“El sujeto universal que históricamente se usó para hacer ciencia es un varón blanco y heterosexual”, dispara Agostina Mileo. Licenciada en Ciencias Ambientales, máster en Comunicación Científica, Médica y Ambiental, y doctoranda en Historia y Epistemología de la Ciencia, Mileo presenta Que la ciencia te acompañe, un libro que ingresa como un misil feminista en el núcleo del conocimiento científico e intenta provocar una reacción en cadena que destruya a los falsos saberes que imperan desde hace mucho tiempo.

¿Por qué ciencia y feminismo?

-De otra cosa no podría escribir. La ciencia es lo que manejo y el feminismo es un cambio estructural en mí y en mi manera de ver las cosas. Hay una vieja reflexión que viene de las primeras reflexiones epistemológicas: que el sujeto no se aísla para hacer sus funciones, sino que las hace con una concepción de mundo determinada que se cuela en todas sus producciones. La novedad es esta consigna feminista de que lo personal es político llevada a una esfera muy masiva y la reflexión de que los roles de género son constitutivos de nuestro ordenamiento social y que para subvertirlo hay que pensar en todas nuestras expresiones culturales.

    ¿Cuál fue el disparador de este libro?

    -La que me rompió la cabeza fue que haya gente que falta al colegio cuando menstrúa. Porque no puede comprar tampones y toallitas. Fue una cuestión en mi vida que me cambió. No poder creer el nivel de injusticia y cómo el conocimiento colabora con que eso suceda. Es la condición material de una idea: de la inferioridad de las mujeres y de nuestros cuerpos como una desviación de la norma. Eso es el corazón de la ciencia y de cómo se ha hecho ciencia durante mucho tiempo; tomando un sujeto universal que si uno lo revisa es un varón blanco y heterosexual. Lo que sabemos sobre la menstruación es muy poco. Cómo se da la información y cómo se da en las clases de ciencia, particularmente. La mayor parte de las veces hablamos de menstruación en la clase de biología y se habla sólo de un proceso anatómico, como si la ciencia ya supiera todo lo que debe saber al respecto. Hay cosas que son muy curiosas: sólo cuatro mamíferos menstruamos. Es muy particular y no aparece la pregunta de por qué menstruamos y no hay una lectura evolutiva de la menstruación (…) Hay preguntas que son cerradas y hay información que no importa. Nada de lo que cuento en el libro lo sabía por mi proceso educativo y eso que soy una mujer privilegiada, ya que pasé por todas las instancias de la educación formal, que sí me dio las herramientas para interiorizarme. Todas las cuestiones que trato en el libro son exploratorias; entre 2012 y ahora.

      Agostina Mileo es también La Barbie Científica, un álter ego a partir del cual difunde información y noticias de ciencia, con artículos y videos cortos, desde la web (labarbiecientifica.com) y las redes sociales (@Bcientifica). También es parte del colectivo Economía Femini(s)ta, que nuclea a profesionales de distintas disciplinas con un objetivo en común: la difusión de la agenda feminista. En todos esos espacios, su militancia más específica es la campaña Menstruacción, que se basa en tres reclamos al Estado: la quita del IVA a los productos de gestión menstrual, “ya que tenemos un gasto que no es opcional y que es desigual con respecto a personas que no menstrúan”; la provisión gratuita de estos productos para quienes no puedan afrontar el gasto, “como ocurre con los preservativos”; y mayor investigación y datos. “Es una concepción machista y capitalista. El bien que producimos las mujeres son hijos. Si bien la reproducción es parte de nuestro sistema productivo, cuando estamos menstruando no estamos embarazadas, por lo cual no tiene relevancia ni es de interés”, sintetiza.

      Mileo entiende que el feminismo fue clave en el desarrollo de las ideas que se volcaron en el libro. “Las feministas de hoy somos privilegiadas porque ya contamos con toda una descripción y un trabajo en teoría y experimental enorme, realizado por un montón de mujeres que se incorporaron a la academia en otros momentos y que usaron las herramientas del conocimiento formal para dar una base sólida al feminismo”, sostiene y especifica: “En la ciencia, hay una reticencia particular y específica a las posiciones políticas o a ciertas cuestiones que muchas veces se hacen con la subjetividad porque hay un imaginario popular muy fuerte de la ciencia como algo objetivo y universal. Entonces, muchas feministas de otras épocas facilitaron muchas cosas y pude explorar otras como meter internet en el medio y hacer formatos súper cortitos, que no son un choclo de teoría feminista en el que debo probar muchas cosas porque eso ya está hecho, sino ver cómo meterlo en pastillas, en cosas más breves, para que llegue a más gente”.


