En la tarde de domingo, Boca y River juegan el Superclásico por la fecha 11 del torneo Apertura 1991 en La Bombonera. En el equipo del Maestro Tabárez aparecen Navarro Montoya, Giunta, Latorre. En el de Passarella, Comizzo, Astrada, Ramón Díaz. Cuatro puntos de diferencia a favor de River. El partido es malo: 0-0. En la segunda bandeja que da a Casa Amarilla, la de La 12, flamea una bandera roja entre el azul y oro. Es 10 de noviembre. Ya pasaron dos años de la caída del Muro de Berlín. Faltan apenas 46 días para la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Pero en la hinchada de Boca, y ante la banda roja de River, que será el campeón, se erige la hoz y el martillo del comunismo.

La foto de la bandera en la barra brava de Boca salió a la luz gracias al Archivo General de la Nación. La presencia debajo del paravalanchas se debe a la exhibición como “trofeo de guerra” o souvenir comunista. La 12 había viajado al Mundial 90. En el debut con derrota 1-0 de Argentina ante Camerún en el estadio Giuseppe Meazza, robó banderas italianas. Y en las calles de Milán, aliada a la barra de Estudiantes de La Plata, disputó el control del aliento argentino con la de Independiente. Se impusieron, y viajaron a Nápoles, donde la Selección de Diego Maradona dirigida por Carlos Bilardo enfrentó en el segundo partido del grupo a Unión Soviética en el San Paolo. Hubo robos en la previa. Un integrante de La 12 en aquel entonces afirma ahora la teoría de la adquisición. Y se regodea en el tiempo y a la distancia: “En esa época mostrábamos los trapos ganados. Si verificás, vas a ver de todos los países. O de casi…”. Pero otros se remontan al Mundial de México 86, donde también participó la selección de la URSS, ya que en el partido por la Supercopa 88 ante Gremio, una bandera comunista ya se ve colgada en el alambrado de la popular. Como fuera, hay un fantasma rojo que recorre La Bombonera.

En aquellos años, la barra de Boca era liderada por José Barritta, el Abuelo, “un hombre de bien” y “pacífico”, según Bilardo. “¡Ohhh/ yo soy del Abuelo/ peronista/ y bostero!”, se cantaba en La Bombonera. Pero Barritta había trabado relación íntima con Carlos Bello, puntero radical de La Boca en tiempos de Alfonsín. En 1991, Boca era presidido por el radical Antonio Alegre. Lo secundaba Carlos Heller. Heller había militado en la Federación Juvenil Comunista. En las elecciones de 1986, después de que el club enfrentase una crisis económica que incluyó hasta la intervención del gobierno, Alegre fue reelecto. Pero esta vez con Heller como compañero de fórmula. Por 83 votos se impusieron ante el histórico Alberto J. Armando, que a los 76 años buscaba su tercer mandato. Antes de las elecciones, en alusión a la militancia de Heller, Armando solía decir: “La bandera roja amenaza con llegar a Boca”.

Pero la hoz y el martillo llegaron por la barra brava, que arribó al Mundial de Italia 90 con “40 integrantes, 30 bombos, 35 redoblantes y varias banderas de tamaño importante que hicieron colapsar la bodega del avión”, según cuenta el periodista Gustavo Grabia en el libro La Doce. Y a la vuelta exhibió otra bandera: “Ubaldini gobernador”. En la tribuna se dirimía la interna peronista. La bandera cotizaba: la democracia como negocio de La 12. En 1991, Ubaldini, dirigente sindical, se presentó como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires. Las elecciones fueron ganadas por otro peronista, Eduardo Duhalde. Alegre-Heller, de entrada, enfrentaron a la barra. Heller denunció a Barritta luego de que lo apedrearan y lastimaran a su hija de 15 años. Pero luego pactaron entradas, viajes, homenajes dentro de La Bombonera y hasta el casamiento de Barritta en el club. La barra había matado de un bengalazo al hincha de Racing Roberto Basile en plena Bombonera en 1983. Y dos años después a Daniel Souto, también hincha de Racing, después de una emboscada en La Boca. Había que alcanzar la paz. En 1991, Barritta hasta llegó a crear la Fundación El Jugador Número 12 para blanquear dinero ilegal de extorsiones y negocios derivados del fútbol.

