teatro Regio: Av. Córdoba 6056.


Desesperada, intolerante y autoritaria

La obra del dramaturgo ruso Máximo Gorki fue escrita en 1910. Tortonese interpreta a una madre desbordada, al borde la locura, intolerante y autoritaria, que pelea con sus hijos por el control de la herencia familiar. Vassa es una mujer intempestiva, que intenta mantener el statu quo familiar dentro de su casa, mientras que en las calles se sienten las consecuencias de una crisis financiera, la inflación y un estallido social.

Mientras su marido agoniza, ella intenta mantener las riendas del clan, que desatan una interna encarnizada y una inescrupulosa lucha por el poder del dinero.

“Ella maneja todo y los retiene por la dependencia del dinero. Pero ante el inminente cambio de situación, esos que ella considera inservibles, se animan a cuestionar su autoridad. Es un delirio con bastante de decadencia, pero de tan patético es gracioso, aunque tiene un final fuerte que sorprende», describe el reconocido actor y conductor.

Foto: Pedro Pérez



Un viejo anhelo

Esta pandemia le permitió a Humberto Tortonese terminar de concretar un viejo anhelo: tener un espacio propio para recordar sus comienzos en el terreno de las variedades artísticas. Este lugar es el centro cultural Loro Negro, un predio donde conviven placeres y expresiones de todo tipo. «Es un lugar a puertas cerradas en Colegiales, al lado de mi casa. Representa un poco una vuelta a los orígenes. Podés hacer lo que quieras, la gente se siente cómoda… Come, bebe, se ríe. Cuando termine el teatro le voy a dar más bola, pero abrimos hace poco e hicimos de todo. La gente se anota por Instagram y tiene un show privado mientras cena y toma algo». Está diseñado por el exfutbolista Damián Manusovich (ahora dedicado a los proyectos inmobiliarios) y Damián Betular, amigo de Humberto y reconocido jurado en Masterchef, está a cargo del área gastronómica.

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