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      (Foto: Edgardo Gómez)


      ¿Este libro es de alguna manera un compilado de tu trabajo diario?

      -Sí. Si alguien se pregunta ‘che, ciencia y feminismo qué tienen que ver’, que el libro pueda darle un buen pantallazo. Está pensado para que sea una lectura muy ágil. Tiene capítulos cortos y aporta argumentos con fuentes diversas. La idea era que no todas las fuentes fueran papers, sino nombrar videos, charlas TED, cosas que se puedan encontrar fácilmente; que fueran puntapiés iniciales y si el lector/a quisiera profundizar tenga también un buen rango de opciones para hacer su propia investigación.

        ¿Cuáles son los temas que toca el libro?

        -Orgasmo, aborto, menstruación, dietas y alimentación, salud, neurociencia, tecnología y mujeres en la ciencia; todo desde esta óptica feminista que rompe con algunas nociones tradicionales que a veces son muy populares y erróneas. Son los temas que más trabajé en los últimos años.

          ¿Te sorprendió la recepción de alguno en particular?

          -Dietas y alimentación. Es un tema muy arduo y muy difícil la vivencia del cuerpo. Argentina está en el podio de trastornos alimenticios. También hay una diferencia sexo-genérica en esta cuestión. Las mujeres y sus cuerpos e identidades feminizadas tenemos más tendencia a tener este tipo de trastornos. Las dietas no sirven. Es súper común el tema de las dietas en las revistas, en todos lados. Las personas que pasan por estas restricciones tienen más tendencia a engordar después. O sea, ni siquiera dan los resultados que prometen. Después, hablar de los negocios que se hacen atrás. Como ahora que parece que no es saludable comer gluten porque sí. Un montón de gente diciendo ‘ya no como harinas’. Porqué se le cree más a los consejos nutricionales de las celebridades que a los profesionales de la alimentación. Me sorprendió mucho la recepción de ese capítulo.

            Como la Barbie Científica usás “lenguaje inclusivo”. ¿Por qué en el libro no?

            -Por un lado, el libro es muy introductorio, apunta más a gente que quizás está dando sus primeros pasos en el feminismo. Introducir nuevas palabras y lenguajes no me parecía conveniente. En la introducción, hablo al respecto. Si bien hablo de a dónde me gustaría que la sociedad llegue con respecto a eso, yo todavía no lo incorporé completamente. Tengo falencias y tengo limitaciones. No me resultaba fluida la escritura. Por otro lado, tengo la dificultad de que en los estudios muchas veces las fuentes fueron elaboradas de manera binaria y no puedo transpolar las conclusiones. Si las muestras experimentales fueron hechas con varones y mujeres cis, voy a hablar de eso porque es lo que se estudió. Sin embargo, en la parte de neurociencia hablo por ejemplo sobre los cerebros trans. En la parte de menstruación, hablo sobre la experiencia de los varones trans. Traté de incluir explícitamente.

              Conquista de espacios, contradicciones y roles

              Los feminismos avanzan y, como todo movimiento transformador en pleno auge, choca contra paredes de contención conservadoras y contra limitaciones propias. “Cada vez se conquistan más espacios, se logró incluir la pregunta por el género en todo. Pero también hay una avanzada liberal y mercantilista que trata de cooptar al feminismo. Estas cuestiones que parece que el feminismo es una declamación, muestra cosas que me preocupan”, advierte y ejemplifica: “No es lo mismo estar a favor del aborto seguro que ser feminista. En el debate, las actrices tenían el rol de amplificar la voz. El movimiento las hizo parte y amplificó la voz de esas actrices en particular, que no necesitaban más espacios y terminaron teniendo un beneficio individual. Obvio que cuanta más gente se sume mejor. Entiendo que a ciertas personas les importe más lo que dicen las famosas, pero como movimiento fuimos poco cuidadosas y esto después se vio cuando (Valeria) Bertucelli lo denunció a (Ricardo) Darín y salieron (Dolores) Fonzi y (Griselda) Siciliani a mandar mensajes a Darín con corazones verdes”. En el mismo sentido, puntualizó: “También lo que pasó con (Silvia) Lospennato u otras personas del macrismo. Esa señora fue el meme de la reforma previsional, que a las mujeres nos perjudicó especial y específicamente. Es una mina que está a favor del aborto, no es feminista. Y quién define qué es o no feminista. Es cierto que no hay una definición exacta, pero hay gente que definitivamente no lo es”.

