Mientras miles de manifestantes en todo el mundo salieron a protestar contra las autoridades sudamericanas por los incendios forestales que están devastando la selva amazónica, el desastre ecológico se metió en la cumbre del G7 que se inició este sábado en Biarritz, Francia. Y le generaron un fuerte cruce a Jair Bolsonaro con el mandatario francés Emmanuel Macron, pero también con los gobiernos de Irlanda, Finlandia, lo que sumados a los choques que había tenido la semana pasada con Noruega y Alemania, revelan que si el presidente brasileño buscaba insertar a su país en el mundo, este no sería precisamente el mejor camino.

Es tal el clima hostil contra el mandatario brasileño que Macron amenazó con romper el acuerdo UE-Mercosur porque, según dijo, «Bolsonaro me mintió en el G20 de Osaka sobre su compromiso con el medio ambiente». En el mismo sentido se pronunció Lao Varadkar, primer ministro irlandés. El ministro de Finanzas finés, Mika Lintilä, dijo que propondrá la prohibición de comprar carne importada de Brasil como castigo por la gestión del desastre ambiental. Ayer, incluso, en un almuerzo en Biarritz, previo al G7, Macron y Donald Trump, encontraron «puntos de convergencia» en algunos temas, incluyendo el de la Amazonia.

Como respuesta, el exmilitar brasileño –que cuando se conocieron los informes sobre el avance de la deforestación se burló diciendo que es «el capitán motosierra»– dijo que Macron tiene «mentalidad colonialista», que usa el desastre ecológico «por mera vanidad» y agregó que «los incendios forestales existen en todo el mundo y eso no puede servir de pretexto para posibles sanciones internacionales». En un repentino ataque nacionalista, anunció que movilizará tropas del Ejército para combatir el fuego o disminuir sus consecuencias.

En todo este entuerto, el gobierno brasileño recibió apoyo y oferta de colaboración de Donald Trump, Mauricio Macri, pero también de Nicolás Maduro, habida cuenta de que Venezuela comparte un tramo de la Amazonia. La selva también cubre zonas de las Guayanas, Colombia, Perú y Bolivia, donde también se registran incendios.

La primera reacción del gobierno brasileño fue acusar a las ONG de provocar los incendios, irritadas porque en su gestión les quitaron financiación y se les disminuyeron los fondos provenientes del exterior, tras los primeros chisporroteos con Noruega y Alemania. Luego, elípticamente, desde el Planalto deslizaron que agricultores bolivianos habrían iniciado una «temporada de quemas» en un período de temperaturas altas.

Sin embargo, las imágenes satelitales confirman los informes del Instituto de Investigaciones Espaciales (INPE) que le costaron la cabeza al titular de ese organismo, Ricardo Galvao. Este año hubo un 83% más de incendios que en 2018 y solo en julio fueron talados 2254,8 kilómetros cuadrados de bosques.

Doug Morton, científico de la Nasa, explicó a la cadena alemana Deutche Welle cómo comenzaron los incendios, según las tomas satelitales, que no fue por quemas descontroladas. “Sacan árboles de raíz con tractores, luego los apilan para que se sequen. Ahí comenzó todo, no con residuos de un campo o pastizales”, dijo Morton.  El experto aclaró que se percibe un “aumento de presión contra el centro de la Amazonia para expandir la producción agrícola”.

Un trabajo del portal The Intercept indica que desde el 2 de enero pasado, un día después de asumir su cargo, Bolsonaro trasladó dependencias encargadas de la política forestal al ministerio de Agricultura. A la vez, cortó los presupuestos organismos: Ibama, para la protección del patrimonio natural y Funai, para la atención de la población indígena.

El informe de la INPE pone en negro sobre blanco el tamaño del avance de la deforestación para la explotación en ganadería, cultivo de soja y minería. No son pocos los que ven este crecimiento exponencial, por un lado, en la permisividad del presidente, pero a la vez consideran que la guerra comercial EEUU-China tiene algo que ver, ya que si el gigante asiático deja de comprar soja en Estados Unidos aparece una oportunidad para agricultores brasileños.

En tal contexto, aparecen acusaciones contra dos empresas multinacionales que tienen la llave de esos negocios: Cargill, la corporación basada en Minnesota, y JBS, la mayor faenadora de reses  del mundo, originaria de Brasil, que en Argentina es propietaria de la marca Swift y cuyo titular, Joesley Batista, saltó a la fama el año pasado al filmar al entonces presidente Michel Temer cuando hablaba de juntar dinero para acallar a un diputado detenido por corrupción que podría salpicar a toda la dirigencia implicada en la destitución de Dilma Rousseff.

A su vez, el frente del Agricultura designó a Teresa Cristina, ex diputada de Mato Grosso do Sul, conocida como “La musa del veneno” porque logró el año pasado la aprobación de una ley que relaja las regulaciones sobre pesticidas. La familia de la ministra Cristina es arrendataria de JBS. La firma, a su vez, fue denunciada por presuntamente haber comprado ganado criado en zonas de talas ilegales. No fue la única envasadora de alimentos sobre las que se esparcen sombras de dudas acerca del origen de sus productos. Fuentes policiales contaron a un cronista de la agencia Reuters que hubo inspectores municipales que recibieron “incentivos” para ignorar la trazabilidad y las condiciones de salubridad de las mercancías. «

El humo, en Argentina

En las últimas horas se advirtieron registros en Argentina del humo de los incendios en el Amazonia, puntualmente en San Juan, La Rioja, Tucumán, Salta, Chaco, Corrientes y el norte de Santa Fe. Los pronósticos señalan que, en las próximas horas, incluso podría advertirse en zonas de la provincia de Buenos Aires y en la CABA. Mientras, cientos de nuevos incendios siguen declarándose en la Amazonia, según mostraron los últimos datos oficiales registrados hace pocas horas, en medio del clamor mundial que llevó al presidente Bolsonaro a movilizar tropas del ejército para combatirlos. En ese sentido, Mauricio Macri le ofreció a su par brasileño el «sistema de emergencias» argentino para colaborar en la contención del fuego, lo que hizo recordar que cuando se produjeron incendios masivos de bosques en Argentina, el exministro de Ambiente, Sergio Bergman, advirtió: «Lo más útil que podemos hacer es rezar».

Mientras, en Buenos Aires, unos 400 manifestantes se reunieron el viernes frente a la embajada brasileña sobre la calle Cerrito al 1300. Las principales agrupaciones ambientales adhirieron con múltiples pancartas. También pidieron por la libertad de Lula.