“Dalo Vuelta”, rotula la campaña publicitaria del Gobierno de la Ciudad para prevenir el dengue: “Demos vuelta y cepillemos todos los recipientes que contengan agua. Si eliminamos los criaderos de mosquitos, no hay dengue”. Sin embargo, la Capital Federal ya está invadida por el mosquito, y el momento en el que se debía hacer una campaña socioambiental ya pasó. Hoy la región metropolitana tiene el doble de población de Aedes Aegypti que hace 25 años. Nicolás Schweigmann, director del Grupo de Estudios de Mosquitos (GEM) que funciona en el Departamento de Ecología, Genética y Evolución de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA, alerta: “Está todo dado para que haya una epidemia como la del 2016”.

La lista es larga: 54 casos en Córdoba; 45 en Formosa, más de 70 en estudio en Provincia de Buenos Aires, 48 en Chaco, 24 en Entre Ríos, 25 en Santa Fe; 35 confirmados en Corrientes. Este miércoles se conoció la muerte de un hombre de 73 años de Avellaneda, la primera muerte por dengue desde 2016. Sin embargo, el principal signo de alerta viene de los países limítrofes, sobre todo al norte: Paraguay padece la mayor epidemia de dengue de su historia, con 105 muertes en investigación y más de 4200 contagios. A tal punto llega la situación, que hace pocas horas se reunieron todos los ministros de Salud del Mercosur.

Las autoridades paraguayas estimaron que la epidemia de dengue alcanzaría 40 por ciento de la población de Asunción. La Organización Panamericana de la Salud (OPS) habla de 125.514 casos en las primeras cuatro semanas de 2020. El año pasado fueron tres millones. “Generalmente a fin de año la comunidad de inmigrantes de países limítrofes viaja a sus países de origen, sobre todo Paraguay, por las Fiestas. Si allá hay epidemia importante, un cierto porcentaje vuelve infectado –explica Schweigmann–. Y si esa persona infectada está en una manzana donde habita el mosquito Aedes Aegypti, que hoy es en la mayoría, y la pica, entonces el mosquito queda infectado y empieza a infectar a otras personas, que a su vez se mueven por otras manzanas. El conjunto de brotes de cada manzana forma una epidemia”. Otra alerta: se está empezando a vislumbrar la introducción del serotipo DEN–4, más fuerte que el 1 y el 2 de las epidemias anteriores.

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El dengue ya es una realidad y en la Ciudad de Buenos Aires, a pesar de su escasa difusión, está cerca de ser una epidemia, como lo fue en 2009 y en 2016. “Desde el inicio del año y hasta el 8/2, se confirmaron 70 casos de dengue; 62 de los casos presentaron antecedente de viaje, en su mayoría, a Paraguay. Los restantes ocho casos corresponden personas que no viajaron a una zona con circulación viral reconocida fuera de la CABA”, señala el último Boletín Epidemiológico del Ministerio de Salud porteño. En 2020 el volumen de notificaciones supera ampliamente al inicio de la temporada 2019, prácticamente triplicando los casos: 92 en 2019 y 261 en 2020.

“El dengue hoy debería ser más importante que el coronavirus. En la Ciudad va camino a convertirse en una epidemia”, advierte Schweigmann. Con sus estudiantes relevaron criaderos y larvas del Aedes Aegypti en CABA y GBA: “Descubrimos que hay casi el doble de mosquitos de lo que había en la década del ’90, y en lugares donde antes no se lo encontraba”.

Recién el 29 de enero se anunció en medios afines que “comenzó la campaña de descacharreo en la ciudad de Buenos Aires”. La actividad consistió en sacar de las casas todo tipo de objetos que representen un potencial criadero. Durante la recorrida, el jefe de Gabinete porteño Felipe Miguel sostuvo que “hasta marzo, todos los martes vamos a estar recorriendo los barrios para ayudar a los vecinos a vaciar los objetos en desuso”. A partir de marzo, los trabajos de prevención oficiales cesarán.

Pero es justamente en invierno donde mayores tareas de concientización y educación socioambiental deben llevarse a cabo. En verano el mosquito ya está diseminado. Resalta el investigador de Exactas: “Es tarde para la prevención. Las autoridades y los medios creen que se hace prevención cuando en realidad ya se está trasmitiendo el parásito. No se requieren campañas cortoplacistas sino programas integrales socioambientales, donde la educación vaya a los niños y no sólo a los adultos que ya tienen los malos hábitos y acumulan recipientes con agua en sus casas. Un programa de prevención hay que hacerlo en invierno, cuando los huevos están pegados a los recipientes y no eclosionaron. Si durante la epidemia de verano hacés el descacharrado, lo que provocás es que los mosquitos adultos vayan a la manzana de al lado. Se dispersa más y extendés la epidemia”.

Hay otro mito que circula hace años asociado al dengue: la fumigación. Algo que además genera negocios millonarios para las empresas contratadas. “Es absolutamente equivocado ese paradigma de ver al mosquito como enemigo –apunta Schweigmann–. Es un ser vivo que quiere vivir, se instala en tu casa porque no estás tomando en cuenta su existencia y le estás permitiendo que se instale. Su principal recurso es el recipiente con agua, y está esperando que alguien le dé sangre y se van generando los infectados”. También hacen su negocio las empresas de insecticidas. En referencia a ellas, instó a que el Estado les reclame exhibir en sus cajas no sólo la imagen del mosquito, sino también la de un criadero o una larva: “La mayoría de la gente desconoce cómo es una larva, y son muy fáciles de detectar, porque son grandes, de poco menos de un centímetro, y viborean”.

Pero no es sólo en las casas. En las ciudades se generan todo el tiempo obras de construcción, especialmente en un distrito como el de la Capital Federal, donde las retroexcavadoras no se toman descanso. Los tanques de 200 litros, las mezcladoras y los depósitos se transforman en reservorios de huevos de Aedes Aegypti. Les sucedió a los investigadores tiempo atrás con las obras en Ciudad Universitaria, cuando empezaron a proliferar los mosquitos. Les propusieron a los obreros que los fines de semana den vuelta los tachos, porque el insecto necesita siete días para cumplir el ciclo de desarrollo. Y funcionó. Pero el resto de los constructores e ingenieros de la Ciudad lo desconoce. “Por eso es muy importante que se capacite a todo el personal del ámbito de la construcción y se genere un protocolo, porque se soluciona de manera simple”, agrega Schweigmann.

Lo principal, remarcan, es cambiar el paradigma conceptual, dejar de lado la “campaña contra el dengue” en el hogar propio para centrarse en las “manzanas saludables”, tomando al ambiente de manera integral. Modificar la unidad epidemiológica, porque aunque uno mantenga su casa limpia, si el vecino posee un reservorio, el mosquito (que viaja hasta 50 metros) llegará a nuestro domicilio.