En el entorno del expresidente Mauricio Macri se empeñan en mostrarlo como el principal dirigente de Juntos por el Cambio, que conduce las decisiones de la coalición oficialista, ahora desde Europa. La imagen que sostienen sus voceros es una frazada demasiado corta en comparación con la realidad interna de una alianza cuyos liderazgos están en proceso de revisión permanente en medio de la pandemia.

El próximo desafío táctico que enfrentará el líder del PRO, a la distancia, tendrá que ver con el alcance de sus influencias para endurecer las posiciones de los diputados de Juntos por el Cambio en la Cámara de Diputados, que discutirán la renovación del protocolo para continuar con las sesiones mixtas que permiten el funcionamiento del cuerpo en medio de la cuarentena.

En el bloque de la UCR, que preside el radical Mario Negri, y en sus primos de la Coalición Cívica la posición mayoritaria es negarse a una renovación del mecanismo para sesionar en forma remota. Sostienen que no hay condiciones para continuar con ese sistema por la complejidad de los temas que se avecinan, cuyo disenso no puede ser contenido de forma telemática.

El acuerdo entre macristas, radicales y lilitos está concentrado en negarse a tratar el proyecto de reforma judicial con ese sistema. Consideran que el Senado sancionará pronto la iniciativa, con la utilización de la mayoría de 41 votos que tiene el Frente de Todos. Cuando eso suceda, la pelota pasará a Diputados y el debate, según pronostican, será encarnizado.

Sin embargo, los tiempos que maneja el oficialismo en la Cámara Alta son otros. Estiman que el debate podría superar los dos meses, en un proceso de negociaciones que recién comienza. En el bloque del PRO, que conduce Cristian Ritondo, las posiciones no son unánimes. Avalan la negativa de tratar una eventual reforma judicial en forma remota, pero consideran que el recinto no puede quedar parado en medio de la crisis económica que profundiza la pandemia.

«Sólo coincidimos con Macri en el tema de la reforma, pero creemos que hay que seguir funcionando para tratar medidas económicas urgentes para la crisis, cuyas consecuencias serán peores que el 2001. Ante eso no podemos quedar en pausa», reconocen dentro del bloque PRO.

La lectura aporta una de las ventanas que se abrieron en la negociación con el oficialismo, que buscará orientar los debates legislativos a retomar una agenda propositiva que le permita al Gobierno retomar la iniciativa económica luego del desenlace del primer tramo de la renegociación de la deuda externa.

En el horizonte que delinean en el Frente de Todos aseguran la presentación del proyecto de ley para crear un «aporte solidario extraordinario para las grandes fortunas», que tendrá una afectación específica para mitigar los efectos de la pandemia. Y un paquete de beneficios fiscales y crediticios para los sectores más golpeados por la crisis. Si la oposición se niega a tratarlos, correría el riesgo de compartir el descrédito público que ya azota a los principales dirigentes del PRO que reclaman endurecer sus posiciones en la relación con el Gobierno.

«Es mejor tener al salvadidas de plomo lejos y hablando desde allá todo lo que quiera», resumió uno de los principales jugadores del bloque macrista sobre el último viaje que protagoniza el fundador del partido.

Las consecuencias de la dureza que promueve la exministra de Seguridad y presidenta del PRO, Patricia Bullrich, son más negativas que positivas para el conglomerado opositor. En distintos sondeos aparece como una de las figuras políticas con menor aceptación, sólo por debajo del expresidente que tiene una altísima imagen negativa en un año no electoral.

Los detractores de Macri sostienen que su último viaje a Europa cayó como una piedra en los ánimos de sus seguidores y militantes. Pero la partida es vivida como un alivio para quienes buscan encapsular el esfuerzo verbal que invierte para no perder la conversación con su núcleo más duro. En ese punto sí existe una coincidencia con el expresidente. «Nuestros votantes jamás aceptarían que acompañemos la reforma judicial y menos con el sistema remoto que no funciona para plasmar desacuerdos», sostiene uno de los escuderos del ala dialoguista.

Pero los acuerdos con el expresidente llegan hasta ese límite y marcan la geografía de los posibles acuerdos que busca tejer el oficialismo para que el recinto siga funcionando, sin tener que desempolvar el plan B, que implica retornar a las sesiones presenciales, pero en un lugar que permita garantizar la distancia sanitaria necesaria para reducir los riesgos de contagios.

La llave para evitarlo está depositada en los tiempos que defina el Frente de Todos para tratar la reforma judicial en el Senado. Y en la batería de proyectos económicos que acuerde definir con la oposición para que las tres tribus de Cambiemos no queden alineadas con los deseos de Macri. Para el expresidente también será un examen, aunque lo seguirá entre París y Zurich, en medio de los temores por su futuro judicial y por la pérdida de empatía que experimenta con la población en medio de la pandemia. Así de corta es la soga que transita el expresidente en su primer año fuera del poder.