“¿Entonces, se cambió el nombre o no?”. “¿Ya incluye a las originarias, migrantes, negras, afros?”. “¿Ya menciona a las lesbianas, travestis, trans, bisexuales, intersexuales y no binaries?”. Las preguntan circulan frenéticas. Y las respuestas, suman confusión: “Yo leí que sí”, “a mí me dijeron que no”.

En las redes, algunas creen que el encuentro “fue, es y sigue siendo nacional y de mujeres” mientras otras celebran que “lo logramos transformar para todas las identidades”.

Muchos medios aseguran tajantes que “ni se habló del cambio de nombre” al tiempo que otros dan por sentado que “ya es plurinacional y con las disidencias”.

¿Pero qué fue lo que pasó en ese acto de cierre? ¿Quién decide nuestro nombre?

Vaciar

Cada año, en cada encuentro, tras dos intensos días de producción, intercambio y discusión política, llega el momento del cierre. El lunes por la mañana se leen las conclusiones de los talleres, que son el corazón de esta reunión política única en su tipo y al final –al menos así venía siendo hasta hoy– se decide por ovación cuál de las propuestas de sedes será finalmente la elegida para realizar nuestro próximo encuentro.

Esta vez, las tensiones alternaron el orden: la Comisión Organizadora decidió que primero se eligiera la próxima sede (que resultó San Luis), lo que hizo que inmediatamente después cientos de micros empezaran el retorno a sus hogares y que el enorme playón del Estadio Único de La Plata fuera vaciado. ¿Y cuándo nos pronunciamos por el cambio de nombre?

El clima era tenso. En la primera fila gritaban y querían subir al escenario. Una olla a presión. De un lado, una multitud que quería que se pronuncien todas las identidades. Del otro, una Comisión Organizadora que censuraba el debate, que subía el volumen de la música para que no se escuchara el reclamo y que apagó las pantallas en momentos clave.

El acto había comenzado con dificultad. Estaba anunciado para las 9 pero las puertas se abrieron más de una hora después, lo que generó un ingreso con avalanchas y empujones. Se impidió el acceso a la cabecera a periodistas y fotógrafas que estaban acreditadas y se obstaculizó que subieran al escenario Zulema Enríquez, activista quechua, y Claudia Vásquez Haro, activista travesti, ambas integrantes de la Comisión Somos Plurinacional. Este espacio se separó hace meses de la Comisión Organizadora, luego de denunciar racismo y odio a las identidades trans y travestis. Fueron ellas las únicas que mencionaron el mandato popular que exigía abiertamente un cambio de página en la historia de lo que conocíamos como Ecuentro Nacional de Mujeres o ENM a secas.

Tampoco se le dio micrófono a las Feministas de Abya Yala, referentes indígenas y negras de distintos puntos de Latinoamérica que realizaron una asamblea multitudinaria el domingo al mediodía, donde exigieron la visibilización de sus luchas y la reparación histórica negada.

No obstante, Lolita Chávez Ixcaquic, activista indígena guatemalteca, subió en el momento de la lectura del Taller contra los Travesticidios y así pudo tomar la palabra. “Con la memoria, la historia, la sangre y el vientre de nuestras ancestras hoy abrimos camino. Estamos marcando la historia y rompiendo el cerco mediático. Ya no más racismo contra nosotras”, expresó ante la aclamación del público.

Antes, una mujer con la pechera de la Comisión Organizadora le sacó el micrófono a la activista travesti Alma Fernández porque se había puesto a cantar consignas a favor de la plurinacionalidad. “El micrófono es sólo para leer las conclusiones”, se escuchó que le decían por lo bajo.

—¡Este es un encuentro de Mujeres! —grita una integrante de la Comisión Organizadora desde el escenario.

—¡Nooooo! —responde el público y arranca el clamor.

—¡Plurinacional y con las disidencias, plurinacional y con las disidencias!

Adhesión

La adhesión al cambio de nombre fue tajante en los talleres y así se pudo observar en la lectura de las conclusiones.

“Creemos que es una decisión política que encuentro sea de todes”, se sostuvo desde el Taller de Discapacidad que además denunció que sus identidades también fueron ninguneadas por la organización del Encuentro.

“Desde la previa, nunca se nos incluyó —apuntaron—. No hay accesibilidad en materiales. Esta planilla no puede ser completada por personas ciegas. No hubo apoyo ni intérpretes de lengua de señas. Las personas con discapacidad somos parte activa de la lucha. ¡Nada de nosotres sin nosotres!”.

