De la organización social al Estado. Tres mujeres que vienen de los sectores populares más excluidos, se organizaron para luchar por derechos colectivos y ocupan hoy cargos de gestión pública desde dónde planean ejecutar políticas que mejoren la situación de esos sectores.

La cartonera María Castillo es la directora Nacional de Reciclado, la campesina Elsa Yanaje es la directora Nacional de Comercialización y la docente de Villa La Cava Fernanda Miño es secretaria de Integración Socio Urbana. Todas comenzaron a militar en lo que hoy es la UTEP, se enmarcan en el Frente Patria Grande, llegaron a los cargos públicos a partir del triunfo del Frente de Todos en las últimas elecciones nacionales y hablaron con Tiempo sobre su trayectoria y objetivos.

María Castillo tiene hoy 43 años, tres hijos, un nieto y una nieta en camino. Nacida y criada en Villa Fiorito, Lomas de Zamora, comenzó a cartonear hace 20 años, cuando el estallido de 2001 condicionó su vida para siempre. “Estaba tratando de terminar el secundario porque antes había quedado embarazada de mi hijo más grande y tuve que dejar. Cuando todo se complicó, empezó el padre de mi hijo y luego me sumé yo”, relata María.

María comenzó a conocer en ese entonces lo que es el reciclado. “Uno se acostumbra, pero los primeros tiempos fueron muy difíciles. Cuesta entender cómo uno llega a eso”. La militancia no fue una opción hasta 2003, “cuando conocimos a Juan (Grabois) y se empezó a organizar el Movimiento de los Trabajadores Excluidos (MTE) con los cartoneros. Lo único que pensábamos era trabajar y a medida que pasó el tiempo uno se empezó a concientizar”. Sin embargo, su pareja se encargaba de la militancia; ella tenía la cabeza en el trabajo. “Me fui metiendo de a poco. La militancia fuerte la empecé en 2013, tratando de traer a Lomas ese modelo que el MTE tenía en la Ciudad”, cuenta.

Una vez que arrancó, no paró. Pronto tuvo un rol importante como responsable de la unidad de CTEP en Lomas. “Lomas fue la primera regional y fui la primera mujer en conducir el sindicato. Es difícil que la mujer tenga la posibilidad de tener roles de importancia. Entonces, era también demostrar que las mujeres podíamos ocupar esos lugares; sentarnos a la par de nuestros compañeros”.

María odia el mote de “planeros” porque entiende que no lo merecen. “Queremos construir organización popular y conquistar derechos. Somos trabajadores”.

Fernanda Miño tiene 44 años, es madre de 4 hijas y vive en Villa La Cava, la parte de San Isidro que no sale en las fotos oficiales. Allí, fue docente y comenzó su activismo social, que la llevó a pelear la interna del Frente de Todos en la candidatura a intendente. Hoy, está a cargo de la secretaría de Integración Socio Urbana y plantea: “Por la pandemia, estamos trabajando a media máquina, pero fuertemente con las municipalidades. Apenas empiece a aflojar la cuarentena, arrancamos con todo”, asegura.

Elsa Yanaje nació en Jujuy, pero vivió buena parte de su vida en una zona rural de La Plata; el llamado cinturón frutihortícola. Sus padres y cinco hermanos son trabajadores rurales golondrina y esa labor la llevó a recorrer muchos puntos del país y conocer muchas realidades de la actividad rural. “En el campo, las injusticias se duplican. En 2015, cuando empezamos a escuchar que había organizaciones mi papá decidió sumarse”, relata.

“La idea de cortar rutas no era lo mío. Cuando finalmente fui, encontré un lugar para poder expresarme. Era muy callada, pero hoy veo que era por cuestiones patriarcales. A partir de la militancia, mi papá empezó también a tener visiones más abiertas, a preguntar otras cosas”, recuerda.

Entre 2015 y 2016, falleció el padre y uno de los hermanos. En 2017, comenzó su carrera política siguiendo el legado del padre y se postuló como concejal en La Plata, en representación del campesinado. “Empecé a ver y visitar barrios populares, carenciados, olvidados. Empecé a tener más conexión con ellos y a tener otra mirada”. En 2019, repitió candidatura y logró el tercer puesto.

