La Revolución Cubana se puede explicar en un puñado de frases y un rosario de fechas desde aquel 1° de enero de 1959 cuando un grupo de insurgentes tomó el poder tras derrotar a una dictadura que había sometido a la sociedad a las más brutales aberraciones. 

El camino había comenzado con dos aparentes derrotas, una en el asalto al cuartel de Moncada, el 26 de Julio de 1953, y la otra el desembarco de un grupo de guerrilleros que venían en un barquito llamado Granma, el 2 de diciembre de 1956. Sin embargo, en la génesis de ese movimiento está marcado a fuego que lo que parece un retroceso no es más que el envión para tomar impulso.

El ataque a dos destacamentos militares, Moncada, en Santiago de Cuba, y el Carlos Manuel Céspedes, en Bayamo, fue realizado por un grupo liderado por un  joven abogado, Fidel Castro, que rechazaba el golpe de Fulgencio Batista que había impedido el triunfo electoral del Partido Ortodoxo. Quedó un tendal de muertos y el propio Castro fue a prisión. Terminó su alegato ante el tribunal que lo condenó, diciendo: «La historia me absolverá».

Al cabo de 22 meses, por la presión popular, el gobierno decidió amnistiarlo. Castro formó el Movimiento 26 de Julio y viajó a México para reagrupar a sus fuerzas. Allí, el 7 de julio de 1955, conocería a un médico argentino, Ernesto Guevara, quien escandalizado por el golpe contra el presidente progresista de Guatemala, Jacobo Árbenz, de junio de 1954, había comprobado de primera mano a qué jugaban los gobiernos de Estados Unidos. El ahora bautizado como Che, Fidel, Raúl Castro, Camilo Cienfuegos y otros 78 guerrilleros cruzaron a Cuba en el Granma. Allí se toparon con fuerzas del régimen y sólo poco más de 20 pudieron internarse en la Sierra Maestra, donde comenzó la lucha final contra la dictadura.

El Che protagonizaría la batalla decisiva, en Santa Clara, cuando el 31 de diciembre  de 1958 comandó las tropas que tomaron el tren blindado que el gobierno había despachado para fortificar ese bastión. Anoticiado del resultado del combate, Batista huyó con una fortuna durante los festejos de Año Nuevo. Cienfuegos y el Che entraron en La Habana el 2 de enero. Castro, en un discurso desde Santiago de Cuba, fue deslizando lo que iría a hacer, ahora que tomaron «de verdad el poder». Y le puso el título a la etapa que culminaba: «Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado».

Luego sentenció: «La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros». Tampoco en esto se equivocaba. Estados Unidos fue desde entonces el primer escollo para que el nuevo gobierno pudiera asentarse y desarrollar el proceso revolucionario. El republicano Dwight Eisenhower presionó primero políticamente y después amenazó con limitar la compra de azúcar, el principal producto de exportación. La Habana respondió con una reforma agraria, la expropiación de multinacionales y el acercamiento a la Unión Soviética. En represalia, ya en octubre de 1960, Eisenhower, héroe de la II Guerra Mundial, anuncia el bloqueo económico a la isla y en enero de 1961, poco antes de entregar el poder, rompe relaciones diplomáticas. Miles de cubanos de las clases más acomodadas se trasladan a Miami. 

El 19 de abril de 1961, ya con John Kennedy en la Casa Blanca, un grupo de estos exiliados a los que se sumaron mercenarios con apoyo de la CIA, intenta la invasión a través de Playa Girón, en la Bahía de Cochinos, al centro de la Isla. Castro se pone a la cabeza de la defensa y logra un triunfo aplastante sobre esas milicias armadas por Washington.

Cuba se convierte en ejemplo para generaciones de latinoamericanos  que veían al imperialismo estadounidense como el mayor obstáculo para la democracia y el crecimiento armónico en la región. Estados Unidos buscaba desesperadamente derrotar a esos barbudos que se rebelaban a apenas 90 millas de sus costas y mostraban al mundo que con voluntad y patriotismo, se podía. La guerra de Vietnam estaba en pleno auge, como para tener en cuenta el significado de la gesta cubana.

Fue así que el 31 de enero de 1962, y con la presión de EE UU, la OEA expulsa a Cuba de esa organización. Cuba era mala palabra y varios gobiernos fueron destituidos por no seguir esa línea de enfrentamiento radical, entre ellos el del Arturo Frondizi, luego de saberse que había mantenido una reunión con Guevara. 

Desde La Habana salieron tropas para combatir en Angola en favor de la independencia, comandadas por el Che, quien luego incursionó en Bolivia, donde fue asesinado el 9 de octubre de 1967. Una frase del guerrillero argentino también forma parte del acervo cubano. «Hasta la victoria siempre», en una carta de 1965 a Fidel.

Vendría luego un período en que Cuba consolidaría un proyecto económico con base socialista que le permitió ser el país de América (incluida la del Norte) con menos mortalidad infantil, con alfabetización completa. O lo que es lo mismo, salud y educación garantizadas. Pero además, con un desarrollo de la medicina que la hace líder en el mundo.

Cuba resistió la caída de la Unión Soviética y del bloque socialista, su principal aliado estratégico, en 1991, aunque al precio de limitaciones extremas. Se reconvirtió para obtener divisas a través del turismo y de alianzas con empresas europeas y canadienses. EE UU, mientras tanto, profundizaba a niveles demenciales el bloqueo, generando lo que en La Habana definen como un genocidio por los daños sociales que causa.

Poco a poco los países de la región fueron volviendo a tener relaciones con Cuba y durante la primera parte de este siglo la isla fue clave en el proceso de integración. Hasta que el 17 de diciembre de 2014 el presidente Barack Obama mantiene una conversación telefónica con el mandatario cubano Raúl Castro en la que reconoce que la política seguida por sus antecesores fue un fracaso y que en lugar de aislar a Cuba aisló a EE UU. 

El deshielo duró poco, sin haberse levantado el bloqueo. Con el gobierno de Donald Trump volvió una Guerra Fría particular que pretende revertir el reloj de la historia. El 25 de noviembre de 2016 muere Fidel Castro, quien se había alejado de todos los cargos públicos en 2008.

El 19 de abril pasado fue elegido presidente de Miguel Mario Díaz-Canel. El primero que no pertenece a la generación que hizo la Revolución. El que llevará adelante el proceso de reformas económicas de esa Cuba que se reinventa para seguir de pie, como hace 60 años.