Por su parte, el taller de lenguaje inclusivo le habló directamente a España: “RAE: no queremos hablar bien. El lenguaje es una construcción social. Es productor del poder hegemónico patriarcal y sexista. No hay problemas en decir sirvienta pero sí presidenta. Encuentro plurinacional y disidente”.


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(Foto: Sol Avena – LatFem)


A su turno, desde el taller Feminización de la Pobreza se solidarizaron con “las compañeras del Movimiento de mujeres indígenas del buen vivir que están haciendo una ocupación pacífica del Ministerio del Interior” y con las compañeras indígenas del Ecuador: “Proponemos seguir las luchas unidas, en las calles, independientemente del gobierno de turno”.

Plurinacional

Lo que pasó durante la lectura de los talleres, tanto en el escenario como en el público, fue contundente: “Encuentro Nacional de Mujeres” es un nombre obsoleto.

“Esta mañana, en un hecho histórico, nos pronunciamos por el cambio de nombre de los tradicionales Encuentros de Mujeres. Luego de un proceso de debates que comenzaron hace más de dos años y tuvieron su expresión en Chaco y Trelew, la demanda de las mujeres de los pueblos y comunidades originarias de las 36 Naciones, de todo el Abya Yala; de las identidades negras y afros, de las racializadas y migrantes, fue reparada simbólicamente. A su vez, mujeres y disidencias sexuales sintetizaron una lucha común contra el racismo, el colonialismo y la violencia del capitalismo patriarcal. ¡Al closet no volvemos nunca más!”, dijo la Comisión Somos Plurinacional en un comunicado.

¿Quién decide nuestro nombre? ¿La comisión que le toca organizar un encuentro? ¿O el enorme apoyo popular que tuvo la consigna por el cambio de nombre en los talleres, en las calles, en redes y en el propio acto de cierre?

“A nosotras cuando hacemos política, nos importa tanto el proceso como el producto”, dijo la antropóloga Rita Segato durante el Encuentro. Y ese proceso de lucha por la forma de nombrarnos es angustiante en algunos momentos y celebratorio en otros, pero tiene una larga trayectoria. Lesbianas y mujeres indígenas —sólo por mencionar dos ejemplos— participan activamente de estos encuentros desde el primero, en 1986.

Hace algunos años se incorporó la temática “pueblos originarios” a la grilla de talleres. Y el reclamo para que sea rebautizado como “plurinacional” tomó más fuerza a partir de los Encuentros en Resistencia, Chaco (2017) y Trelew, Chubut (2018), ambas provincias referentas de la lucha indígena.

El año pasado en Trelew se incorporó la marcha contra los travesticidios y transfemicidios al calendario oficial. Este último sábado, la masividad de la marcha da cuenta de la adhesión que tiene, dentro del heterogéneo movimiento, la consigna “sin las travas no hay feminismo”.

¿Estamos discutiendo sólo por un cambio de nombre? Sí y no. Sí, porque necesitamos dejar de invisibilizar y negar esas identidades que forman parte central y constitutiva de nuestras luchas. Y no, porque sabemos que el título del Encuentro constituye un paso más en el largo camino que debemos recorrer para garantizar la presencia masiva de diversas identidades.

“Después de sensaciones tan hermosas, tan bonitas, de estar todes juntes, nos come la angustia de la desidia en la que caen nuestras compañeras”, expresa entre lágrimas Quimey Ramos, docente trans; y convoca: “Yo necesito que todas las compañeras que nos nombran empiecen a activar, a poner sus herramientas al servicio de nuestra comunidad. No nos sirve de nada que nos nombren si no saben lo que significa la postergación histórica de las travas”.

La angustia se cruza con la euforia y la alegría de las compañeras de San Luis, que se fueron del playón saltando y gritando que nos esperaban para un encuentro plurinacional y con todas las identidades.

“El cambio de nombre se logró por la presión del movimiento”, analizó Zulema Enriquez y detalló: “el primer día en el acto de apertura bajo la lluvia, en los talleres, el segundo día con la movilización en las calles contra los travesticidios y en el cierre se escuchaba un solo grito: plurinacional y con las disidencias. Finalmente, ya no es más nacional y de mujeres. El Encuentro decide el cambio del nombre. Y eso sucedió”.