Stephanie Rea, arquera de Excursionistas, “saltó a una especie de fama” por ser el primer caso en dar positivo de coronavirus en el fútbol argentino. “Pero todas las jugadoras -agrega Mónica Santino, su exentrenadora en el equipo La Nuestra de la Villa 31 de Retiro- están en peor o iguales condiciones por lo que la pandemia le imprime al fútbol femenino”. El jueves, después de que permaneciera aislada en un hotel porteño, Rea fue dada de alta y volvió al barrio Ferroviario de la 31. Pero antes soportó mensajes discriminatorios como respuestas a los comunicados de Excursionistas en las redes sociales. “De día jugadora, de noche sicaria”. “El virus es el fútbol femenino y hay que aislarlo hasta que desaparezca”. “Pensé que era un meme que me iba a robar”. “Le afectó -marca Santino- más que el virus”. El fútbol en las villas y los barrios populares también fue estigmatizado. En Villa Azul, el barrio que comparten Avellaneda y Quilmes, una canchita de césped sintético apareció como el foco de los más de 200 contagios. La cancha está en La Toma, del lado de Quilmes, la zona más vulnerable, donde viven familias hacinadas en casas precarias sin agua. Y donde, en plena pandemia, el culpable es el fútbol, no la falta de oportunidades.

A Rea se le sumó Camila Godoy, delantera de la Reserva de River, contagiada de Covid-19. Godoy también vive en la Villa 31. Jugó en La Nuestra y en el Club Padre Carlos Mugica. En Argentina hay más de 4228 “villas de emergencia” en las que viven más de 3 millones de personas. Diego Maradona nació en Villa Fiorito, partido de Lomas de Zamora. “Yo -suele decir Diego- crecí en un barrio privado de Buenos Aires… Privado de agua, de luz, de teléfono”. Pero nunca, como ahora, privado de la pelota. No se trata de romper el aislamiento social, preventivo y obligatorio para jugar al fútbol. “Hay un trasfondo perverso: el mismo sistema que los desprecia, ahora les pide que se cuiden, que sean políticamente correctos. Este es el producto de los que diseñan las políticas que apuntan a otra cosa”, precisa Fernando Signorini, histórico preparador físico de Maradona y coordinador de Villas Unidas, primer club integrado por organizaciones de los barrios populares dentro de la AFA, que lucha por el reconocimiento de los derechos formativos de los clubes villeros.

“El fútbol como construcción popular -dice Signorini- es el hecho social más importante en los barrios. Con una pelota pueden jugar 40 personas, lo que ayuda a la interacción, al sentido de pertenencia. Si no fuera por el fútbol, Maradona, Riquelme, el Kun Agüero y tantos otros, ¿cómo hubieran concretado el sueño de una vida mejor?”. Sergio Agüero, delantero de la Selección Argentina y Manchester City, es un streamer durante la cuarentena en Inglaterra. Transmite en vivo mientras juega al FIFA o al Grand Theft Auto (GTA) e interactúa con los fans. En un video viral, Agüero explicó que dice que “afuera llueve”, porque cuando era chico también llovía adentro de su casa de la villa Los Eucaliptos, en Quilmes. Su equipo virtual se llama así: Los Eucaliptos. “Jugábamos a la pelota por plata -contó el Kun-; y cuando tenía 25 centavos, compraba un alfajor Capitán del Espacio. Ahí me daba el gustito”. Juan Román Riquelme, que creció en la villa San Jorge de Don Torcuato, lo dijo sin vueltas: “Estoy orgulloso de ser un villero, de ser un negro, y estoy orgulloso de que la gente me tenga tanto cariño sin haberle chupado el culo a nadie”.

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(Foto: AFP)

A principios de abril, en Resistencia, capital de Chaco, once mujeres, de entre 15 y 30 años, fueron detenidas por violar la cuarentena en una canchita del barrio Villa del Carmen. La policía las paró contra la pared, mirando el piso. “Ese recorte de felicidad, para las mujeres, es el rato en que ejercen una libertad, que se sacan de encima las tareas domésticas, de cuidado de niños, todo eso que es tan pesado en los barrios”, explica Santino, la entrenadora de La Nuestra en la Villa 31, donde el gobierno de la Ciudad colocó fajas en las entradas a las canchitas. “No está bien romper la cuarentena -aclara Santino-. Pero el rol que tiene el fútbol es primordial. La pelota es el corazón de los barrios”. La canchita de Güemes de la 31 surgió como potrero de los escombros a principios de 1978, después de que las topadoras de la dictadura arrasaran con gran parte del barrio ante la inminencia del Mundial en Argentina. Había que tapar todo. Desaparecidos, muertes y pobreza extrema.

En las villas, el fútbol comienza los fines de semana el sábado a la tarde y termina entrada la madrugada. El domingo se retoma el juego. Torneos relámpagos y campeonatos de penales. Alrededor, economía informal. Venta de choris y más. Modos de subsistencia. Ramón “Monchi” Medina trabaja en las infantiles de Racing. Es captador de talentos. Descubrió, entre otros, a Ricardo Centurión en Villa Luján. “Es muy complejo: hay barrios con pasillos donde las familias no tienen espacio ni siquiera para tomar un poco de aire -dice Medina-. Y si encima no tenés agua, tenés que salir, no podés quedarte sin asearte y cocinar. El fútbol es todo en los barrios. Por eso se hace muy difícil contener a chicos que se quedan encerrados en casas muy chiquitas, de 4×4”. Tres juveniles de Racing viven en Villa Azul, en la parte de Avellaneda, urbanizada el 85%. Pero otro en la de Quilmes: Thiago Taborda, categoría 2006, de la Novena División, contrajo coronavirus. El club los asiste día a día.

“Si fuera millonario, me compraría una villa”, le dijo René Houseman, el gran futbolista villero, a La Garganta Poderosa, la revista de la organización que nació con el fútbol callejero en los barrios. Houseman murió en marzo de 2018, cuando esta pandemia no entraba en ningún escenario de ciencia ficción, como tampoco un barrio sin fútbol.