“Decidí seguir formándome, trabajando. Se empiezan a concretar algunos proyectos como el galpón de valor agregado. Entre tantas charlas, surgió la Dirección. En principio, pensé que era algo más de acompañamiento. Costó meterse en un lugar tan marcado por hombres. Estoy con una compañera, que es subsecretaria y yo con la dirección. Todos los demás son hombres”, resume.

En el campo, cuenta Elsa, las injusticias se duplican también en código machista. “A la hora de arrancar una asamblea, tomaban la palabra los hombres, hablaban por las mujeres, sabiendo que las compañeras trabajan a la par e incluso se duplica por las tareas de cuidado. Las compañeras han mostrado tener más noción de la realidad en cuanto a la economía del hogar. Es ahí cuando empezamos a impulsarlas. Armamos un merendero casi como excusa para que las madres nos juntemos; que vengan las madres a escuchar y a colaborar”.

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De la organización a la política

María Castillo confiesa que la política “es un mundo que yo criticaba”, pero ahora reconoce que “no es fácil ser funcionario”. María conoce de primera mano todo lo que padece el sector del reciclado, pero tuvo que hacer un curso acelerado para entender todo el entramado administrativo de la gestión pública. “Uno va entendiendo un montón de cosas, pero tampoco es tan difícil. Estoy todo el tiempo pendiente de los proyectos. No dejo que solamente los técnicos laburen en los proyectos, sino que estoy preocupada todo el tiempo por cómo se avanza. También desde lo humano, lo que hace más fácil el trabajo en equipo. Si nos equivocamos, afectamos un montón de gente”.

En ese camino, también llevó a los técnicos y abogados a conocer el mundo cartonero. “Hay que ponerse en la piel del compañero. Logré que me acompañen a cada una de las visitas y les cambió la visión. Lo ven con otros ojos. Es mostrar ‘por esto, tenemos que luchar’”.

En la práctica, María entiende que la organización es la base de cualquier avance. “Empieza un grupo conformando una cooperativa. Tienen una tarea importante para ver cómo se organizan. El vecino empieza a entender que es parte de una construcción social; que es parte de una dignidad económica y social. Una vez que están organizados y produciendo, ahí podemos entrar. Esto debe ser una cogestión del trabajador con el municipio y la Nación. Una vez que se sientan con el municipio, llegamos para ver qué se puede hacer para mejorar la labor. Una vez que hay articulación, se puede hacer una construcción impresionante”, resume.

Fernanda Miño contó que está “en contacto permanente con Carla Vizzotti, avanzando con el programa Detectar”. Sin embargo, también advierte las limitaciones. “Estamos teniendo algún atraso porque hay mucha burocracia en el Estado. Tenemos la intención de cambiar esa realidad y las formas de llegar a los barrios. Sobre todo, en el marco de la pandemia, que deja en evidencia la inequidad en los barrios populares”.

“Tenemos plena confianza de desandar esos caminos que fueron equivocados y quedaron expuestos con la pandemia. Queremos apuntalar a los compañeros en los territorios y tenemos la demanda de todos los barrios. También, a veces uno tiene la fantasía de poder hacer más y la realidad es que está muy limitado”, asegura.

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(Foto: Mariano Martino)


Con todo, Miño entiende que “el trabajo que hagamos desde acá va a ser importante porque vemos en la economía popular un gran desafío de trabajar articulado, brindando las formas posibles de trabajo y creemos que será un gran aporte”.

Elsa Yanaje cuenta que desde la dirección de Comercialización “empezamos a trabajar y a reorganizarnos; a revisar programas, que son buenos, pero que no contemplaban la participación de pequeños productores y mucho menos de indígenas, por lo cual tenemos ahí un desafío muy grande”.

“Estoy acá gracias a mis compañeros y tengo una función específica que es facilitar soluciones viendo las dificultades de cada sector. Haber transitado por varias provincias me dio también una visión más amplia. Me llena de orgullo poder llevar adelante este trabajo. Vamos a paso lento, pero vamos”, finaliza.