En una casona de Colegiales, entre la espesura de plantas y la curiosidad de un gato paseante, calienta el mediodía de sol en una sala cuando está por comenzar el ensayo de un grupo de teatro espontáneo con nombre de tejido y color de tono encarnado: Hilo Rojo.

Sobre el piso de madera, tapando los espejos y ubicando los paños, la compañía de seis integrantes compuesta por actrices, actores, directora y música acuerda la planificación del lunes, previa al reestreno del ciclo. La música (Mariana Occhiuzzi) ubica en el piso flauta traversa, flauta “doble”, calimba, cajones y diversos instrumentos artesanales que animarán las escenas por venir; la directora (Verónica Klas) guía las pautas y ubica dos sillas al costado de la representación, una para dar asiento al “narrador” y la otra para ella y sus compañeros y compañeras. Las actrices (Elisa Davolio y Ángeles Camblong) como los actores (Rubén Carmona y Mariano Bottindari) estiran las primeras vértebras y exhalan los bostezos de la relajación. Occhiuzzi y Klas acuerdan al oído un precalentamiento de ojos tapados con telas para dar lugar a los ejercicios de improvisación con sonidos de aire y madera. La consigna posterior propone abrir el cuerpo, cuidarse y cuidar a los otros al caminar, decidir cada movimiento, buscando distintas velocidades y direcciones para “que las manos cuenten”.

Una hora más tarde, empieza el ritual del juego del teatro espontáneo con todos en la escena: un teatro social, dinámico, con ética definida y animación musical en vivo, de construcción grupal y plena escucha. Es un tipo de teatro pertinente a personas formadas en actuación como así también profesionales de la salud que combinan el consultorio o la sala de hospital con la sala de ensayo, como es el caso de Hilo Rojo. Muchos lo ligan con el Teatro del Oprimido o del Psicodrama porque puede tomar ciertos elementos o estructuras para su conjunto. 

«La fuente del teatro espontáneo son las historias que cuentan las personas del público. Es una construcción colectiva, atraviesa la trama social en donde se inserta esa función”, dice su directora, Verónica Klas. La particularidad, entonces, estará dada por el presente o el contexto, en ese hilar finito que un público activo irá relatando, escena tras escena, para que el cuerpo de actrices y actores formulen así su actuación “espontánea” con trozos del relato, de modo estético y, en casos poético, humorístico y empático, sirviéndose de estructuras fijas dirigidas de modo explícito como foto, fila india, escultura fluida o máquina con fugas.


De la sensación inicial al coro final

La función comienza con un pedido al público para que relate sus sensaciones al llegar allí: expectativa, nervios, ansiedad o dolor, que podrían ser los contenidos iniciales de la dramaturgia. Luego, alguien del público cuenta una historia desde la silla mientras Davolio, Camblong, Carmona y Bottindari escuchan y perciben con atención el relato, también sentados, de su narrador, el que cumplirá en la escena la función de protagonista. 

Camblong cuenta con una sonrisa que muchas veces le preguntan si “hay que contar obligatoriamente”, mientras Davolio resalta la gratitud posfunción de las personas que la saludan y comparten el testimonio de una amiga que le confesó que relatar y escuchar historias le provocó mucha adrenalina. Lo sensible y humano es referido por Bottindari, quien resalta el hecho del encuentro teatral, “de gente respirando al lado tuyo”. Tanto en el ámbito de la sala teatral como en las instituciones, hospitales, organizaciones y cooperativas, en cada función “se cuestiona la lógica del poder”, asume Carmona y agrega que “el valor está en el cuidado de la verdad: cuando representamos queremos que sea lo más verdadero posible, cuidar la sensibilidad y susceptibilidad”.


Todas las historias valen

“Mi hijo quiere agarrar la luna”; “el amor, la muerte y la despedida” o “Soy Omar, estoy en el teatro y me pregunto dónde está la humanidad” podrían ser hilos de una serie en cadena como sucedió en una función en noviembre pasado. O también: “Trabajo en un teatro muy conocido y sufro acoso”, “estoy pendiente de mi hija” o “el sahumerio hizo sonar la alarma de incendios”. «Todas las historias cuentan y valen, sin jerarquías, cualquier persona aquí toma la palabra y son permitidas, salvo que surjan opiniones avasallantes de derechos”, advierte Klas. La escena es un hecho artístico transformado, de un posicionamiento político, acuerda el conjunto Hilo Rojo, mientras subraya su apuesta por el cuidado, el registro, la confianza y la responsabilidad en combinación con la calidad escénica, donde tanto la animación musical, los gestos físicos como los detalles de la luz serán fundamentales para la belleza.

Pero hay algo que sí se repetirá: el público va a reírse y se conmoverá y sobre todo, evocará imágenes constantemente, fibra tas fibra, se atreva o no a hablar ante todos será parte activa del hecho. Y el coro de actores del final recuperará todas las historias enhebradas para cerrar esa función única, esa en la que se preguntó por Santiago Maldonado, la que se contó un encuentro amoroso o en la que una mujer contó que estaba abrumada pero que pudo sentir placer. Alguien querrá volver a la siguiente función para contar lo que no pudo o le dio vergüenza. Después de haber oído historias con olvidos, brumas, penas o llantos que se contienen, qué historia contarías para ver en escena quedará para el Ciclo 2 al hilo. Y, aunque no se enuncie, sí, siempre hay algo para decir.

Ciclo 2 al hilo, jueves 12 y 19 de abril, a las 20:30 en el Centro Cultural Matienzo: Pringles 1249 (y Av. Córdoba).

Valores $ 150 / $ 120. Compra de entradas aquí

Para funciones a pedido en hospitales, instituciones y cooperativas escribir a [email protected].