El golpe más duro en los cinco años y medio que lleva el ciclo de Marcelo Gallardo en Núñez llegó en Lima, acaso de la manera más inesperada. Este equipo que se había construido como un animal competitivo gracias a su fortaleza mental tuvo dos errores en los minutos fatales y vio cómo esta vez la gloria se le escapó de las manos. «La sensación es de dolor. Teníamos el partido a pocos minutos. Hay que entender que después del empate nos golpearon un poquito. La sensación de estar a tan poco y quedarte sin nada es dura. Pero hay que digerirla. Duele, pero siento orgullo por mis jugadores, por la gente que trabaja y colabora conmigo y por el hincha de River que nos acompañó. Más allá de la derrota, los jugadores tienen que tener el pecho y la cabeza arriba. Estuvimos ahí contra un gran rival. Hicimos el partido que teníamos que hacer», fue el análisis de Gallardo en la conferencia de prensa.

La de ayer fue la tercera final de Copa Libertadores en cinco temporadas, la primera perdida. También levantó la Sudamericana 2014, la Recopa de este año y la de 2015. Gallardo edificó al Millonario como un auténtico gigante continental. Ante Flamengo le faltaron cinco minutos de nafta en el tanque para volver a salir victorioso. Así lo reconoció el propio Felipe Luis, lateral del nuevo campeón de América: «Jugamos muy mal. River marca muy bien, nos hizo todo difícil, nos complicó mucho. Las finales son así. Tal vez no lo merecimos, pero hicimos dos goles sobre el final. Está claro que River es el rival más difícil hoy por hoy».

Si existía la duda de cómo podía reaccionar este equipo y su entrenador en la derrota, ayer también se borró. Apareció la reacción juvenil de Exequiel Palacios, que tiró una patada de caliente al final del partido y se fue expulsado. Pero una vez que el chileno Roberto Tobar marcó el final del partido, Gallardo entró al campo y consoló uno por uno a sus futbolistas. Luego, de pie, respetaron la premiación con la medalla de subcampeón en el pecho. No es un gesto habitual en equipos argentinos que pierden una final, mucho menos de esta manera. «Nos ha tocado muchas veces ganar. Cuando nos toca perder también hay que saber perder», fue la síntesis del Muñeco.

Aun en la cancha, todavía con el corazón caliente y la frustración latente, Enzo Pérez bajó el mismo mensaje: «Son finales. Estos partidos con dos equipos muy parejos se definen así. Cualquiera se lo merecía. Lo único que nos queda es seguir trabajando, buscar nuevos objetivos y el año que viene estar nuevamente en una final. El primer tiempo habíamos hecho un partido perfecto. Estaba tranquilo, no pasaba absolutamente nada. No había reacción de ninguno de los dos. Pero no lo pudimos matar».

Durante la conferencia de prensa, Gallardo también intentó explicar lo que no se pudo en el juego: cómo al equipo de Núñez se le escapó un partido que lo había tenido como protagonista durante 87 minutos. «Nos plantamos en la cancha como un equipo campeón. No nos suele pasar esto. Pero es una final, estás a pocos minutos de que termine el partido. Es duro. No nos estaban atropellando, fue una jugada aislada. Sentimos mucho el empate. A los dos minutos vino el segundo gol y eso fue un golpe de nocaut», analizó el entrenador.

Cuando la última pregunta de la conferencia había sido para el capitán Javier Pinola, el Muñeco pidió el micrófono para cerrar con una idea. «Cuando baje el dolor voy a sentir orgullo por este equipo. Este es un grupo de jugadores que le dio muchísimo al hincha de River en estos años. Esta derrota duele y va a doler. Pero no tengan la mínima duda de que hay orgullo en todos nosotros porque el hambre de seguir ganando nos trajo hasta acá otra vez», fue la reflexión final.