“Hace dos años recién había nacido mi beba y entre teta e insomnio, teta e insomnio, empecé a escribir”, cuenta Eva Iglesias, la autora de Lucero del Alba que tiene su puesta en Pan y Teatro. “Desde siempre escribí”, aclara como para dejar exenta de cualquier responsabilidad a la maternidad, aunque enseguida agrega: “creo que se potenció mucho con la maternidad”. Tal vez sea porque su proceso creativo tuvo esa sencillez del flamenco: fácil cuando se hace, difícil de explicar. Lo cierto es que esos nacimientos paralelos dieron como resultado esta obra en la que la autora reflota y a la vez indaga sobre ese tiempo que le tocó vivir a Federico García Lorca en el ascenso del franquismo, cuando quería crear arte y creer que aún la libertad era posible para terminar muerto sin poder ver en escena su última obra.

“Primero empecé con una adaptación de La Casa de Bernarda Alba, y después resolví pasar parte del texto a la danza, a contarlo a través de la danza. Reduje bastante el texto y algunos textos los saldé imaginándome a Federico dialogando con esos personajes. Fundamentalmente Adela, que es un poco el mismo Federico. Me pareció que había algo ahí para contar y empecé a imaginar esos diálogos, y por eso la misma actriz hace de Federico y Bernarda.”

-¿Qué sería eso para contar?

-Hay algo ahí en la obra de Lorca que a mí se me hacía muy actual. Primero me parece una artista muy interesante que lo veníamos hablando con todo el grupo en el proceso de montaje: era un intelectual muy especial, nada que ver con el estereotipo de élite, un hombre muy sencillo, que según lo que siempre sentí de él y pude averiguar, con  un gran amor por lo popular, y una gran sensibilidad por las mujeres, a las que narra como un gran conocedor del mundo femenino. Y me parecía que él habla del hoy las mujeres, que seguimos luchando por nuestros derechos aunque parece ridículo que lo sigamos haciendo y falta mucho por hacer. Habla de todo eso y por eso le quitamos todos los modismos españoles y les barrimos un poco la época traerlo un poco del presente.

Su amor por Lorca viene de hace años, por esa simpleza que tenía el poeta para hablar “de las cosas  simples: la música, la poesía, le gustaba dibujar; un hombre muy popular en el sentido de su búsqueda. Compartimos algunas cosas”, dice con pudor. “Un profundo miedo a la muerte, que si bien es general él tiene varias anécdotas, como la de haberse fabricado un ataúd y cuando le agarraban esos miedos le pedía a los amigos que lo fueran a; a es cosa joven de la pulsión por hacer cosas, y de la vida en contraposición a estos regímenes tan siniestros y autoritarios”.

Pero acaso lo que más la une a Lorca es el amor por el flamenco. “Era un gran conocedor y tenía muchos amigos que eran figuras en el baile y muchos pomeas para baiolaores y bailaoras. Y el flamenco es la danza que más he profundizado más y que he podido contar más de mí.” En esas empatías, Iglesias, además, encuentra un placer y un aprendizaje mayor, porque “Lorca tiene una musicalidad, tiene ese ritmo, ese pulso que va por debajo y que uno palpita al final. El ritmo de las palmas, algo que se acelera y se frena de golpe hace que haya un puente entre Federico y el flamenco. Eso fue sencillo, y por ahí lo que me costó encontrar fue gente con esa ductilidad de bailar e interpretar un texto.”

Una tarea que junto con el tiempo de ensayo le tomó otro año más, hasta que, cual fieras, los y las bailarinas querían salir al ruedo ya mismo. “Absolutamente, los tuve que contener. Además porque la adrenalina de ellos no es la misma que la mía como directora, pero yo la conozco y sé que los artistas somos particulares y una llega a un grado de sensibilidad muy grande que celebro, porque cada función tiene que estar viva.”

Como el flamenco, que cruzó el océano hace tiempo, pero en los últimos años tuvo un crecimiento llamativo, tanto en cantidad de puestas de obras como en aficionados que se acercan a escuelas para aprender. “El flamenco nace de la mixtura entre la cultura andaluza y la mora -dice Iglesias-. No todos van a compartir esta postura pero es esa mezcla que hoy sigue sucediendo, por más que allá haya lugares donde se conserva la tradición más pura y a mí me parece muy bien. Pero si no se hubiera mezclado habría corrido el peligro de desaparecer; hay algo de ahí que hace que se enriquezca y potencie. De lo contrario yo no podría hacer flamenco: nací en la Boca y mis abuelos son de Galicia”, sonríe.

Esa pasión la llevó también a convocar a su amiga, la fotógrafa Lorena Pérez, para que haga “un documental fotográfico del montaje”, algo que los espectadores podrán apreciar en la antesala del teatro. “Todo los que nos metimos en esto nos hemos visto enamorados por el flamenco porque creo que una clara expresión de las cosas simples de la vida.”



¿Cuándo?

Lucero del alba. Con Carla Petrillo, Florencia Retamosa, Silvana Safenreiter, Brenda Bianchimano, Mariela Moreno, Daniela Ojeda. Músicos: Pedro Caraball y Natalia Álvarez Asistencia artística y de dirección: Soledad Gaspari. Dramaturgia, coreografía y dirección: Eva Iglesias. Teatro Pan y Arte (Boedo 876). Sábados de junio y julio 20:30hs.