En México 86, la Unión Soviétca perdió en octavos de final con Bélgica. La 12 hizo estragos: todavía se recuerdan las batallas campales con los hooligans ingleses en el DF y hasta dentro del estadio Azteca. Robaron banderas. En aquella Copa del Mundo hubo más cantidad de hinchas soviéticos que en Italia 90, lo que avala la teoría de que provino desde México. Pero en Italia 90 Argentina enfrentó a la URSS: le ganó 2-0 con goles de Pedro Troglio y Jorge Burruchaga. Con el partido sin goles, el árbitro sueco Erik Fredriksson omitió un penal: una mano en el área propia de Maradona. “La otra Mano de Dios”. Como en México 86, La 12 siguió a la Selección de Bilardo, quien le había pagado una fianza a Barritta en 1983. “En la previa de la final estábamos en la concentración de Trigoria -recuerda Troglio-. Y había un playón grande afuera. Había venido mucha gente a la una de la mañana a gritar para que no pudiéramos dormir. Y aparecieron los muchachos de La 12. Fue un desastre. Revoleaban muñequitos. Los italianos que habían ido no eran bravos, era gente de la zona que odiaba a Argentina porque habíamos eliminado a Italia”.

En el Mundial de Estados Unidos, La 12 se ausentó: Barritta no sorteó los crímenes de los hinchas de River Walter Vallejos y Ángel Delgado ocurridos en 1994. Era buscado por la Policía Federal, la Bonaerense, Interpol y el FBI. Fue absuelto, pero comenzó su caída en la barra. Y en 1997 fue condenado a 13 años de prisión al ser descubierto como el jefe de una asociación ilícita. Heller testimonió en su contra por extorsión. La 12 le había dedicado una canción en los 80: “¡Se llama Carlos Heller/ el que nos daba entradas/ y allá en los Tribunales/ mandó al Abuelo en cana/ andate Carlos Heller/ andate hijo de puta/ vos siempre estás prendido con la yuta!”. Mauricio Macri ya era presidente de Boca, desde 1995. A la par de la elitización del club, Macri acordó con el sucesor de Barritta en el liderazgo de la barra brava: Rafael Di Zeo.

El macrismo se extendió durante 24 años en Boca. El actual presidente es Jorge Amor Ameal, con pasado de militante peronista. Pero el club, a diferencia de 1991, tiene hoy a “Boca Antifascista”, un grupo de hinchas que “corre por izquierda” a la dirigencia. Que recuerda al obrero Juan Romero, fallecido en febrero después de que cayera al vacío mientras pintaba La Bombonera. Que critica a Ameal por declarar que “cada casa es un mundo” en referencia a la denuncia por violencia de género al futbolista Sebastián Villa. Que expone que dirigentes utilizan la lucha de las mujeres como “pantalla” para “formatearlas políticamente”, como expresó Iván García Díaz, quien debió renunciar a su cargo en la Secretaría de la Juventud. Y que marca que el club no le abrió las puertas al barrio en plena pandemia.

La foto de la bandera comunista en La Bombonera también trajo ironías y recuerdos. Algunos bromearon con aquel hincha que le dice a la TV que un festejo de Boca se termina en el Obelisco quemando el McDonald’s, una “empresa capitalista”. “Boca -escribió un hincha en Twitter- tiene el trapo que los nazis no pudieron robar”. Y otro armó un fotomontaje del soldado soviético alzando una bandera sobre el Reichstag en 1945, el fin de la Segunda Guerra Mundial. Pero no la roja de la URSS: la de Boca.