Virginia Feinmann, que tiene una larga militancia en el campo de los derechos femeninos, acaba de publicar Personas que quizás conozcas (Emece). Este libro está constituido por pequeñas escenas de la vida cotidiana, en varios casos con mucha carga autobiográfica. Cada una de estos breves relatos tiene un sentido propio, pero a la vez se integra a una historia mayor. Las historias independientes terminan por constituir una novela. Podría decirse que se trata de una novela de lo femenino o de una pequeña serie de relatos de lo femenino que van constituyendo una unidad mayor.

La vida de Virginia gira alrededor de la palabra. Escribió cuentos para Verano /12, Letras Libres, La Granada, La Gaceta y El Coloquio de los perros. Es traductora, correctora, periodista, editora y hasta librera.  Integra, además, el colectivo Trabajadores de la Palabra. Con sus intervenciones en Facebook, relacionadas con temas femeninos, comenzó a ganar seguidoras y hoy, debidamente pulidos y editados, esos posteos se convirtieron en un libro.

“Estos textos –explica la autora sobre el origen de su libro- los fui escribiendo en mi muro de Facebook. Posteaba esas entradas que tenían una unidad propia, cerraban en sí mismas, eran microrrelatos. Cuando me llegó el ofrecimiento de la editorial Emecé de hacer un libro, me puse muy contenta. Mi libro anterior, Toda clases de cosas posibles, tuvo un origen similar. Salió en la colección Mulitas que dirigen Mariano Quirós y Pablo Black. Hace unos dos años ellos vieron que en mi muro se había juntado un determinado público lector y que esos textos circulaban. Ese libro creo que quedó un poco más caótico. Está constituido por pastillitas, por microrrelatos. En éste quise ver si podía armar una especie de novela de doble entrada: que cada texto cerrara en sí mismo y  dejara al lector con una apropiación de sentido completa, con un remate, pero, a la vez, fuera contando una historia más grande por pinceladas. Me gusta la idea de que se puedan leer en el subte dos o tres relatos, pero que no se pierda el eje.

-¿Cómo hiciste para lograr eso?

-Trabajé cuatro subtramas: la relación con la madre, la figura del padre y su enfermedad, el desamor en una relación con un tipo casado y el contexto político con el desempleo y el fracaso de la opción política de la protagonista y el macrismo como contexto general. Luego hay algunos separadores sueltitos. En este libro todo se cayó. El anterior transcurría en una época más sólida, en el que había un gobierno de raíz  popular. La protagonista era más feliz e iba al supermercado y compraba con Precios Cuidados. Personas que quizás conozcas, en cambio, fue escrito a la luz de este derrumbe político y personal por los problemas de salud de mi papá (Virginia es hija de José Pablo Feinmann). Dejé que esas instancias avanzaran en paralelo. La de la madre tiene el matiz del abuso que también estaba en el primer libro. Madre e hija se reencuentran cuando ella le puede contar que también ella vivió la misma situación. La del padre se resuelve, creo yo, con una esperanza, porque la protagonista decide que no se va resignar. El novio pretende consolarla diciendo que ellos están en la edad en que los padres mueren, pero ella decide que no lo va a soltar, que no se va a resignar a esa ley que parece inexorable. 

-Hay en tu libro algo muy fuerte que tiene que ver con lo femenino. Vos tenés una larga militancia en ese campo. ¿Surgió de manera espontánea o calculada?

-Específicamente sí quise incluir el acoso con el médico y el de la madre en el colectivo porque hay un abuso intrafamiliar que es un dato de mi biografía. Tengo, además, otros cuentos que hablan del abuso infantil. También aparecía esto de manera más explícita en mi libro anterior. No sólo me hace bien a nivel personal escribir sobre eso, sino que, a partir de la circulación en las redes, me escribieron docentes, chicas a las que les pasó lo mismo. Ahora lo estamos viendo en gran magnitud con Thelma y el colectivo de actrices.

-En este momento tu libro tiene una gran vigencia.

-Es que en una escala micro puedo decirte que a mí pasó igual. Hay una chica a la que no conozco personalmente, sino que me escribe a través de Facebook, que me contó un caso de abuso y que me dijo “esto lo saben sólo mi psicoanalista y vos”. Cada tanto me cuenta cómo lo va hablando con la psicoanalista.

Es muy raro encontrar una mujer que no haya sido víctima de un abuso de este tipo.

-Sí, y cuando vos escribís algo y otro lo ve, comienza a revisar cosas en relación con ese hecho de las que a lo mejor no se había dado cuenta. Toma conciencia del abuso, algo que todas teníamos como muy naturalizado. Por ejemplo, si un compañero me llevaba en auto a mi casa, sabía o intuía que en la puerta  iba a intentar darme un beso aunque yo no quisiera. Era como pagar un precio. Lo vivíamos de una manera muy naturalizada. Ahora yo misma comienzo a analizar distintas situaciones laborales y puedo decirte que hasta el año pasado viví episodios así. Eso es algo increíble y quería que estuviera. Desde muy chica tengo muy claro la necesidad de que el aborto sea legal, aunque eso no aparece en el libro. Todo este año acompañé mucho esa causa, ando siempre con el pañuelo verde.  Recuerdo que en el 95 o 96 Menem había declarado el Día del niño no nacido. Fue un 23 de marzo. Creo que éramos 20 mujeres las que nos manifestamos en contra frente al hotel donde se realizó el acto. Ver que el reclamo al derecho al aborto legal cobró la dimensión que tiene hoy es muy emocionante.