              ¿Qué feminismo te representa más?

              -Creo que el feminismo no es compatible con el capitalismo. No digo que deba ser anticapitalista. Mi feminismo lo es. A veces, tenemos temas como el aborto que nos unen a todos los feminismos en un frente común, pero después las concesiones que hacés para que eso ocurra te pueden dejar en un lugar que no representa tus ideas. Las personas muchas veces hacemos cosas que están mal, aun sabiendo que están mal. Ahora, en mi propuesta política tienen que estar bien. Es complejo, contradictorio, duro, triste. Con el feminismo, perdés afectos, amigos; perdés de estar relajada y divertida en situaciones… quedás mal, no te invitan o no te preguntan cosas porque sos una pesada, te juntás solo con otras feministas y de tu feminismo en particular. Te perjudica porque en definitiva hacés una propuesta política para un mundo que no existe.

                -¿Qué es lo que más te preocupa de esto?

                -Me preocupa el querer justificar los actos propios y relativizarlos, y entonces pegan la vuelta y pasan a ser feministas. Por ejemplo, no como carne y consumo lácteos cada tanto. Estoy en contra de la explotación de los animales en todas sus formas, a las vacas las hacen mierda. Está mal. No lo dejo de hacer, pero en mi propuesta política no hay tambos. Cuando se cuestiona algo, parece que uno agrede a la persona que lo hace. No es así, yo también lo hago. Cuando algunas decimos que la maternidad es parte de nuestra opresión y reivindicamos las huelgas de vientres, se te vienen encima las que quieren ser madres. ¿Qué planteamos como movimiento, entonces? ¿Seguir en el mismo lugar, pero con remeras que digan “feminista” o con un pañuelo verde? ¿O seguir igual con condiciones menos peores? ¿O queremos realmente un cambio estructural?

                  ¿Cómo te llevás con esas contradicciones?

                  -Vengo de una formación bastante estructuralista, con mucho componente de lógica formal; o sea, una contradicción invalida un argumento. En el feminismo, aprendés que no existe la posibilidad de ser feminista sin contradicciones. El mundo, tu crianza, la concepción de mundo en la que te criaste, con la que pensás y todas las herramientas que tenés para pensar son machistas y sexistas. Vas a transformar algo de eso; aquello a lo que le prestes más atención. El resto… la pifiás. Y no sos menos feminista por eso. Entonces, volvemos a quién es feminista y quién no; a dónde se pone esa vara. No sé. Pero también hay una cuestión de construcción colectiva a la que no estamos acostumbradas. Hay que hacer todo de nuevo. En definitiva, el feminismo plantea eso. No importa tanto la opinión propia sobre las cosas. Uno puede construir en un lugarcito; sobre eso que sabe. El resto, está bueno estar bien rodeada y tener confianza en tus compañeras de espacio.

                    ¿Cuál es el lugar del varón hétero cis en toda esta revuelta?

                    -Bajo tierra (risas). El feminismo es una postura política, con lineamientos claros y con una praxis determinada, más allá de las diferencias entre los feminismos. Los varones tienen que hacer ese discernimiento entre ellos porque hay pilas de material para leer, fijarse cuáles son las ideas que más lo representan, el lugar donde se quiere parar políticamente y después cuando se acerca a esos espacios, saber que la praxis la eligen las feministas y acatar eso. Yo veo que es difícil porque les cuesta mucho ocupar el lugar de escuchar y hacer lo que les dicen. Quieren tener una participación protagónica y no va por ahí. Porque si no, parece que el patriarcado es un ente abstracto que funciona con independencia de lo que hacen los sujetos y la realidad es que cuando los varones son machistas están ejerciendo una opresión. Como opresor, tenés un sesgo enorme a la hora de actuar sobre esa desigualdad. Es como si vinieran los dueños de las empresas a preguntar qué pueden hacer para armar el sindicato y colaborar con la lucha de los trabajadores. Los criaron diciéndoles que sus ideas son geniales y es muy difícil sacarlos de ese lugar. Cuando ese colaborar implica ceder un lugar, no lo hacen. Hoy, se están abriendo espacios de varones antipatriarcales. Bueno, pueden empezar por ir a esos encuentros a ver cómo hacen.