«De no mediar una ampliación presupuestaria, es de esperar que continúe mermando la capacidad de investigación científica y tecnológica, la razón de ser del Conicet», escribieron en una carta pública, en los últimos días de un 2018 convulsionado para la ciencia argentina, cinco de los ocho integrantes del directorio del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

Un trabajo de Jorge Aliaga, doctor en Física, exdecano de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA en el período 2006-2014 y actual secretario de Planificación y Evaluación Institucional de la Universidad Nacional de Hurlingham, permite dar cuenta del tamaño del vaciamiento el principal organismo científico, sobre todo en su capacidad de investigar. La composición del menguante presupuesto que recibe el Conicet hace cada vez más difícil esa tarea.

Con datos de la Oficina Nacional de Presupuesto (ONP) y del Indec, y tomando como base de cálculo el IPI (Índice de Precios Implícitos, que utiliza Hacienda para comparar el PBI año a año) para sortear las distorsiones de un presupuesto que si bien crece nominalmente es superado ampliamente por la tasa de inflación anual, Aliaga señala que el presupuesto para salarios (de investigadores, personal administrativo y técnico) y estipendios (es decir, becas) tuvo un sostenido aumento entre 2008 y 2015 (a excepción de 2014), «a razón de 613 millones de pesos por año, aproximadamente un 10%, compatible con las metas del Plan Argentina Innovadora 2020», y que 2018 y 2019 suponen un ajuste severo, con una caída del orden del 19% calculado (por IPI) en millones de 2017. Los salarios de los investigadores crecieron entre 18 y 25% el año pasado, muy por debajo de la inflación.

Pero la partida crucial sobre la que arroja luz Aliaga es la de los gastos de funcionamiento, es decir, la que permite a los científicos desarrollar sus investigaciones: hacer trabajos de campo, además de adquirir y renovar equipos e insumos. Se pregunta si siempre fue tan baja su incidencia en el total del presupuesto del organismo.  Entre 2008 y 2015, se incrementó a razón de 99 millones de pesos por año, hasta arañar los 1200 millones. Comparado por IPI, cayó a la mitad a valores de 2017 y a menos de un tercio de acuerdo a lo pautado para 2019. «Si el porcentaje de los gastos de funcionamiento sobre el monto total destinado al Conicet osciló entre el 8 y el 11% entre 2008 y 2015, se podía discutir si era poco o mucho, pero en 2018, asumiendo que se haya ejecutado entero, lo cual difícilmente haya ocurrido y sólo se sabrá hacia febrero, habrá caído a la mitad; y para 2019 no superaría el 3,5% del total, que es la nada misma.»

Ya es un hecho que los recortes impedirán al Conicet hacer frente a compromisos ya asumidos, en materia de subsidios adeudados o prometidos y de proyectos de investigación  y tesis doctorales que quedarán paralizados. Y hasta se conocieron historias –como la de los biólogos del Instituto de Biodiversidad Neotropical, de Tucumán– de investigadores que ponen plata de sus bolsillos para pagar las tarifas y otros gastos corrientes y evitar el colapso de muchos CCT (los Centros Científicos Tecnológicos, que agrupan institutos en sedes en todo el país), que a diciembre habían recibido apenas el 40% de los fondos asignados a funcionamiento.

En la última semana del año, cinco miembros del directorio (Dora Barrancos, Francisco Tamarit, Tulio del Bono, Miguel Laborde y Roberto Rivarola) expusieron su «impotencia» ante lo que llamaron la «terrible crisis presupuestaria y salarial» que vive el Conicet, en medio de una crisis que se profundizó con la eliminación del Ministerio de Ciencia y Tecnología. «El presupuesto 2019 deja al organismo al borde de la imposibilidad de financiar cualquiera de sus muchos instrumentos de promoción y esto a su vez afectará seriamente la capacidad de trabajo de toda la red institucional del Conicet y de las instituciones asociadas», escribieron.

En concreto, el presupuesto aprobado por el Congreso supone un aumento del 23% para el Conicet, que en los hechos es un fuerte recorte, comparado con el 48% de inflación calculada para el año que terminó. El funcionamiento del organismo central en la investigación y el desarrollo científicos del país es una incógnita. Por lo pronto, el ajuste ya se deja ver: oficialmente y «por ahora», el directorio resolvió discontinuar el financiamiento de todos los congresos y reuniones científicas pautados para 2019, un nuevo impulso a la fuga de cerebros. «

El número de becarios

Alrededor de las becas del Conicet se habían generado dos fines de año convulsionados, con tomas y acampes de miles de jóvenes investigadores en la explanada del Polo Científico, algo que no ocurrió en 2018, porque directamente no hubo ingresos, pues al correrse las fechas de las convocatorias se concretarán recién en abril.

Lo que sí hubo el pasado 28 de diciembre fue un gran estado de desasosiego, porque recién ese día se publicó el resultado de las convocatorias a becas doctorales y posdoctorales y muchos jóvenes investigadores pudieron saber si tendrían o no trabajo en 2019. Y si bien el número de becarios no es sustancialmente inferior –como ocurrió en 2016 y 2017–, se prevé que el gran recorte se consume hacia 2020, cuando terminen el quinto año de doctorado los becados hasta 2015.