La movilidad social ascendente en el fútbol puede llevar a un jugador de debutar en Centro Español, un equipo de la D, última categoría del Ascenso en la Argentina, a tener como entrenador a Diego Maradona en el Al-Fujairah de los Emiratos Árabes Unidos. Gonzalo Bravo -27 años, debut en 2009 en Centro Español, apenas un semestre con Defensa y Justicia en la Primera División y, sobre todo, el enganche de Deportivo Riestra en el reciente ascenso a la B Nacional- es el caso testigo de ese estado benefactor de la pelota: porque está ahora en la puerta de un hotel en el Emirato de Fujairah después de la práctica con Maradona, son cerca de las diez y media de la noche, y mientras se deslizan los autos de lujo por la avenida, el único argentino en el plantel del Al-Fujairah de Diego dice: «Es un ídolo. Cuando jugaba en la D ni siquiera me imaginé llegar a verlo un día en persona, jamás. Y que ahora haya puesto los ojos en mí y me haya traído, imaginate… Habiendo tantos jugadores, me trajo a mí y es una gran alegría para mí y para toda mi familia. Es un sueño, realmente».

En su quinta experiencia como entrenador, Maradona pasa los días en el Al-Fujairah de la segunda división de los Emiratos Árabes con otros argentinos, además de Bravo: Héctor Enrique y Luis Islas, ayudantes de campo; Bruno Maffoni, analista de videos; y Gastón Romero, entrenador de arqueros. El lunes pasado festejó los 57 años. Bravo, a quien Diego conoció en sus reiteradas visitas al plantel de Riestra por la amistad con el abogado y gerenciador del club, Víctor Stinfale, vive la experiencia desde adentro de la cancha. «Extrañaba el perfume del pasto», dijo Maradona como motivo para volver a dirigir después de Mandiyú de Corrientes (1994), Racing (1995), la Selección Argentina (2008-2010) y el Al-Wasl (2011-2012). «Cuando fue Diego a los entrenamientos y a los partidos pude jugar bien y me vio de cerca -cuenta Bravo a Tiempo-. No sé si soy el preferido, pero quedó una buena relación conmigo y compartimos charlas, como con otros chicos de Riestra. Gracias a Dios me dio la posibilidad de venir». Al-Fujairah, cuyo estadio tiene capacidad para 10 mil espectadores, terminó cuarto la temporada pasada entre los 12 equipos de la League Division 1, a nueve puntos de Dubai, que terminó segundo y ascendió a la élite de los Emiratos Árabes Unidos, un país que sólo jugó un Mundial -Italia 1990- y terminó como el peor clasificado en la tabla general.

«Gonza tuvo un gran semestre cuando volvió de Defensa y Justicia, y fue la figura del ascenso a la B Nacional, brilló -marca Gustavo Benítez, defensor, actual capitán de Riestra-. Y Diego venía siguiéndolo durante el campeonato y sólo podía llevar a dos argentinos. Lo extrañamos mucho. Es un chico muy callado que siempre tira para adelante en el grupo. No necesita hablar mucho: hace todo dentro de la cancha, no necesita más, y agarra la pelotita en los partidos jodidos, como en las finales con Comunicaciones, se hace cargo, y también eso hizo que se fuera para allá». Allá, en Fujairah, uno de los siete emiratos, cerca de las aguas del Golfo de Omán en el mar Arábigo, está Bravo, el Enano: «Me estoy acostumbrando rápido y bien, por suerte. Acá en Fujairah es todo muy raro, pero es muy tranquilo. Estoy con mi señora y mi nena y se hace todo más fácil. Con el resto de mi familia de Argentina me comunico por Skype porque las comunicaciones no son fáciles. Al principio nos costó un poco, pero se está pasando todo muy rápido porque es muy lindo y ando conociendo, y eso hace todo más fácil. Después, entrenamos a las seis de la tarde por el calor. Y que te entrene el Diego, tenerlo de DT, mucho mejor, mucho más se disfruta».

En sus ratos libres, Maradona aún le envía mensajes con apuntes tácticos y comentarios futbolísticos a los jugadores de Riestra después de los partidos. En enero pasado, durante una pretemporada que comenzaba a la madrugada, a Bravo le enseñó cómo patear los tiros libres. «La concentración, en esto, es fundamental -le indicó Diego a Bravo y le señaló la pelota, distante de la barrera-. Arriesgá todo, arriesgá que baje, y dejá que el pie pase». Benítez dice que extraña a Maradona (y a Bravo): «Hemos compartido muchas horas juntos, siempre corrigiendo cosas, y también asados, charlas, mates. Al Enano siempre lo cargo: le digo que me cansa, porque me manda todos los días mensajes». Lo imborrable en la relación con Diego, admiten, fue el día después de terminar la extravagante pretemporada con Riestra. Era domingo. Llovía. Venían de jornadas extenuantes, con apenas cuatro horas para dormir en el medio de las rutinas de ejercicios, alimentación y descanso. Recibieron un llamado del club: «Diego quiere jugar un picadito y faltan seis jugadores». Ese día, Benítez y Bravo dejaron la tarde junto a la familia y corrieron a la cancha techada del predio de La Candela en San Justo. «Maradona es así de especial, el más grande que hay en el fútbol -cierra Bravo-. Y por eso es un orgullo que me haya dado esta posibilidad. Espero aprovecharla…».