Los ejes del debate económico que impulsa el gobierno fueron cambiando en los últimos dos años. Al inicio de su gestión la discusión se centraba en la conveniencia de pagar la deuda a los fondos buitre como paso previo a la integración con el mundo; luego giró hacia el costo de apoyar la industria local y la presunta falta de vocación del empresariado nacional para hacer inversiones de riesgo; en los últimos días, el tema pasó a ser si el Estado tendrá dinero para cubrir los vencimientos del año que viene.

La dinámica de la crisis cambiaria obliga al equipo económico a cambiar de tácticas y concentrarse en objetivos cada vez más pequeños e inmediatos. A tal punto que varios párrafos del acuerdo celebrado con el Fondo Monetario Internacional, aprobado el 20 de junio (hace apenas nueve semanas y media), ya se están reescribiendo.

De eso trató la visita de la misión del Fondo. El italiano Roberto Cardarelli, jefe de la delegación, auscultó en persona el panorama para los próximos meses. Ya le dio el visto bueno a Luis Caputo, titular del Banco Central, para emplear reservas en el rescate de las Lebac, algo que estaba vedado en el acuerdo original y que se puso en práctica la semana pasada. Y tomó nota de dos cuestiones: que la inflación superará el 32% comprometido por las autoridades, lo que obligará al gobierno argentino a pedir un waiver (perdón por incumplimiento de las cláusulas del acuerdo); y que lejos del 0,4% de crecimiento previsto en el texto, el PBI retrocederá en 2018. «El estimado es que este año vamos a caer un punto», dijo el presidente Mauricio Macri en un reportaje a la cadena CNN.

Aunque el discurso oficial le echa la culpa a la sequía, la suba del petróleo, la debacle de la lira turca y la incertidumbre política en Brasil, la situación local tiene aristas propias. Por eso algunos analistas empiezan a hablar del «efecto Tango». El viernes, por ejemplo, el dólar bajó en casi todo el mundo pero en Buenos Aires trepó a $ 31,47 para una suba acumulada del 66% en lo que va del año.

La abrupta caída del peso, sin piso a la vista, y la abultada deuda pública (U$S 360 mil millones, de los cuales el 68% está nominado en dólares y crece a la par de la devaluación) son algunos de los motivos que provocan la desconfianza de los mercados. Podría agregarse que pese al nuevo tipo de cambio las exportaciones no mejoran, lo que impide conseguir divisas de manera genuina (en julio volvió a haber déficit comercial); que la fuga de capitales no se detiene, como admite el Banco Central; que la Fed ya anunció nuevas subas de la tasa de interés estadounidense que presagian más salida de capitales de los países emergentes para emprender el «vuelo a la calidad»; y que el gobierno está armando otra bola de nieve con las Letras del Tesoro, título con el que pretende reemplazar las Lebac: entre septiembre y febrero el monto promedio a devolver de Letes es de U$S 1900 millones por mes.

La debacle de los bonos argentinos, con un riesgo país a 700 puntos, y la sostenida caída de las acciones de firmas locales en el exterior reflejan ese cúmulo de dudas. Pese a ello, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, salió a calmar las aguas por televisión: «No hay ninguna posibilidad de una megacrisis; no hay posibilidad de default», enfatizó.

La pregunta que se hacen en el mundo financiero es: ¿cómo hará Argentina para generar los dólares que necesita para pagar la deuda? Es la que le transmitió un conjunto selecto de banqueros y hombres de negocios al vicejefe de Gabinete, Mario Quintana; el secretario de Hacienda, Santiago Bausili; y el vicepresidente del Banco Central, Gustavo Cañonero. Los tres fueron a Nueva York para calmar a los acreedores y decirles que sólo faltan U$S 7500 millones para cubrir las necesidades financieras de 2019. En ese cálculo dieron por sentados dos supuestos: que se refinanciarán todas las Letes, algo impredecible, ya la proporción de títulos que se renovaron en las últimas licitaciones osciló del 90% a sólo el 42%; y que el Fondo girará las cuatro cuotas trimestrales de U$S 2900 millones cada una, que en un primer momento Hacienda había dicho que dejaría en carácter precautorio (no las retiraría a menos que fuera imprescindible). También deslizaron que, en el peor de los casos, podría haber una gestión política ante el FMI para que adelante desembolsos previstos para los años subsiguientes. ¿Aceptaría el organismo un pedido de ese tipo en un escenario donde no se cumplan las metas macroeconómicas prometidas?

Al viaje de Quintana y compañía a Nueva York le seguirán otros. Caputo pasó este fin de semana en Jackson Hole, Estados Unidos, donde participa de una cumbre de banqueros y está tanteando el terreno para lograr nuevas fuentes de financiamiento. Y Macri piensa aprovechar la asamblea anual de la ONU, en septiembre, para hablar cara a cara con líderes políticos e inversionistas. Si el presidente no logra convencerlos de que todo está bajo control, ¿quién lo hará? «

Este año ya se fugaron U$S 20 mil millones

La fuga de capitales no se detiene. El balance cambiario del Banco Central, difundido el último miércoles, reveló que en julio salieron del sistema financiero U$S 3351 millones. En los siete primeros meses de este año la suma acumulada es de U$S 20.027 millones, casi el doble del monto correspondiente al mismo período de 2017 (U$S 10.155 millones).

Según la entidad que regula el sistema financiero argentino, la formación de activos externos de residentes (tal la denominación técnica) estuvo compuesta por compras netas de billetes por U$S 2386 millones y transferencias netas de residentes al exterior por U$S 965 millones.

En términos brutos, las compras de billetes de residentes totalizaron US$ 3693 millones y fueron realizadas por cerca de 1.350.000 clientes. Esto significa que las que compraron divisas fueron 240 mil personas más que las que lo habían hecho en junio, cuando del sistema financiero salieron U$S 3074 millones.

El monto que salió del sistema es segundo más alto del último año y medio, sólo superado por los U$S 4616 millones fugados en mayo. Para el BCRA, el «efecto aguinaldo» no fue ajeno al fenómeno. «Una posible explicación para el aumento de las compras brutas de billetes en moneda extranjera podría encontrarse en el cobro del sueldo anual complementario», señaló la entidad, con números que demuestran que la demanda se incentivó especialmente en sectores de pequeño y mediano poder adquisitivo: el 47% del monto de divisas fue adquirido en operaciones menores a los 10 mil dólares.