Cuando una mujer ya no es motivo de risas

Por: Maby Sosa

Aquellos chistes que se basaban en cosificar a una mujer dejaron de ser aceptados socialmente. ¿El público cambió antes que los humoristas? ¿Hay resistencia por parte de los empresarios y las productoras?

La cara sonriente de un hombre guiña el ojo a la cámara en primer plano mientras se funde otro plano con la cola de una actriz. Risas de fondo. La mujer intenta tomar distancia, pero su jefe la atrae para sí y le mira el cuerpo. Ella se queda quieta. Risas de fondo, otra vez. Él hace chistes, le pide que se agache a buscar algo que tira del escritorio y el primer plano de la cola de la actriz otra vez con nuevas carcajadas de fondo. Fin del sketch. 

Del otro lado de la cámara, frente a una pantalla, miles de televidentes disfrutan de esa escena mientras muchos otros se preguntan ¿Qué es lo que provoca risa? ¿Qué causa tanta gracia? ¿Que un jefe someta a su secretaria picarescamente? ¿Que no pueda contener las ganas de mirarla y se aprovecha de su poder? ¿De que la mujer es en esta situación, débil? Treinta años después de aquel sketch, las preguntas le ganaron el espacio a aquellas risas, que celebraban la cosificación de la mujer y ocultaban una profunda violencia.

Si en los 60 las mujeres de las comedias argentinas eran puras, castas y tenían que convertirse en la esposa del galán más buscado; desde fines de los 70 en adelante, comenzaron a ocupar otro lugar: pasaron a ser chicas sexys cuyos cuerpos estaban siempre dispuestos a ser tocados, no importaba en qué circunstancia, con un único fin: hacer reír.

«Antes la gran mayoría de los cómicos tenían chicas muy lindas alrededor. Estaban acompañados por ellas y la gran mayoría las mostraba, pero era otra época también», señala Pichu Straneo. El humorista, que  integra el elenco de Peligro Sin Codificar (Telefe) agrega que hoy «nos ven los chicos jóvenes y ellos mismos ya te piden otras cosas». 

Para Coco Sily la cosa es personal. «Hay algo que me mantiene alejado de ese tipo de humor y es mi propio gusto y mi propia ética. Pienso en lo que está bien y está mal para mí y parto de ahí.» Luego, añade: «la mujer fue muy maltratada. Era un cero a la izquierda socialmente. Hoy, cuando la dejan, está mejor posicionada que el hombre. En nuestro caso buscamos variantes. Son épocas en que ya no va eso de tomar el pelo. Ya no va tener la chica con poca ropa».

 Un medio con resistencia

«Es humor y hay que entenderlo así», repiten como un latiguillo actores y vedettes en la televisión. Desde Adriana Salgueiro que se pregunta si ya no le pueden decir un piropo hasta Martín Bossi que dice que «hay una susceptibilidad muy grande», ambos sentados a la mesa de Mirtha Legrand.  

Algunos programas de televisión y varios empresarios invierten mucho dinero en mantener el viejo estilo de humor, aunque a las nuevas generaciones no les cause gracia y las más grandes ya no se rían. El tema incomoda en el medio y se sigue apostando al chiste fácil, apuntado a la mujeres y a la homosexualidad ridiculizada al extremo. Una resistencia al poder ajena a los tiempos que corren. 

«Mi espectáculo se llama La Cátedra del Macho pero no hago humor sobre género. Apunto a algo costumbrista que se centra en un pibe de barrio», expresa Sily. «Creo que estamos viviendo una revolución que tiene que ver con la deconstrucción cultural y a los que más nos afectan es a los que tenemos entre 30 y 70 años. Cuesta mucho empezar a entender que las cosas estaban mal y que no podés volver a decir lo que decías», asume. 

Los capocómicos y humoristas han contribuido a ese modelo de exposición y dominación. Historias sobran y basta que una mujer comente sus experiencias para que las demás se animen a hablar. Para Sily es ante todo un problema generacional. «Son costumbres culturales de nuestra época. El cambio cultural es de los géneros. El teatro de revista estaba basado en la subestimación de la mujer pero también creo que son momentos. Las compañeras de Olmedo nunca sintieron nada ofensivo, y a nosotros nos causaba gracia. Hoy aprendimos que no.» 

En su definición más interesante, el humor cuestiona al poder y el éxito de Violencia Rivas (el personaje punk y feminista de Peter Capusotto) lo confirma. La sociedad exige un cambio urgente de paradigma basado en la diversidad y el respeto. Sólo hace falta que la televisión y los empresarios lo comprendan. «

Una extraña forma de amar

«Nosotros amamos a las mujeres», dice Santiago Bal increpado por la prensa. Fue luego de la polémica desatada por su espectáculo de revista Cocodrilo, circo y varieté en Mar del Plata. A Bal se le escapa una pulga y la busca en el cuerpo de la mujer hasta que la deja desnuda. «Tenía un corpiño doble», explica. Las mujeres del elenco lo defienden. La vedette explica que no le faltaron el respeto y que «es su trabajo». El productor, Omar Suárez, pide modificaciones y Bal pide disculpas: «Habría que hacer una hoguera con los viejos. En el espectáculo se ve menos que en la playa».

¿Humoristas en fuga?

En la cuarta noche del festival de Cosquín, con transmisión por la Televisión Pública, el humorista Negro Álvarez tuvo una intervención con chistes machistas, homofóbicos y violentos. La polémica se visibilizó en las redes y, apenas bajado del escenario, una periodista lo increpó. Lejos de disculparse, él se justificó: «No hay que ser más papistas que el Papa. Al humor hay que tomarlo como lo que es. Cuando uno se ríe a veces lo hace de una mujer, a veces de un hombre. Todos los humoristas se van a tener que ir del país. Es humor, ¿por qué no saltó la gente del público?».

Seguí la cobertura especial de Tiempo rumbo al Paro de Mujeres del 8M en: <http://parodemujeres.tiempoar.com.ar/>

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