El gobierno nacional se planteó como estrategia retomar el discurso que había esgrimido el presidente Mauricio Macri al día siguiente de las PASO. Ese lunes 12 de agosto, cuando el dólar se disparó, y el Central lo dejó correr, el presidente realizó una conferencia de prensa y culpó al triunfo del peronismo y al voto popular por el nuevo cimbronazo financiero producido por el modelo especulativo que el propio ejecutivo nacional puso en marcha desde que asumió.

Ahora, un twit de Alberto Fernández o un comunicado del Frente de Todos, parece tener más poder que todo el gobierno que maneja la política monetaria, la fiscal, la tributaria, la cambiaria. Alberto F tiene -otra vez- la culpa del nuevo salto del dólar por haber dicho que el FMI y el gobierno tienen que hacerse cargo de la “catástrofe social” que generaron. 

Fueron varios los funcionarios que salieron a coro a respaldar esta línea discursiva. Entre ellos estuvo, por caso, la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Declaró que el candidato presidencial del Frente de Todos había hecho “declaraciones incendiarias”. Bullrich no será seguramente recordada por su prudencia y moderación a la hora de hacer declaraciones. Por sacar un recuerdo de la galera: cuando estaba en la oposición y era diputada dijo, con el cadáver del Fiscal Alberto Nisman aún caliente y sin que empezara la investigación, que se trataba de un asesinato.

El presidente Mauricio Macri también se pronunció el martes pasado. Sostuvo que durante estos años “no se habían podido acordar todas las cosas necesarias y que ahora había una oportunidad”. Y que si a él le tocaba “ser oposición, apoyaría”. Macri no quiere acordar. Quiere que el Frente de Todos diga públicamente que va a continuar el camino de “reformas” iniciado por el macrismo. Espera esas palabras en medio del naufragio de su política económica.

Varios dirigentes del peronismo han acuñado una frase, pronunciada públicamente por primera vez por Máximo Kirchner, que sostiene: “Queremos que los números cierren con la gente adentro”. Esa definición parte de una base que la realidad se ha encargado de refutar. El gobierno de Macri no es una gestión conservadora que equilibro la macroeconomía pero aumentó la injusticia social. No es que los números cerraron con la gente afuera. Como suele ocurrir con los modelos especulativos que impulsa la derecha en la Argentina, todos los indicadores dan mal. Los números no cierran y hay mucha gente durmiendo afuera.

En este marco es que el gobierno volvió a victimizarse y a transformar el twitter de Alberto F en una suerte de espada láser capaz de cortar el acero por la mitad. No hay que descartar que las declaraciones del ex jefe de gabinete hayan sido una respuesta al FMI, que quiere forzar al candidato presidencial a asumir compromisos ahora que su poder no está del todo consolidado, como sí ocurrirá luego de la elección general.

El gobierno está en una trampa sin salida. Debería tomar medidas como aumentar las retenciones para captar recursos y desdolarizar parcialmente los alimentos, pero si lo hace complica el respaldo del voto rural, donde aún conserva un buen caudal. Ahora parece esbozar alguna decisión, como forzar a los exportadores a liquidar divisas, que pondrían cierto coto a la fiesta especulativa que fueron estos años de Macri. Pero todo es hecho suavemente y con culpa.

La estrategia de victimizarse tiene un riesgo complejo. Si hay algo instalado en el imaginario del electorado argentino, incluso en aquellos que jamás votarían al Justicialismo, es que el peronismo “sabe gobernar”. A medida que el gobierno se muestra incapaz de manejar la situación, cuando aparece tan endeble como para que un twitter del Alberto F desate una tormenta, el imaginario social que le adjudica al peronismo el activo de la gobernabilidad se fortalece. De allí lo autodestructivo de la estrategia del oficialismo al declarar un default, que no es el de la deuda sino el de su capacidad política para manejar la situación.