Como en una versión real de Games of Thrones, Donald Trump subió a Twitter una imagen suya con aire marcial anunciando que este lunes «se vienen las sanciones». Las medidas contra Irán implican un endurecimiento feroz de castigos que van en contra del acuerdo nuclear que habían alcanzado las cinco potencias que integran el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y Alemania con el gobierno iraní en tiempos de Barack Obama.  Y porque, además, nadie imagina cuáles podrán ser los coletazos para el mercado del petróleo y eventualmente para la paz del mundo.

En concreto: desde la 0 hora (de Washington) del lunes 5 el gobierno estadounidense promete sancionar a quien compre petróleo a Irán y amenazó con extender las sanciones al sistema Swift, la organización que coordina las transacciones financieras entre los bancos de todo el planeta y tiene su sede en Bruselas.

Según Mike Pompeo, el secretario de Estado, las medidas tienen por objetivo «privar a Irán de los recursos que le permiten financiar el terrorismo en el mundo». La amenaza contra Swift es para las operaciones con el petróleo iraní. El país persa, advertido de esta catarata de castigos desde hace meses, comenzó a vender el crudo a través de su bolsa de valores. Según la agencia oficial IRNA, en la primera ronda se vendieron 280 mil barriles a 74,85 dólares cada uno.

Pero esta medida puede tensar la cuerda de las relaciones internacionales al extremo ya que China, India y Rusia anunciaron que seguirán comprando el petróleo en Irán, mientras que Teherán advirtió que podrían cerrar el estrecho de Ormuz, con lo que nadie estaría en condiciones de exportar el crudo. Nadie quiere imaginar lo que ocurriría si intentara romper ese eventual bloqueo iraní.

Para agregar más combustible al fuego, el mandatario también anunció nuevas sanciones contra Venezuela –su enemigo favorito en la región–, Cuba y Nicaragua, a los que llamó «la troika de la tiranía».

Mediante un Decreto Ejecutivo (los de Necesidad y Urgencia de Argentina) Trump elevó castigos a esas tres naciones con mayores restricciones a las transacciones comerciales y el agregado de más empresas y personas a la lista negra. El polémico y beligerante consejero de Seguridad, John Bolton, fue el encargado de hacer el anuncio. 

«Estados Unidos va a tomar acciones directas contra estos tres regímenes para defender el imperio de la ley, la libertad, la decencia humana mínima en nuestra región», dijo Bolton, para añadir luego que «el Departamento de Estado sumó dos decenas de entidades adicionales, que son propiedad o que están controladas por los militares cubanos o los servicios de inteligencia, a la lista de entidades con las cuales las transacciones financieras están prohibidas para las personas en Estados Unidos.

Esta semana el gobierno de Trump sufrió un traspié en la Asamblea de las Naciones Unidas con una nueva votación contra el bloqueo a la isla, que comenzó en 1962 durante la administración de John Kennedy. En un intento por quebrar la solidaridad casi unánime con la causa cubana –el bloqueo ya causó casi un billón de dólares de daños desde entonces, según datos de La Habana– planteó ocho enmiendas al documento cubano.

Eso demoró la votación, que finalmente resultó 189 a favor, dos en contra y sin abstenciones. Sólo Israel acompañó a la posición de Washington. Cuando todavía no se había apagado del tablero de votación del salón de la ONU, Bolton salía a tapar el traspié a cinco días de la elección de medio término. «