Actor, director y docente de actuación, Miguel Sorrentino se le animó a una cultura de la que se suele tener muchos prejuicios y muy poco conocimiento: la gitana. El resultado fue (y sobre todo es) Cosa de Gitanos, la obra que se presenta los sábados a las 18 en Espacio Sísmico (Lavalleja 960). En una hora, el autor espera conseguir, con “una puesta estéticamente bella y muy buenas actuaciones, que se pueda espiar cómo vive una familia gitana y así abrir una ventana para ver una cultura que mucha gente conoce de reojo o directamente no conoce”,

La ambición no es poca, pero tampoco lo fue en el inició del proyecto, cuando convocó a los ocho actores y actrices que, en distintas instancias, habían pasado por sus clases. Junto con Jesús Catalino Gómez, Candela González Tonon, María Eugenia Insua, Sofía De Brea, Micaela Vanesa Narodowski, Rocío Miretto, Christian De Miguel y Malena Rodríguez empezaron a trabajar en base a una inquietud que Sorrentino tenía desde chico: “Yo era fanático de un serie que se llamaba Tiempo de Gitanos, que después de volvió película. Además vivo en La Paternal, y más de una vez en alguna compra venta de un auto me crucé con ellos; me parecía muy curioso cómo se vestían, sus formas, la desconfianza que mostraban hacia mí, lo enfrascados que estaban en sí mismos. Siempre me fascinó su universo”.

Sin texto previo ni consigna clara, la convocatoria de Sorrentino se completó con un: “investiguemos a ver qué sale”. Lo que sucedió, no fue la obra. Sino tres meses en los que el entusiasmo ganó a todos, que pudieron averiguar muchas de las costumbres -y también las razones que las motivaban- de la comunidad gitana. “Son un comunidad que está por todo el mundo -dice Sorrentino-. Uno hoy puede decir que hay argentinos en todo el mundo, pero no los reconoce como una comunidad, que mantienen costumbres, tradiciones, vestimentas, como sí ocurre con los gitanos. Eso no quita que se adapten a cada uno de los países en los que se asientan. Por ejemplo los gitanos en España están muy identificados con el Flamenco y hacen música con instrumentos de cuerdas, y en los Balcanes o la India no se usan. Lo mismo que los pañuelos o las polleras en las mujeres, no las usan en todas las regiones.”

Lo constante que parece mantener a lo largo y ancho del planeta este pueblo cuyos orígenes se ubican en el norte de China es ser víctima la discriminación. “En todos los lugares los chicos van a la escuela, pero siempre hay un momento en que, por sus costumbres, los empiezan a discriminar. Y los terminan sacando.” Eso no quita que en muchos casos alcancen y terminen la universidad, pero “uno puede ver ahí una de las explicaciones de su endogamia y de la fortaleza de la institución familiar. se casan con primos lejanos, los matrimonios están pautados, lo mismo que el momento para que el hombre tenga su primer auto y la mujer se case”. En un mundo regido por las normas de individuación cada vez más profundas que impuso la Modernidad, resultan un rara avis.

De esa cultura, para su puesta en escena, Sorrentino rescató “la visualidad hindú con la musicalidad balcánica”. Y escribió durante el verano, a partir de todo el material surgido en las improvisaciones que venían desarrollando desde agosto, la historia de una familia. “Ahí apareció lo que llamo la segunda sorpresa, que es la sorpresa escénica. Quería que fuera una obra que tuviera ritmo, una poética visual, que escapara a la idea de que los gitano viven en carpa y duermen todos en colchones tirados en el suelo. Quería que tuviera música, color, y para eso la entrega de los actores fue fundamental.”

El trayecto recorrido, de alguna manera, le permitió a Sorrentino vincular su fascinación con los gitanos con su herencia italiana. “Mi mamá es italiana, y los tanos tenemos esa cosa de enaltecer las tradiciones, la centralidad de la familia, y una cosa tozuda de que nos cuesta cambiar, tipo que más allá que seas ateo, bautizás a tu hijo. Y los gitanos tienen cosas que aprenden de chicos y las mantienen toda la vida, y la familia es el sostén de su cultura.” Descubrimientos a los que el teatro acostumbra a quienes suelen transitarlo sin prejuicios, como quien se acerca a lo gitano.