-La verdad es que cobró esa dimensión gracias a la militancia femenina.

-Sí, es cierto. Fueron muchos años de lucha. Recuerdo que en un momento fuimos al programa de Miriam Lewin que fue un especial sobre el aborto legal. Se había tratado en la ciudad y no creíamos que podía alcanzar tanta masividad. La nueva generación que se sumó fue fundamental en ese sentido. Tengo una alumna de taller literario que tiene 11 años y viene con el pañuelito verde. Creo que estas chicas van a garantizar que las cosas cambien.

-Hay otro tipo de pensamiento sobre la mujer.

-Sí y visibilizar los abusos en el ámbito de trabajo es algo básico. Creo que en este segundo libro la protagonista está más empoderada, tiene su vibrador. Me parece que eso es algo liberador también para el hombre porque el feminismo viene a liberarnos a todos. A veces parece que uno excluye al varón, pero no es así. Los mandatos machistas también someten a los hombres a roles que les resultan violentos. Hablé con muchos que me contaban que se sentían mal porque les decían que si no encaraban a una mujer en la calle era unos boludos: “a la mina la tenés que seguir, la tenés que invitar a tomar un café”. Sucede lo mismo desde la sexualidad y por eso mencionaba lo de vibrador, porque los imperativos que se le cargan al hombre en cuanto a su rendimiento son malentendidos, vienen del porno tradicional. Los hombres se torturan porque no rinden así y las mujeres tampoco la pasan bien. Con un vibrador la protagonista se asegura su goce y libera un poco al hombre de tener que rendir de acuerdo con las demandas que se le imponen.

Personas que quizás conozcas nació de Facebook. ¿Cómo fue el proceso para transformarlo en un libro? ¿Se trató sólo de reunir material o de trabajarlo mucho para darle coherencia?

– Hubo que trabajarlo. Algunos relatos eran contradictorios entre sí y dejé algunos afuera. Elegí estas cuatro líneas argumentales y luego hubo que pulir las incoherencias, darle un orden que fue bastante cronológico, había personajes que aparecían con distintos nombres y hubo que trabajar sobre eso. Cuidé que en los textos que no trataban las tramas principales hubiera una mínima referencia al amante o a la madre para que no se perdiera, pero no fue mucho más que eso. Me pregunto mucho sobre ese trasbordo de formatos porque todo el mundo me preguntaba por su origen, como si haber nacido en Facebook lo abaratara. En una presentación que hice en La Plata Raquel Robles dijo: “Bueno, basta, qué importa cuál es el origen de un libro”. Si no existiera Facebook yo hubiera ido escribiendo esos textos igual y quizá los hubiera hecho circular entre amigos.

-¿Facebook te permitió soltarte sin el miedo que a veces impone un texto que se sabe que será un libro?

-Yo creo que encontré en Facebook un canal que estaba por fuera de mi viejo. Él es una figura muy potente para mí y nunca quise competir con él. Es una persona muy reconocida y muchas veces sentí que me iban a comparar y me daba vergüenza. Tenía muchas ganas de escribir y me sirvió encontrar algo que fuera genuinamente propio, entender que no tenía que escribir de filosofía ni de política, que no iba a ser una narradora de grandes novelas y grandes tramas. A mí me gustan las formas breves, el microrrelato, narro desde mi mundo. En esa línea de no competir ni compararme con él, por razones generacionales las redes me dieron un espacio de libertad, un espacio que mi viejo no ocupa. Además, me alentó el cariño de la gente. Cuando te empiezan a decir “qué bueno”, “me sirvió”, “me puse a llorar” es muy emocionante. Me contaban experiencias, me pedían un texto para leerlo en una radio y al ser piezas cortas, hay narradores orales que los leen. Veía que editoras conocidas me ponían “me gusta”.
Todo eso me animó y me sentí validada

-Lo fragmentario y lo autobiográfico son formas de escritura que están muy vigentes.

-Es cierto. Hay un género que se llama ficción súbita. Los norteamericanos cultivan mucho el cuento breve que requieren mucha pericia. Una novela con grandes tramas es muy exigente, pero no creo que las formas breves sean más fáciles. La trama tiene que girar en torno de un solo objeto y ese objeto tiene que ser significativo, hay que canalizar las sensaciones para no caer en una adjetivación abundante, tiene que haber una acción y un objeto y el sentido tiene que pasar por esos dos elementos o tiene que haber diálogos y un remate. De todos modos, ahora estoy en otra búsqueda porque no quisiera que mi tercer libro fuera igual, por eso estoy tratando de trabajar cuentos más largos. No es que escriba sólo lo que me pasa porque muchas de las cosas que escribo no me sucedieron realmente. Pero no hago poesía, no hago lírica, no hago prosa poética, soy más realista.