El experiodista del Boston Globe, Benjamin Gedan, no es un desconocido para la Argentina. Cuando dejó el ejercicio del oficio pasó a trabajar en el Departamento de Estado. En Washington fue el responsable de las embajadas estadounidenses en Honduras y Argentina, cuando la delegación estuvo a cargo de Noah Mamet. También se desempeñó como economista del Departamento del Tesoro para América Central y el Caribe, bajo la administración del demócrata Barack Obama, que luego lo designó como director para América del Sur del Consejo de Seguridad Nacional, un comité que reporta directamente a la Casa Blanca.

Cuando el republicano Donald Trump asumió la presidencia, Gedan se sumó al éxodo de funcionarios del State Dept que dejaron sus cargos por discrepancias respecto del la política exterior del magnate que ocupa la presidencia de los Estados Unidos.

 Desde que dejó la diplomacia, encabeza el Proyecto Argentina del Centro Woodrow Wilson, un centro de estudios creado en 1968, que depende del Instituto Smithsoniano. «Aunque supuestamente adora al presidente Macri, el presidente Trump ha dañado a la economía argentina», analiza Gedan en diálogo con este diario para caracterizar las diferencias de la relación de la administración de Cambiemos, que comenzó con Obama en Washington y concluirá con Trump en su lugar. Doctorado en Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad John Hopkins, es docente de esa casa de estudios, y uno de los exdiplomáticos norteamericanos más activos en el vínculo de Washington con Buenos Aires. Analiza la posición de la Argentina ante la llegada del ultraderechista Jair Bolsonaro al Planalto y también la crisis en Venezuela, aunque en ese punto resigna sus matices frente a la administración republicana y cierra filas, aunque con críticas, sobre la nueva ofensiva de Washington contra el gobierno de Nicolás Maduro

Para el exfuncionario de la administración demócrata existe una posibilidad de mediación del Vaticano, pero advierte que ya no es tiempo para el diálogo: una muestra de las rupturas y continuidades de la política exterior estadounidense entre Obama y Trump, donde las lecturas respecto del país caribeño reflejan la dureza común de republicanos y demócratas.

–Con la llegada de Jair  Bolsonaro a Brasil, ¿la administración Macri tiene un competidor que puede superarlo en la relación política que actualmente tiene Cambiemos con el presidente Donald Trump?

–En el corto plazo, Bolsonaro puede reemplazar a Macri como el gran aliado pro mercado de los Estados Unidos en América Latina. Pero no estoy convencido de que Brasil quedará en este espacio. Bolsonaro ha prometido muchas reformas –incluso la privatización de empresas estatales– que van a generar mucha oposición en el Congreso. Mientras tanto, Bolsonaro será un aliado imperfecto en el enfrentamiento contra el régimen de Nicolás Maduro. ¿Cómo puede liderar un esfuerzo regional para defender la democracia venezolana si él está poniendo en peligro las normas democráticas en su propio país?

–Cómo hubiera reaccionado Obama ante la llegada de un exmilitar como Bolsonaro a la presidencia de Brasil?

–Basta decir que el presidente Obama –para cual trabajé en la Casa Blanca– no hubiera dicho que Bolsonaro es un likeminded líder. Brasil es un país importantísimo, dado el tamaño de su economía, pues ningún presidente estadounidense querría romper la relación bilateral. Pero el presidente Obama es un fuerte defensor de los Derechos Humanos. Antes de celebrar la toma de poder de Bolsonaro, él hubiera expresado su deseo de que Bolsonaro aclarara sus comentarios homofóbicos y misóginos, y sus declaraciones a favor de la dictadura brasileña.

–En la agenda bipartidista de los Estados Unidos en materia de política exterior, la llegada de Macri a la Casa Rosada qué coincidencias genera entre los demócratas que trabajaron para Obama y los republicanos que trabajan para Trump? Por fuera de eso, ¿cuáles son para usted las principales diferencias?

–No hay diferencias importantes entre los equipos de Obama y Trump con respecto a la relación con la Argentina. Para ambos, la Argentina es un aliado clave, porque representa un modelo promercado que puede competir contra los proyectos populistas que aparecen con frecuencia en América Latina. El deseo del gobierno de los Estado Unidos es que la Argentina demuestre que sólo el sector privado puede generar los recursos necesarios para eliminar la pobreza; reducir la desigualdad; fortalecer los sistemas de salud y educación; y mejorar la infraestructura.

–La llegada de Trump a la presidencia de los Estados Unidos, ¿implica una crisis para Macri en materia de libre comercio y en términos de su política exterior y económica con los países desarrollados?

–El proteccionismo del presidente Trump representa una profunda amenaza a todo el sistema internacional de libre comercio, y a la Organización Mundial del Comercio. Este proteccionismo ha afectado a América Latina en varios aspectos; por ejemplo, los Estados Unidos abandonó el Acuerdo de Asociación Transpacífico, en el cual participan México, Perú y Chile. Aunque supuestamente adora al presidente Macri, el presidente Trump ha dañado a la economía Argentina. Después de largas negociaciones, la Argentina pudo proteger sus exportaciones a los Estados Unidos de acero y aluminio, y lograr acceso para sus limones y carne vacuna. Pero el producto más importante en la relación comercial bilateral, el biodiésel argentino, ahora está excluido como resultado de las políticas proteccionistas del presidente Trump.

Mucho se ha dicho sobre el rol del subdirector del FMI, David Lipton, en la decisión favorable del directorio del organismo sobre el nuevo endeudamiento contraído por la Argentina. ¿Cómo define el apoyo de Trump y su capacidad de presión sobre las decisiones adoptadas por el Fondo?

