“Mi viejo enfrentaba las injusticias y eso me corre por la sangre”, dice Eduardo Felipe Vallese. El hijo del primer militante peronista desaparecido, Felipe Vallese, supo que el hombre que aparecía en los carteles con la leyenda: “Un grito que estremece, Vallese no aparece” era su papá, a los ocho años, pero vivió con otro apellido hasta 2012 cuando logró recuperar su identidad. Cuando el presidente electo Alberto Fernández se refirió a su padre en la CGT, sintió orgullo de escuchar en la boca de un mandatario el nombre de aquel delegado gremial de la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y militante de la Juventud Peronista (JP) de la resistencia, cuya desaparición preanunció con exactitud lo que ocurriría de manera sistemática poco más de diez años después.

“A mí me llenó de orgullo porque fue la primera vez que escuché a un presidente de la Nación mencionar a mi viejo y le dio un tinte no solo político sino también humano”, dice Vallese al evocar las palabras de Fernández en el salón de actos de la CGT que lleva su nombre. El presidente electo no solo rememoró a la víctima de la intolerancia y la violencia, sino que también lo levantó como bandera: “Nada quisiera más en la vida que no exista nunca más un Felipe Vallese en Argentina y que todos seamos respetados por nuestras ideas y nuestras convicciones”, dijo.

Vallese fue secuestrado el 23 de agosto de 1962 cuando caminaba por calle Canalejas –hoy calle Felipe Vallese, en Caballito- rumbo a la Metalúrgica TEA en la que trabajaba y era delegado gremial. Fue abordado en plena noche, golpeado y cargado en un auto. No se supo nada más de él. El joven obrero se convirtió en el primer detenido desaparecido de la militancia peronista.

Según la reconstrucción de los abogados de la UOM, Rodolfo Ortega Peña y Eduardo Luis Duhalde (ex secretario de Derechos Humanos de la Nación), los policías buscaban a Alberto “Pocho” Rearte, hermano de Gustavo, uno de los principales referentes de la JP. Los secuestradores pertenecían a la Unidad Regional San Martín de la Policía Bonaerense y el operativo estuvo al mando del comisario Juan Fiorillo, que murió en 2008 en prisión domiciliaria procesado por su participación en el centro clandestino de La Plata Comisaría Quinta y en el ataque a la imprenta de Montoneros que culminó con el robo de la beba Clara Anahí, nieta de Chicha Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo. En una entrevista con Tiempo, el hijo del desaparecido reconstruye aquella historia.

-¿Cómo fue la lucha de su padre y su desaparición?

-Felipe Vallese es el primer detenido desaparecido de la Juventud Peronista. Había nacido el 14 de abril de 1940 y en 1955 estuvo presente en el bombardeo a Plaza de Mayo: estaban jugando al fútbol en Plaza Irlanda cuando pasaron camiones que venían de provincia y les dicen que se suban que había que defender a Perón. Cuando llegaron vieron el bombardeo, con gente muerta, herida, mutilada, el Ejército que de un lado defendía a Perón y del otro asesinaba gente. Yo creo que fue algo muy duro para mi viejo que tenía solo 15 años y que ahí el se dio cuenta de lo que se estaba viviendo. Poco después, en 1956 vinieron los fusilamientos de José León Suárez y él ya estaba participando en lo que se llamaba la resistencia peronista.

-¿Fueron los inicios de su militancia política?

-En el año ’58, con 40 compañeros fundaron la mesa ejecutiva de la JP. Tenían la particularidad de que se juntaban en Corrientes y Esmeralda, en la esquina en la que funcionaba un periódico y hacían una especie de teatralización frente a la cartelera de noticias. Se juntaban grupos de compañeros y teatralizaban discusiones entre peronistas y antiperonistas y la gente que pasaba se sumaba. Se solían armar trifulcas. En realidad, le habían encontrado la vuelta a la militancia de juventud. Pero cuando tenía 17 años entró a trabajar a la metalúrgica TEA de la calle Caracas 940, y apenas ingresó lo nombraron delegado. Iba siempre a la UOM de la calle Alsina a la biblioteca para aprender sobre los derechos de los trabajadores y ahí los conoció a Eduardo Luis Duhalde y a Rodolfo Ortega Peña. Después ocurrió la desaparición de mi viejo.

Los hechos que llevaron a la desaparición de Felipe Vallese comenzaron un mes antes. El 8 de julio de 1962 dos policías bonaerenses fueron asesinados a balazos en un corralón de calle Gascón al 200 de Capital Federal. El hecho fue confuso pero la Policía Bonaerense culpó a Rearte. “La cosa es que Pocho iba muy seguido a la casa de mi viejo que vivía en Morelos 628. El 10 de julio comenzaron a rodear la casa y el 23 de agosto de 1962 dieron el golpe: secuestran a mi viejo cuando iba a la fábrica que estaba a diez cuadras. Lo atrapan en la calle Canalejas al 1776, con dos móviles. Se aferró a un árbol, pero se lo llevaron, y no conformes con eso fueron a la casa y se llevaron al resto: Elbia, Héctor, Mercedes y su marido Arturo, que fue el que lo delató. Yo quedé solo con las hijas de Mercedes”, contó.

-¿Cómo siguió su vida?

-Me internaron en un colegio pupilo bajo tutela de un juez de menores hasta que Elvia Raquel de La Peña, que no era mi madre, fraguó una partida de nacimiento para poder sacarme. Ahí me pusieron Eduardo Felipe Luis de la Peña.

-¿Cómo recuperó su identidad?

-A los cinco años entre los roperos de Elvia encontré unos afiches que decían: “Un grito que estremece, Vallese no aparece” y mostraban la cara de un hombre. Yo era chico y tenía sospechas sobre quién era mi papá. Y cuando cumplí 8 años le dije que quería saber y ella me contó la historia. En el 2005 ingresé a la Secretaría de DD HH de la Nación donde me encontré con Eduardo Luis Duhalde y él me contó que conocía a mi viejo y que me llevaba a la UOM. Me contó que mi viejo le pedía que me tuviera mientras buscaba libros o reglamentos. “Yo te tenía en brazos”, me decía. En 2006, con su testimonio comenzó el juicio por el derecho a la identidad, luego mi tío Ricardo se hizo una extracción de sangre para el ADN y recién en 2012 la justicia da el veredicto que yo era el hijo de Felipe Vallese.

-La semana pasada Fernández se refirió a tu padre en la CGT…

-Lo escuché. Y me llenó de orgullo porque fue la primera vez que escuché a un presidente mencionar a mi viejo y le dio un tinte no solo político sino también humano, y dice que no quiere nunca más un desaparecido. Yo tuve un contacto con Alberto antes de las elecciones y esa referencia me dio esperanzas. En la secretaría de DD HH falta hacer muchas cosas. Hay que lograr que se terminen de resolver todos los casos de las leyes reparatorias, hay que darle un empuje dinámico y ejecutivo al Concejo Federal que creó Eduardo Luis Duhalde. Habría que impulsar el observatorio de Derechos Humanos. La gestión de Mauricio Macri con Claudio Avruj al frente hizo poco y nada. Se dedicó a eliminar áreas, a achicarlas, a dejar gente sin trabajo.