El Partido de los Trabajadores (PT) convocó para el próximo 15 de agosto a una movilización al Tribunal Superior Electoral (TSE) en Brasilia para hacer formal la presentación de la candidatura a la presidencia de la República Federativa del Brasil de Luiz Inácio Lula da Silva. En el establishment político brasileño corren las apuestas de cuántos minutos durará esa postulación. Es que no hace falta ser especialista en prospectiva política para comprender que segundos después de la presentación lloverán las impugnaciones y el TSE estaría listo a aplicarle la ley de «ficha limpia» que impide candidaturas que carguen una sentencia en segunda instancia, por lo que Lula estaría imposibilitado de ser elegido.

Esta situación fue considerada durante el Encuentro Nacional del PT realizado la semana pasada en San Pablo, porque si bien confirmó la candidatura del expresidente a la primera magistratura en franco desafío al sistema político, elaboró una estrategia que de facto se proyecta como el esperado Plan B del partido.

En primer lugar, logró aislar a Ciro Gomes, candidato del PDT (Partido Democrático Trabalhista) de su alianza con el PSB (Partido Socialista Brasileño) tras un acuerdo de apoyo nacional, a cambio de bajar candidaturas locales. El PT declina la suya en Pernambuco, en favor del pesebista Paulo Câmara, y el PSB hizo lo propio en Minas Gerais, en favor del petista Fernando Pimentel. Y si bien le propusieron la vicepresidencia, Gomes la rechazó enfurecido.

Tras la negativa, gran parte del Encuentro barajó la posibilidad de lograr un acuerdo con el Partido Comunista do Brasil (PCdB), cerrando cualquier intento centrista del lulismo, y colocar a Manuela D’Avila en la vicepresidencia. Sin embargo, Lula objetó el planteo inicial y pergeñó una estrategia, que anticipó Tiempo Argentino la semana pasada, similar al esquema peronista de 1973, que impuso a Héctor Cámpora en el gobierno, mientras Juan Domingo Perón detentaba el poder desde la proscripción.

Así, finalmente el Encuentro nominó a Fernando Haddad, de 55 años, un delfín del expresidente Lula, quien fuera ministro de Educación durante su gestión y al inicio de la administración de Dilma Rousseff, entre 2005 a 2012, dejando la cartera para asumir la Prefectura de San Pablo, con 12 millones de habitantes, en una elección donde su victoria tuvo como principal aliciente el apoyo en campaña del exmandatario.

El perfil de Haddad es similar al de Dilma Rousseff, es académico universitario, economista de formación y profesor en Ciencia Política, con Maestría en Economía y Doctorado en Filosofía en la Universidad de San Pablo. Ocupó varios cargos de gestión antes de la cartera educativa. Ahora, visita a Lula frecuentemente en la Superintendencia de la Policía Federal de Curitiba, donde está en prisión, y fue el responsable de ordenar los contenidos del Programa de Gobierno que se impulsará durante la campaña.

Si bien le negó enfáticamente a este diario ser el plan B al aceptar la candidatura a vicepresidente, ya comenzó a reemplazarlo en actos públicos. Es más, lo hace acompañado de Manuela D’Avila, la periodista de 36 años, quien aceptó desistir de su candidatura presidencial por el PCdB con el compromiso de sumarse a la fórmula presidencial como vicepresidenta de Lula si logra prosperar, o de Haddad si este finalmente lo reemplaza, situación que se consumaría el 17 de septiembre, cuando cierre el plazo para cambios en las nominaciones.

A su vez, las encuestadoras ya lo comenzaron a medir en escenarios electorales como candidato, avizorando una segunda vuelta con el exmilitar de ultraderecha Jair Bolsonaro del Partido Progresista (PP) o con Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB)). Al respecto, Haddad comentó a Tiempo Argentino que enfrentar a Alckmin es lo mismo que hacerlo con Henrique Meirelles, el candidato del Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), fuerza política del actual presidente Michel Temer, «porque el PSDB es la base de sustentación de este gobierno, tanto en el Senado como en la Cámara Baja, con parlamentarios que apoyan esta gestión, con funcionarios en educación y salud que ocupan cargos y aplican planes de reducción presupuestaria, siendo la continuidad de este proyecto. Por eso Alckmin es lo mismo que Meirelles».

Por su parte, Manuela D’Avila que visitó Buenos Aires el viernes pasado, comentó a Tiempo su decisión de acompañar esta estrategia: «Esto surgió de largas conversaciones, porque hicimos todos los esfuerzos para que los acuerdos fueran lo más amplios posibles, y estamos contentos en poder compartir un acuerdo con el PT». Sabiendo que ella ocupará la candidatura a vicepresidente, ya sea que Haddad reemplace a Lula en la fórmula o renuncie si este logra evitar la proscripción, Manuela comentó cuál es el aporte que da el feminismo a la propuesta y dijo que «con el neoliberalismo, que le saca la salud, la educación, el trabajo y los derechos a la gente, las mujeres son las más perjudicadas, porque son ellas las que asumen esos cuidados que el Estado deja».