–A diferencia de China, los Estados Unidos no ofreció un préstamo bilateral a la Argentina durante su crisis cambiaria. Pero el apoyo de la Casa Blanca fue decisivo en las discusiones internas del FMI. Los Estados Unidos tiene bastante peso en esta organización, y un acuerdo tan generoso no hubiera sido posible sin el respaldo del Tesoro de los Estados Unidos.

–Usted ha defendido la importancia de la inversión argentina en materia militar durante la era Macri. por qué justifica esa decisión ante un país que afronta un drástico ajuste fiscal y endeudamiento? ¿Se trata de una intromisión de «nuevo tipo» en los asuntos nacionales de Argentina?

–Las Fuerzas Armadas de la Argentina están debilitadas y requieren una fuerte inversión. Con recursos adecuados podrían contribuir mucho más a las fuerzas de mantenimiento de la paz de las Naciones Unidas, y tal vez contribuir al combate contra el narcotráfico, si la Constitución y las leyes del país lo permiten. Pero la modernización de las Fuerzas Armadas no es una tarea urgente, y entiendo la decisión de demorarla a la luz de las necesidades sociales y la importancia de eliminar el déficit fiscal heredado de la época kirchnerista.

–La familia Macri no es desconocida para el gobierno chino. Distintos analistas sostienen que la administración Trump busca que Macri revierta las relaciones desarrolladas durante las administraciones de Néstor y Cristina Kirchner, y que por esa razón Estados Unidos apoya a la Argentina como lo hace. ¿Cuál es su opinión?

–Es así, pero ningún país en desarrollo va a romper su relación con China, especialmente un país como la Argentina que necesita una tremenda inversión en su infraestructura y no tiene ni la capacidad presupuestaria ni otras fuentes de financiamiento razonables.

–La última tregua comercial entre China y EE.UU. fue firmada en Buenos Aires durante la cumbre del G20, pero vence en menos de dos meses. ¿Cómo evolucionará la guerra comercial entre ambos y cómo impactará en la estrategia argentina?

–La guerra comercial entre los Estados Unidos y China puede generar oportunidades para la Argentina, por ejemplo, si China decide reemplazar sus importaciones de los Estados Unidos de soja y otros productos agrícolas que produce la Argentina. Pero en el largo plazo, la Argentina se beneficiaría de un sistema mundial de libre comercio que funciona y garantiza crecimiento económico en los países más grandes que consumen las exportaciones argentinas. De cualquier manera, la Argentina no está en condiciones de aprovechar el libre comercio porque su economía todavía está súper cerrada. «

«No creo que una invasión a Venezuela sea una propuesta seria»

–¿Cómo podría influir la relación con Trump en decisiones argentinas y regionales sobre el mantenimiento de la paz en el continente?

 –La Casa Blanca valora mucho la posición de la Argentina acerca de la crisis en Venezuela, pero el presidente Macri ya estaba presionando al presidente Maduro antes de la elección de Trump. Es decir, el rechazo del presidente Macri del chavismo refleja los valores de la administración macrista, y no es una respuesta a un pedido del presidente Trump.

–Con la administración Trump, y mediante el vicepresidente Pence,  América Latina afronta la primera amenaza pública de Estados Unidos sobre una intervención militar en Venezuela, algo que ahora también desliza su par brasileño Bolsonaro. ¿Considera que es una opción posible para la administración republicana?

–El Pentágono está en contra de cualquier intervención militar en Venezuela, que también rompería el consenso bipartito en el Congreso estadounidense acerca de la respuesta a la crisis en ese país. Aunque la política exterior del presidente Trump es bastante impredecible –y las demás opciones, como sanciones, no han producido una transición democrática– no creo que una invasión sea una propuesta seria.

¿Considera que el reconocimiento que hizo la Casa Blanca de Juan Guaidó y el llamado a salir a las calles que un día antes hizo el vicepresidente Pence, son parte de esas medidas impredecibles de Trump que menciona?

–El reconocimiento de Juan Guaidó tiene sentido. Es fácil negar legitimidad a Nicolás Maduro, pero sin liderazgo alternativo sería imposible implementar esta política. Por eso tantos países tomarán la misma decisión, a pesar de varios hechos inconvenientes, entre otros, que Maduro todavía controla todo el territorio y mantiene control sobre las fuerzas armadas y las fuerzas de seguridad.

–¿Cuál es su evaluación de la estrategia de reconocer un gobierno paralelo a Maduro, luego del involucramiento fallido de Washington en el golpe de Estado que puso a Carmona Estanga durante dos días en abril de 2002?

–Dada su historia de injerencia en América Latina, los Estados Unidos corre el riesgo de ser acusado de nuevo por una falta de respeto para las instituciones democráticas de Venezuela, que es lo que ocurrió en 2002. Pero las circunstancias son totalmente distintas hoy en día. La oposición venezolana ya no tiene herramientas democráticas para expresar sus deseos porque el gobierno no permite elecciones libres; ataca a manifestantes; reprime a los partidos y líderes de la oposición; y lucha contra cualquier contrapeso institucional, incluso la prensa y el Congreso.

–Ante el apoyo de Rusia y China, y la negativa de Trump a retirar a los diplomáticos norteamericanos de Caracas, ¿cuáles son los caminos que utilizará Washington para transitar esta nueva escalada de la crisis en Venezuela? ¿Cree que el Vaticano podría intervenir luego de la experiencia en la negociación que promovió entre Washington y La Habana?

–El Vaticano ha jugado un rol en iniciar diálogo entre el gobierno y la oposición, pero ya pasó el momento para dialogar. En este momento, la comunidad internacional exige que el gobierno permita una transición pacífica y democrática.