Aún no es visible el desenlace de la crisis política, provocada por la insurgencia popular ecuatoriana queenfrenta las consecuencias ruinosas del acuerdo firmado por el gobierno panqueque de Lenin Morenocon el FMI. Luego de una semana de lucha, 9 de octubre se realizó el paro general con movilizaciones y protestas de centenares de organizaciones populares.  Justamente ese día el gobierno consiguió cercenar aún más el flujo de informaciones con un cerco mediático que los sectores populares lograron quebrar los días álgidos de la protesta ecuatoriana. La labor de periodistas y analistas políticos de todo el mundo que siguen con ansiedad los acontecimientos en busca del  minuto a minuto con la verdad ecuatoriana, se vio acotada. Pero fue  inocultable ver el nivel brutal de represión ordenada por Lenin Moreno y su ministro de Defensa Oswaldo Jarrín, incondicional cancerbero al servicio de los mandantes de afuera y de adentro. También alcanzó para visualizar la imposibilidad del Gral.Jarrín de mantener unidos a los uniformados en torno a la necesidad de la represión. Incluso se viralizaron videos de enfrentamientos entre la policía y el ejército. Pero sobre todo fue conmocionante ver la apelación indígena a las tropas militares para que desobedecieran las órdenes de represión.

De todas maneras el material acumulado brinda elementos suficientes para esbozar inicialmente el cuadro de las fuerzas en pugna y sacar las primeras conclusiones provisorias. En Ecuador el FMI puso en claro su papel de gendarme económico del neoliberalismo a la vez que el agotamiento de su capacidad de seducción y engaño, al evidenciarse que sus recetas y recomendaciones son altamente tóxicas para los países dependientes y en vías de desarrollo. Para las naciones que atraviesan dificultades derivadas de la extremada financiarización de la economía globalizada y los problemas de estrangulamiento externo, -propios de las asimetrías estructurales de este sistema neoliberal en crisis-, seguir sus recomendaciones se asemeja a echar nafta al fuego. Ya no era el FMI experimentando sobre la lejana Grecia sino en vivo y en directo sobre la cercana Ecuador

Los ojos latinoamericanos observan demudados la crisis que el modelo neoliberal macrista produjo en Argentina, donde en los últimos capítulos la Christine Lagarde, cual bruja malvada, suministra la pócima de veneno al enfermo terminal y luego envía a su equipo del FMI a administrar y conducir la “rehabilitación” recetada por ellos mismos. Pero ni la respiración boca a boca va a salvar a Mauricio Macri.

Ecuador hizo el ajuste “aconsejado” por el FMI y fue la gota que rebasó el vaso colmado de su economía dolarizada. Pero además bajando por los Andes hacia el sur, casi en simultáneo, la crisis política estalló en Perú. Un parlamento fantoche destituye al presidente constitucional y nombra una presidente “encargado”, al estilo Guaidó, que dura 24 horas. El desprestigio y el aislamiento inmediato la llevan a renunciar. Es también el modelo neoliberal el responsable, en este caso no en su faz económica sino del derrumbamiento del sistema institucional de una democracia de fachada, que el fujimorismo inauguró cinco presidentes atrás: cuatro de ellos están presos por corrupción y el quinto, Alan García, suicidado.

En una primera conclusión latinoamericana, el llamado “Grupo Lima” generado para cercar a Venezuela, está liquidado. Ya extremadamente debilitado por la fortaleza del gobierno de Maduro que hasta ahora soportó todas las presiones acompañado por su pueblo, las tres bajas sucesivas de Argentina, Perú y Ecuador le dieron el golpe de gracia. Quedan boyando siete gobiernos bajo la batuta de otro renegado, el ex frenteamplista Almagro: Colombia, Paraguay, Brasil, Guatemala, El Salvador, Argentina y Perú, los dos últimos de salida. Magra cosecha para que el Departamento de Estado prosiga su ofensiva antichavista, personificada en Nicolás Maduro.

Es decir la insurgencia ecuatoriana consigue dos trofeos que deterioran las políticas norteamericanas y al neoliberalismo: el FMI y el grupo Lima.

Una segunda conclusión. Sin dudas se afianza lo anticipado por García Linera: una nueva oleada progresista y transformadora se desarrolla a escala latinoamericana.  Comenzó quizás con el triunfo de AMLO en la presidencial de México a fines del año pasado y siguió nítidamente con el vuelco antineoliberal del pueblo argentino que derrotó a Macri en las PASO del 11 de Agosto y ahora se evidencia con el protagonismo indígena y popular en Ecuador. Es cierto, son batallas en curso, en pleno desarrollo. Pero triunfos parciales, iniciales, que marcan el derrotero del cual por ahora nada indica pueda volverse atrás.