Cada barrio contribuye desde su propia identidad a la identidad de la dilatada ciudad de Buenos Aires. El barrio de Once es, sin duda, uno de los más característicos. Durante el día es el escenario de una afiebrada actividad comercial. Sus señas particulares quedan fuera de foco para poner en primer plano un mundo de gente que compra, vende y busca productos específicos, desde telas de tapicería a elementos para hacer bijouterie o repostería. Pero luego de las seis de la tarde, en el barrio se opera una transformación de contrastes más marcados que muchos otros barrios. La quietud y la soledad revelan una escenografía oculta.

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Es precisamente este momento el que le interesó al fotógrafo Maximiliano Vernazza para apuntar la lente de su cámara. Luego de un minucioso trabajo de tres años y de cientos de tomas, hoy muestra los resultados en una exposición que se llama, precisamente, Once, y que reúne 50 trabajos de las miles de tomas que realizó. Puede verse gratuitamente en el Espacio de Arte AMIA ubicado en el mismo barrio.

“Ante la quietud y la falta de figuras humanas del trabajo que exhibo en este momento mucha gente se sorprendió porque esa idea barrio Once no es la que estamos acostumbrados a ver. Mi idea –explica Vernazza- fue mostrar el dado B del barrio, qué pasa, qué elementos asoman cuando cierran los negocios hasta el otro día o cuando llega el fin de semana. Con las persianas que bajan comienzan a aparecer graffittis, barrales cruzados con cinco o seis candados. Pero, al mismo tiempo, se levantan otras persianas y surgen bares que durante el día no dan indicios de su presencia. Luego del horario comercial, el barrio se transforma.”

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Desde hace 21 años Vernazza es reportero gráfico y trabaja en la revista Gente. Paralelamente ha realizado diversas exposiciones relacionadas con la figura de Charly García. “A Charly –explica- también hace 21 años que lo fotografío. Cuando entré a la revista me tocó fotografiarlo para una nota y desde entonces no dejé de hacerlo regularmente, ya sea para la revista o por mi propia cuenta. Hace cuatro años el fotógrafo Tony Valdéz me sugirió que incorporara otras cosas a mi trabajo, que siguiera trabajando con Charly y llevando la muestra a diversos lugares pero que, al mismo tiempo, tomara otros temas para no quedar pegado a eso para siempre. Esta idea quedó dando vueltas dentro de mí. Hace tres años comencé a hacer un taller sobre fotografía de expresión, un tipo de trabajo más artístico. Al taller uno lleva su trabajo más personal. El lugar donde lo hacía está en Once y, desde hace 11 años yo vivo cerca. Caminando por el barrio se me ocurrió la idea de tomarlo como tema. Durante un año me dediqué a fotografiarlo en el marco del taller que estaba haciendo y luego continué por mi cuenta. En un momento reuní el material que tenía y me presenté a una revisión de porfolio en el Festival de la luz y tuve buena respuesta. Uno de los revisores era  Elio Kapsuzk, a quien conocía del Recoleta, un lugar del que fue curador muchos años y donde yo lo conocí, y que es director del área de Arte y Producción de AMIA. Me preguntó por el trabajo que estaba haciendo, le conté  y me dijo que quería verlo. Nos reunimos fuera del marco de la revisión, lo vio y me dijo ´esto lo quiero en AMIA´. Me pareció muy buena la propuesta no sólo porque el espacio es muy bueno, sino también porque está en el barrio de Once. Me sugirió que siguiera trabajando y trabajé un año y medio más en el tema. Luego se fue armando la muestra. A él se le ocurrió dedicar un espacio a las tres tragedias que ocurrieron en el barrio: la voladura de la AMIA, el incendio de Cromañón y la tragedia ferroviaria. Fueron tres hechos muy fuertes que ocurrieron en Once y sobre los cuales me puse a trabajar hasta último momento, hasta 20 días antes de la exposición. Si bien para la revista en que trabajo cubrí de todo, este tipo de trabajo constituyó para mí un desafío distinto. Creo que es lo más personal que hice y el resultado de una búsqueda, de una necesidad de cambio, de ir hacia un lugar más artístico.”

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Respecto de la mirada sobre el barrio, Vernazza señala: “Cuando levantás la vista en Once, ves cartelería que se quedó en el tiempo y que nadie se encargó de sacar. Ahora la gente camina mirando el celular y no se fija en el espacio que lo rodea. Por eso mucha gente que fue a la muestra mira tratando de adivinar a donde pertenece cada foto, ya que yo decidí no ponerles  ninguna referencia. Trabajé mucho con el silencio en un barrio que, durante el día, no es silencioso. Me interesó trabajar sobre la soledad y el silencio, aunque por momentos me encontré, por ejemplo, con una maraña de cables que de sólo mirarla surge la idea de ruido. Otra cosa que me llamó la atención es la frase ´liquidación final´ porque esa liquidación se anuncia desde ese años y nunca se produce. También me resultó curioso que, en la era de la tecnología, los bailes –que antes eran las bailantas- se siguen promocionando con afiches callejeros. Los miércoles las puertas de esos lugares se pintan de negro y aparece una persona que se sube a una escalera para escribir quién se va a presentar esa semana.”

Fascinado por el escenario, la figura humana aparece poco en las fotos que integran la muestra, “apenas una sombra o un diariero que está leyendo en su puesto con un ventilador pegado a la cara por el calor, un bar con un mozo que mira hacia el fondo”. “Vernazza –señala Elio Kapsuzk en el texto curatorial- viene del fotoperiodismo, y con este trabajo se enfrentó al desafío de retratar un territorio donde no hay noticias, no hay personajes en movimiento, no hay conferencias de prensa.”

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Cuando se le pregunta acerca del resultado que le  produjo a nivel personal el trabajo que realizó, Vernazza contesta: “Lo que me demostró este trabajo, sobre todo, es que lo puedo hacer. Me hizo sentir que formo parte del ámbito de la fotografía.  A veces uno se presenta a salones con trabajos de este tipo y se quedás afuera sentís una gran frustración y te cuestionás si realmente sos apto para el oficio fotográfico.”

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Sobre el futuro inmediato, dice: “Mi idea es seguir trabajando en el barrio de Once. Estoy muy acelerado y aunque Elio me dijo que me tomara  unas semanitas para descansar un poco, ya comencé a trabajar en retratos de personajes de Once. Estos retratos no los hago en un horario preciso, sino en cualquier momento del dia. Me interesa retratar personajes apoyados contra una pared, contra una persiana. Pero recién estoy arrancando y no sé si estas imágenes van a ir con la historia de la persona o no. Estoy probando, experimentando. Me interesa seguir en el barrio porque a partir del trabajo que hice me di cuenta de casi todo el mundo tiene una historia ligada al Once: de chico iba con la abuela o con la madre, tuvo allí su primer trabajo o sus amigos de la zona oeste iban a laburar allí. Me encontré con muchas de estas historias. Además, siempre me gustó lo que es un poco marginal, personajes y lugares. Me gusta caminar por Once aunque a la gente le parezca raro. Me divierto, me gusta ver sus personajes, sus vidrieras, sus galerías que durante el día están invadidas por gente pero cuando cierran los negocios parecen quedar detenidas en el tiempo, sus cartelerías que muchas veces son espantosas pero que me encantan.”

La muestra puede recorrerse hasta el 28 de septiembre de lunes a jueves de 10 a 19, y los viernes de 10 a 16, en el entrepiso de Pasteur 633. Se requiere identificación para ingresar al edificio.