El presidente Zelenski dijo que hay seis millones de hogares sin energía y denunció a Rusia de cometer un crimen de lesa humanidad. La Unión Europea no quiere ir contra China.
La tarea de destrucción de la infraestructura de Ucrania no es novedad, ya que formó parte del plan de desmilitarización ordenado por Vladimir Putin y que aunque con tropiezos, se está cumpliendo lenta pero persistentemente. El propio mandatario ucraniano lo reconoció este viernes: «más de seis millones de hogares siguen sin luz (…) hay apagones en la mayoría de las regiones (…), tenemos que soportar este invierno, un invierno que todo el mundo recordará».
El exhumorista no tuvo empacho en descargar culpas en el intendente de Kiev, el excampeón mundial de boxeo Vitali Klitschko. «Las autoridades locales no lo han hecho bien (…) Para ser suave, se necesita un mejor trabajo de la oficina del alcalde».
Zelenski denunció la destrucción del sistema energético como un «crimen contra la humanidad». Para lo cual se sumó a la conmemoración del llamado Holomodor, la hambruna que devastó ese territorio en 1932 en el marco del proceso de colectivización forzosa de los campos establecida por el gobierno soviético de Stalin. El Parlamento alemán analiza en tal sentido un proyecto del oficialismo para definir ahora a ese hecho como genocidio.
El Europarlamento, mientras tanto, aprobó una resolución que califica a Rusia como «país promotor del terrorismo». El texto recibió 494 votos a favor, 58 en contra y 44 abstenciones y según detalla, la definición cuadra por «las atrocidades llevadas a cabo por la Federación de Rusia contra la población civil ucraniana, la destrucción de infraestructuras civiles y otras violaciones graves de los Derechos Humanos y del Derecho internacional humanitario».
Desde Moscú, el ministerio de Relaciones Exteriores señaló que «esa acción inamistosa forma parte de una campaña política de información impulsada por Occidente contra nuestro país y no tiene nada que ver con la situación real de la lucha contra el terrorismo internacional».
En este contexto, la Casa Blanca anunció el envío de un nuevo paquete de armas a Ucrania. Son unos 400 millones de dólares a través de la Autoridad de Retiro Presidencial (PDA, por sus siglas en inglés), un procedimiento por el que el presidente Joe Biden puede usar las reservas militares sin pedir autorización al Congreso. Sin embargo, son cada vez más las voces en Washington que entienden que el compromiso estadounidense en Ucrania está destinado al fracaso.
La semana pasada, el titular del Estado Mayor Conjunto del Pentágono, el general de cuatro estrellas Mike Milley, recomendó una salida negociada tras analizar que «la victoria en el sentido estricto de la palabra, probablemente no se pueda lograr por medios militares, por lo que hay que buscar otros métodos».
Ahora, entrevistado por el portal Grayzone, el coronel Douglas MacGregor, exasesor del Pentágono y hombre de consulta de Donald Trump, dejó revelaciones bastante clarificadoras. Una, que Milley filtró su análisis en una puja interna que hay en el centro del poder estadounidense con los «halcones» del Departamento de Estado, que sostienen la necesidad de seguir alimentando la guerra. El militar, según MacGregor, sabe las consecuencias de una escalada como la que impulsan personas «que nunca estuvieron en un campo de batalla».
La otra perla de MacGregor es que el «apagón» ucraniano forma parte de estrategias habituales en este tipo de guerras. Y recordó que la aplicó EE UU en Kosovo en los ’90 «contra la estructura militar, una fábrica de automóviles, numerosos puentes y un estudio de televisión». Básicamente, sin electricidad ni gas, las tropas ucranianas están condenadas a la derrota.
La Unión Europea, por otro lado, también parece estar desmarcándose de las iniciativas de la administración Biden. Así, el Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, dijo que no acompañarán una mayor dureza con Beijing. «Ciertamente, Estados Unidos es nuestro aliado más importante, pero, en algunos casos, no estaremos en la misma posición o con el mismo enfoque hacia China», dijo Borrell en Estrasburgo, sede del Europarlamento. «No podemos pensar que podemos construir un futuro sin tener en cuenta la enorme fuerza de un país que está llamado a jugar el papel que le corresponde en el mundo por su tamaño, por su pujanza económica», agregó. «
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