En 1948, Nora Cortiñas acompañaba a su novio Carlos al estadio Monumental. Ninguno era de River: ella de Independiente, él de Boca. Pero conseguían entradas para ir a ver lo que quedaba de La Máquina. Y allá iban, él a mirar fútbol y ella a tomar sol o a avanzar con sus tejidos. Norita dice ahora, siete décadas después, que se arrepiente de no haber disfrutado de Ángel Labruna, pero esas eran las costumbres.

Se lo cuenta a 12 mujeres futboleras que se acercaron hasta su casa en Castelar para comer un asado, compartir una tarde y consumar un homenaje: entregarle a Norita la camiseta de Norita Fútbol Club, un equipo que lleva dos años de vida y que nació como una reivindicación de la historia de esta Madre de Plaza de Mayo. “Las Madres y las Abuelas nos dejaron la enseñanza de su historia, que es una constante de romper con lo establecido para las mujeres. Han sabido salir -dice Magui Fernández Valdez, delantera de Norita FC- del ámbito de lo privado para entrar en el escenario público, en el espacio político. Nosotras nos definimos como un equipo de fútbol feminista, ocupamos canchas que no fueron pensadas para que juguemos las mujeres. Por eso una de las cosas más lindas es llevar este nombre”.

Las jugadoras escuchan a Cortiñas contar su historia. Sus peleas, el dolor por el secuestro de su hijo Gustavo, que continúa desaparecido, y también le escuchan una confesión: que ella alguna vez había creído que el fútbol era para varones, no para mujeres, pero que eso ya se había terminado. “Por eso -dice Nora- el fútbol femenino es igualdad.” Norita FC apareció a comienzos de 2017, casi como una casualidad ante la necesidad de pensar un nombre para inscribirse en uno de los tantos torneos de fútbol femenino que se juegan en el área metropolitana de Buenos Aires. “Pero por las cosas que fue haciendo ella nos hizo estar cada vez más orgullosas de nuestro nombre. Y decidimos adoptarlo. Ella, como nosotras, piensa que el feminismo es una cosa bárbara. Es una destructora de estereotipos que nos marca el camino, que no para un segundo de romper los límites asignados al cuerpo de las mujeres desde que lucha por la aparición de su hijo. Nosotros también damos la lucha por nuestro cuerpo, para volverlo activo dentro de la cancha”, describe la defensora Tamara Haber.

Este asado futbolero del mediodía del domingo entre Nora y un equipo que lleva su nombre no es el primer cruce entre las Madres y la pelota. El Mundial 78 es una referencia: permitió llevar la pelea de los organismos de Derechos Humanos más allá de la frontera por la presencia de medios internacionales pero también fue convivir con un pueblo que festejaba mientras en sus propios hogares no había lugar para otra cosa más que el dolor. Cuando Daniel Passarella recibió la Copa del Mundo de manos del dictador Jorge Videla, Gustavo Cortiñas ya estaba desaparecido. Nora le pidió a su marido que apagara la tele porque no podía soportar tanta contradicción.

En 2000, en una producción del diario Clarín, el mundialista Julio Ricardo Villa y Taty Almeida compartieron una charla en el primer encuentro entre una Madre y un futbolista del 78. El último 24 de Marzo, Taty encabezó la marcha en el Día de la Memoria, la Verdad y la Justicia con un banderín de Racing, un homenaje a su hijo Alejandro, que hasta que lo secuestró la Triple A en 1975 se las ingeniaba para ir al estadio Presidente Perón a ver a la Academia. La propia Cortiñas ya había visto también cómo se encontraban en la misma esquina su constancia por militar las causas justas y la pasión por el fútbol: en marzo último participó de un picado frente al Congreso para pedir la absolución de Higui. Higui, que es arquera y le dicen así por su admiración por el colombiano René Higuita, estuvo presa por asesinar a un hombre al defenderse de la violación de una patota que pretendían “corregir” su lesbianismo.

De todos eso se charla en las horas de sobremesa que siguen al asado, una cita que se arregló durante el Foro contra el G20, en noviembre pasado. Las jugadoras de Norita FC se presentaron, Norita anotó un teléfono y prometió invitarlas a comer. Cumplió. “Contó cómo se hizo feminista, que su familia era muy patriarcal, y que ella se esforzaba por ser una buena ama de casa. Cuando se llevaron a su hijo y salió a la calle, se encontró con otro mundo. Al principio le costó reconocerse feminista. Nos decía que tenía 88 años y yo pensaba la capacidad de transformarse a ella misma”, dice la defensora María Fernández Melián.

Además de las diez futbolistas de Norita FC en la mesa estuvieron sentadas Mónica Santino, referente del fútbol femenino en la Argentina, fundadora de La Nuestra, y Betty García, integrante del equipo que fue campeón mundial en México 1971, antes de que el fútbol femenino fuera parte de la estructura de la AFA. “Yo había escuchado hablar de las Madres y de las Abuelas, pero no es lo mismo escuchar de boca de ella la lucha para encontrar a su hijo. Fue una sorpresa, algo nuevo”, dice Betty, la exjugadora de Las Pioneras que ahora es la entrenadora de Norita FC.

El único indicio de que ya pasaron siete horas desde que arrancó el encuentro en Castelar es que se empieza a hacer de noche. Es momento de irse, pero antes hay que concretar el acto por el que se empezó a gestar la reunión: entregarle a Nora Cortiñas la camiseta de Norita FC.

-¿Qué número querés?

-No sé, cualquiera: denme la 10.