Algo se olfateó el 16 de diciembre, cuando Alberto Fernández llevaba apenas seis días en la Casa Rosada. El presidente de la Nación recibió a Matías Lammens, ministro de Turismo y Deportes, y a los mandatarios de AFA, Claudio Tapia, y de Conmebol, el paraguayo Alejandro Domínguez, para definir algunas cuestiones relativas a la Copa América 2020, que iba a tener a Argentina como sede. En esa reunión estuvieron también presentes Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados, y Luis Segura, expresidente de AFA y de Argentinos Juniors, el club de Fernández.

El segundo aviso llegó el 5 de junio, cuando Alberto hizo pública una reunión en Olivos con el entrenador de River, Marcelo Gallardo. “Uno no entiende nada de lo que están haciendo con el fútbol. Pareciera que fuera víctima de una Argentina que vive de la coyuntura. Un día dicen que juegan 19 equipos y al otro 30. Un día necesitamos que desciendan cuatro, al otro que no descienda ninguno”, declaró Fernández, que en campaña había prometido no meterse en el fútbol, acaso para diferenciarse de Mauricio Macri, pero no lo pudo lograr. La confirmación llegó el miércoles pasado, cuando Gallardo salió a contestar el anuncio de Tapia de que los planteles no volverán a entrenarse “hasta que todo el país entre en fase cuatro”. “El fútbol argentino -dijo Gallardo, casi una continuación de lo que había dicho el presidente de la Nación- se viene devaluado desde que en los últimos años se cambia el formato del torneo permanentemente”.

Alberto Fernández no confía como interlocutor con el fútbol en Tapia, el presidente de la AFA desde 2017 -gracias a los votos del Ascenso y a un acuerdo de convivencia con Daniel Angelici- y con mandato hasta 2025. Acaso ese sea el motivo por el que Fernández mueve sus alfiles en la rosca de la pelota, aunque también parece ser parte de su estilo: en La Paternal aún recuerdan su injerencia en la Ciudad para reinaugurar el estadio Diego Maradona en 2003, bajo la presidencia de su amigo Segura.

Rodolfo D’Onofrio, con quien hasta compartió un acto oficial en Hurlingham, Marcelo Tinelli, Lammens y Massa, ex hombre fuerte de Tigre y gestor del ingreso de Juan Román Riquelme en la política de Boca, son los puentes que encuentra Fernández cuando busca meterse en el fútbol. Nicolás Russo, secretario de AFA y diputado bonaerense por el Frente Renovador, es a su vez el nexo de confianza de Massa en Viamonte 1366. Cuando todo ese nuevo mapa de poder en el fútbol se empezaba a dibujar tras cuatro años de injerencia e intervención macrista, estalló la pandemia.

El viernes, como miembro de Conmebol, AFA aprobó el protocolo de prevención para entrenamientos, viajes y competiciones. Es, de algún modo, lo que pedía Gallardo a nivel nacional. Pero Tapia se mueve según intereses. Acompaña a una Conmebol que ve que la pelota ya tiene fecha para volver a rodar en la mayoría de las ligas de Sudamérica y apura -o, al menos, lo actúa, para no perder los sponsors- el regreso de la Libertadores y la Sudamericana. Todo, mientras se encuadra detrás del aplomo del Gobierno Nacional en la cautela durante estas semanas críticas de la pandemia. Como la AFA no puede garantizar el cumplimiento del protocolo en todos los clubes del Ascenso (movilidad de los futbolistas hasta el entrenamiento, condiciones de aislamiento en vestuarios y canchas) ni tampoco pretende hacer una diferenciación por categorías, desde el Ministerio de Salud deciden dejar sin fecha tentativa un posible retorno a las prácticas, a diferencia de lo que ocurrió con los atletas olímpicos, que obtuvieron el permiso luego de alzar sus quejas.

Las declaraciones de Gallardo no causaron el efecto que esperaba el entrenador: que los protagonistas comenzaran a decir en público lo mismo que afirmaban por lo bajo: que querían volver a entrenarse. No hubo un aluvión de declaraciones en ese sentido. Pero sí llegaron las respuestas para el Muñeco desde la AFA. “Ser un técnico exitoso no te habilita hablar de cosas que no sabés. Cuando había dos contagios en el país no quería jugar. Y ahora que hay 2000 contagios por día, quiere empezar a entrenar. Pierde seriedad lo que dice”, contesta un miembro del Comité Ejecutivo. Lo que logró Gallardo es que aumente la presión mediática. Y eso, se sabe, también es otro juego.