Todos en El Mencho, un paraje del Departamento Simoca, en el sur de Tucumán, saben que Luis Espinoza está muerto. También que fue la policía. Lo sospecharon desde los primeros momentos, cuando el hermano escuchó su voz y enseguida un tiro. Ahora solo esperan que el cuerpo aparezca. “Está en el agua”, arriesgan. La fiscalía caratuló el caso como “desaparición forzada de persona” y ya fueron detenidos nueve agentes y un civil.

El viernes, alrededor de las tres de la tarde, un llamado anónimo alertó sobre una carrera de caballos por los montes bajos de El Mencho, una actividad clandestina que, sin embargo, había convocado a más de 100 vecinos de la zona y parajes cercanos. Un rato después, coincidieron los testigos, la policía llegó disparando tiros al aire, lo que provocó la estampida caótica.

“No era un patrullero sino la camioneta particular de unos de los agentes. Además, ninguno llevaba uniforme”, dice Cinthia Campos, abogada de la familia Espinoza, dando a entender que desde el principio la actuación policial fue, cuanto menos, irregular.

En pocos minutos no había quedado nadie. Algunos se internaron en la espesura del monte y otros corrieron hasta sus casas. A unos 800 metros de la “cancha” donde se había disputado la carrera, sobre uno de los pocos caminos que hay en la zona, la policía interceptó a Juan Espinoza, de 38 años. Venía en caballo de la sede del Correo Argentino de Monteagudo, donde había cobrado un subsidio por discapacidad a raíz de sus problemas cardiacos. No tuvo tiempo de explicar nada. Los policías lo bajaron del caballo, lo golpearon y lo dejaron esposado sobre un yuyal. Antes alcanzó a reconocer la voz de Luis. Vio a uno de los agentes empuñar la pistola e ir en busca de su hermano menor. Luego, escuchó el estruendo inconfundible de un disparo.

“Ninguno de los dos había participado de la carrera –aclara Campos–, incluso, presentamos como prueba el recibo de cobro de Juan y hasta el dinero que había quedado en las forjas del caballo. Ese camino es un paso obligado para ir hasta su casa en Rodeo de Abajo, otro de los parajes de la zona”.

Después de unas horas, los policías dejaron que Juan volviera a su casa. Pero él decidió ir hasta lo de su hermano para ver si había llegado. La cara de Soledad Ruiz, su cuñada, lo preocupó más. Le dijo que solo había regresado el caballo, pero sin el apero. Encima, el animal estaba inquieto, como asustado. Junto a Gladys Herrera, la madre de Luis y Juan, salieron a buscarlo a donde fue visto por última vez, pero dos policías les prohibieron el paso. También les pareció raro ver una camioneta volver de la zona a toda velocidad. Con ese recelo se acercaron hasta la comisaria de Monteagudo a denunciar la desaparición, pero recién se la aceptaron al día siguiente. La familia luego supo que la policía demoró casi otras 24 horas en dar aviso al Ministerio Público cuando el protocolo dice que debe hacerse en un plazo no mayor a las seis horas.

Una costumbre criminal

El domingo, la rabia de los pobladores de El Mencho precipitó el corte de la Ruta Nacional 157, que suele ser muy transitada por los camiones que transportan alimentos. Sumado a la difusión del caso que hizo el medio local Los Primeros TV, el Gobierno provincial se vio obligado a intervenir ordenando, a través del ministro de Seguridad Claudio Maley, un rastrillaje intenso que incluyó dos helicópteros, la navegación de la policía lacustre por el dique El Frontal y la participación de dos canes entrenados aportados por la Caballería.

“Se secuestraron cinco vainas de 9mm y dos postas de gomas. Uno de los perros encontró una mancha que, si bien hay que esperar los resultados de los análisis, se presume que es de sangre. Además, los llevó al lugar exacto donde se produjo el último desplazamiento del cuerpo. La hipótesis más fuerte es que en ese lugar subieron a Luis a un vehículo”, confía Campos.

En la camioneta Kangoo gris que usaron los policías se encontraron tres posibles manchas de sangre que reaccionaron positivamente al luminol; una en el asiento trasero y dos en el baúl. También se están analizando dos cabellos y las huellas encontradas en la palanca de cambio.

Durante la tarde del miércoles, se realizaron allanamientos y se detuvo al sub comisario Rubén Montenegro; el oficial auxiliar, José Morales; el sargento primero René Ardiles; el sargento, Víctor Salinas; la cabo y dueña de la camioneta usada en el operativo, Miriam González; los cabos José Paz y Claudio Zelaya; y el agente Gerardo González Rojas, todos de la comisaría de Monteagudo. En las últimas horas también se apresó a otro policía de apellido Romano y al civil que se ocupa de vigilar la comuna apodado “Villa”.

Tanto Zelaya como González Rojas habían sido apuntados en 2018 como autores de la paliza que unos días después provocaría la muerte del joven Alan Andrada. El antecedente delata una costumbre criminal.

Juan tenía 31 años, trabajaba en la comuna rural Chicligasta, pero vivía en El Mencho junto a su mujer, su madre y sus cuatro hijos. A ellos, en particular, los disfrutó poco: todos son menores de edad.