La travesía de la Selección termina en el Wukesong de Beijing, ciudad con hipervínculos nacionales: Sergio Hernández debutó como administrador del grupo en el mismo estadio y ahí Argentina ganó el bronce olímpico de 2008. Es un escenario de mojones. Aunque la cocción del equipo, el mejor del Mundial de básquet incluso antes de resolverse la final con España, empezó hace 59 días en el complejo de entrenamientos Dow Center, de Bahía Blanca. «Ni el más optimista de este grupo, que es seguramente Scola, tiró final como objetivo. Acá se rompió una barrera que nadie creía que íbamos a romper», dicen desde el cuerpo técnico. Nadie imaginaba llegar hasta el último día del Mundial cuando el plantel se reunió en el centro de 7500 metros cuadrados ideado por Pepe Sánchez. La identidad y la confianza, dos de los motores en Asia Oriental, se empezaron a modelar en esos primeros días de encierro en Bahía, sólo planificados con prácticas y sin amistosos. Ninguna otra Selección estuvo tanto tiempo en modo construcción, acaso un riesgo que se transformó en virtud para la relevación en China.

La tensión por ganar una medalla (el oro de los Juegos Panamericanos), alguna derrota absurda (México en Lima) y la unanimidad colectiva para torcer el flojo funcionamiento del comienzo fueron algunos de los factores que fortalecieron, en palabras del propio Hernández, al mejor equipo de su carrera. Facundo Campazzo cumplió un papel fundamental en la edificación: es el armador de jugadas que terminan en gifs en las redes sociales, el que inicia la asfixiante defensa y el que aparece –con triples, bandejas o asistencias– cuando la pelota pesa mucho más que los 650 gramos reglamentarios. Campazzo dio un salto de calidad tan alto desde sus 179 centímetros de altura –el más bajo de la Selección– que acaso le permita convertirse en el jugador más valioso de la competencia. «Podemos jugar mejor», dijo el base cuando la Argentina pasó la primera ronda. Sabía que sus compañeros estaban lejos de cargar la barra de la confianza.

«Después del Mundial no habrá más excusas ni se podrá hablar de falta de experiencia o competencia. Es el último golpe de horno», advirtió Hernández antes de abandonar el país rumbo a Lima para los Panamericanos. A la distancia, un diagnóstico preciso y revelador. Era también una señal del Hernández que se venía: un orfebre de la histórica Selección por la que ahora madruga un país, un conductor que siempre vio lo que iba a pasar en cada partido y ajustó planteos y estrategias para potenciar el funcionamiento de un equipo que se despide de China en el pico más alto de rendimiento.

La sorpresiva actuación guarda un hilo conductor que se refleja al repasar los últimos 22 años del conjunto nacional. Hernández atraviesa su segundo mandato (2004-201o y desde 2014) y es apenas el tercer entrenador en todo ese trayecto. Julio Lamas, también con dos etapas, y Rubén Magnano completan el triángulo de técnicos que gobernaron la era más exitosa del básquet argentino. Hay otra dimensión en esa reconstrucción de la que Luis Scola también forma parte. Dos días antes del arranque del Mundial, una resolución quedó algo diluida entre tanta actualidad: el Juzgado Criminal y Correccional Federal procesó a Germán Vaccaro, expresidente de la Confederación Argentina de Básquetbol (CABB), por considerarlo autor penalmente responsable del delito de administración «infiel» y le trabó un embargo sobre los bienes hasta cubrir la suma de diez millones de pesos. Scola lideró el conflicto que terminó con la intervención y catapultó como titular de la Confederación a Federico Susbielles, dirigente que implementó nuevos métodos para resucitar a la CABB.

Pero esos asuntos pueden quedar en pausa por unas horas. Es el tiempo de la tercera final mundialista en la historia del básquet nacional. Hay un país revolucionado por lo que sucede en la otra punta del planeta: tal vez espera un éxito, como el del campeón de 1950, para dar el veredicto. El plantel, en cambio, está aislado. Después de otra paliza colectiva –esta vez– ante Francia, los jugadores se alejaron de las redes sociales y evitaron conectarse con el clima de éxtasis que atraviesa al país. Volvieron a una de sus fuentes: la concentración y la convivencia con la que lograron su propio relato. Sólo hay lugar para calibrar la mira sobre España, también invicta. Otra confirmación: China 2019 es el Mundial en el que la Liga ACB le ganó la batalla a la NBA, ya que 15 de los 24 basquetbolistas disponibles para Hernández y Sergio Scariolo, el italiano que dirige a España, juegan en el campeonato español. Sólo tres –ninguno argentino– se desempeñan en el torneo que más millones mueve en el mundo.

Es, también, una especie de victoria para la FIBA, que dispuso una serie de cambios para potenciar al Mundial: lo separó del de fútbol (eran el mismo año) y modificó el formato, el que combinado por el azar del sorteo favoreció el éxito de este grupo que se renovó a partir de los Juegos Panamericanos de Toronto 2015. Son, en definitiva, los hijos de la Generación Dorada. Aunque cuentan con una ventaja: todavía está Scola, uno de los padres de esa Generación y otra vez finalista, como en 2002 en Indianápolis, cuando tenía 22 años. Nicolás Laprovittola, el más grande de sus actuales compañeros, tenía 12; y Máximo Fjellerup, el más chico, 4. Nacieron con las hazañas de Manu Ginóbili y compañía. Pueden dar el gran salto, el que tal vez los configure como el mejor equipo de todos los tiempos«

En 1950 se jugó el primer Mundial. Argentina fue sede y campeón. Los jugadores fueron luego proscritos por la Libertadora.

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En 2002, en Indianápolis, Argentina le ganó a Estados Unidos. Fue la primera victoria de una Selección a un equipo made in NBA.


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Después de perder la final del Mundial 2002, la Selección conquistó el oro en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, con Ginóbili como figura.

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(Foto: AFP)



En los siguientes Juegos, en Beijing 2008, la Generación Dorada no se bajó del podio. Se llevó la medalla de bronce. Derrotó a Lituania.

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(Foto: AFP)

En agosto ganó el oro en los Juegos Panamericanos de Lima: la segunda dorada en la historia de la competición tras Mar del Plata 1995.

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(Foto: AFP)