Si el ajuste que reclama el Fondo Monetario Internacional hace trizas las aspiraciones del presidente Mauricio Macri para buscar la reelección, la figura del PRO que buscará sucederlo en las elecciones de 2019, será la gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal.

El enroque es mucho más que una hipótesis de trabajo dentro de la mesa chica que rodea al jefe del Estado. Por el momento, la mandataria bonaerense juega un papel ordenador dentro del oficialismo, atravesado por la zozobra del endeudamiento y el estancamiento económico que ya disparó todo tipo de especulaciones sobre la continuidad de Cambiemos después de 2019.

La crisis económica trastocó los planes del macrismo que tan sólo hace tres meses galopaba hacia un esquema de reelecciones y sucesiones presidenciales que, según sus propios voceros, les garantizaba la centralidad del poder hasta un tiempo que ahora suena irreal. El fuego amigo de los mercados obligó a reformular la estrategia, y hoy Vidal es la esperanza del oficialismo para retener el gobierno nacional.

Dentro de la Casa Rosada, los voceros más cercanos al jefe de Gabinete Marcos Peña no niegan la posibilidad de que Vidal emerja como garante, pero la descartan con vehemencia. Están convencidos de la superación de la crisis a partir del año próximo para confirmar que el plan original del PRO sigue en pie para buscar las reelecciones de Macri, Vidal y el jefe de Gobierno Horacio Rodríguez Larreta en sus principales distritos.

Sin embargo, en La Plata  el razonamiento es otro. Para un alto funcionario del Gabinete provincial, el giro discursivo de Vidal no apunta a 2019 sino al presente más inmediato. Desde la semana pasada, la mandataria buscó mostrarse autocrítica sobre la política económica de Gobierno y rompió el silencio sobre las mayores falencias de Cambiemos en el bolsillo de los argentinos, como el impacto del tarifazo, el incremento de la inflación y la incertidumbre sobre el ajuste diseñado por el FMI, que el gobierno ya comenzó a negociar con los gobernadores provinciales para presentar el Presupuesto 2019, que deberá cumplir con una meta de reducción del déficit público del 1,3 por ciento. En ese marco el gobierno provincial retomó el plan de descuentos del 50% en supermercados dos veces al mes para los tenedores de las tarjetas del Banco Provincia que ya había experimentado en el verano.

«María Eugenia va a hacer lo que Mauricio diga, pero sabemos que para nosotros es ahora o nunca, es difícil salir bien parado después de otro gobierno en la Provincia», analizan en un sector del vidalismo.

Que la gobernadora es la figura más convocante del PRO no es una novedad. Tampoco es una primicia que el desgaste de la gestión en el mayor distrito electoral del país horadó su buena estrella, y todavía resta medir el efecto de la denuncia sobre aportantes truchos a la campaña (ver aparte). Vidal es una de las pocas dirigentes que mantiene un diferencial positivo de imagen en cualquier encuesta, aunque a fuerza de tarifazos y mejoras que no llegan, el margen es cada vez menor. Una variable que se reduce con mucha fuerza en algunas zonas del Conurbano, pero a golpes de un creciente malhumor.

El acuerdo con el Fondo Monetario que el gobierno nacional suscribió hace semanas oscurece el panorama. Según publicó el diario La Nación, de los 65 mil millones de pesos que iba a recibir el gobierno bonaerense para 2019 y que iban a funcionar como un blindaje electoral, una gran parte deberá destinarse a otros gastos imprevistos. «Esa cifra está prevista por una ley, por lo tanto ese dinero llegará», advirtieron cerca de la gobernadora para relativizar esos números de achicamiento.

La reducción, que paralizará cualquier nuevo proyecto de obra pública en territorio bonaerense, obliga a recalcular. «Hoy tenemos obra en todos los municipios, oficialistas y opositores», resaltaron desde el Gabinete provincial, aunque el futuro no parece tan alentador.

Las negociaciones de Macri con los gobernadores para que acepten un presupuesto ajustado a las exigencias del Fondo obligaron al gobierno a poner sobre la mesa gran parte de los subsidios que la Provincia y la Ciudad reciben del Tesoro nacional.

Desde la firma del Pacto Fiscal, los mandatarios peronistas y también sus antagonistas radicales reclamaron reducir los subsidios estatales a las tarifas de servicios públicos del Área Metropolitana, especialmente en materia de transporte y consumo eléctrico. El esquema incluye una redistribución del financiamiento de la estatal AySA. El reclamo apuntaba a que fueran absorbidos por los distritos que gobiernan Vidal y Horacio Rodríguez Larreta, pero al parecer por ahora solamente habrá traspaso de subsidios para energía. La parte más tensa de la negociación tiene que ver con los subsidios al transporte público: no sólo por los fondos sino también por los costos políticos que deberían asumir en ambas administraciones para anunciar los reajustes del boleto, una potestad que depende de la esfera federal en el AMBA. A uno y otro lado de la General Paz sostienen que la transferencia será gradual. No está claro si se trata de un deseo o de una certeza.

Si los subsidios al transporte se vuelven una cuestión provincial a partir del año que viene, Vidal se verá atrapada en una frazada corta definida entre aumentar boletos o aumentar subsidios. Un anuncio de ese tipo antes de la campaña será un trago difícil de digerir para los votantes amarillos, especialmente en el Conurbano, La Plata y cabeceras costeras como Mar del Plata, golpeada por los índices de desempleo más altos de las últimas décadas.

¿Un sucesor peronista?

El radicalismo bonaerense cree que Vidal puede ser la salida ante el deterioro de Macri y sabe que la gobernadora tiene el aval de varios sectores, incluida parte de la Iglesia y el Grupo Clarín. El plan incluye un acuerdo con el ala negociadora del peronismo para que la mandataria sea candidata presidencial y un hombre del PJ no kirchnerista vaya a la gobernación, aunque por ahora no es más que una especulación.

A principios del año pasado, tres meses antes de las PASO, varios funcionarios macristas desfilaron en un cónclave organizado por Eduardo Elzstain en el Hotel Llao Llao de Bariloche. Además del ministro del Interior, Rogelio Frigerio, estuvieron los más poderosos empresarios de la Argentina. Vidal compartió una mesa con ellos. Las crónicas periodísticas de ese día resaltaron que la gobernadora ya había sido coronada por un sector de la burguesía nacional como su preferida para 2019. Por ahora se desconoce si era una apuesta de un sector del empresariado para tensar posiciones ante un gobierno que considera propio, o realmente se trata de una apuesta anticipada que ahora, en caso de germinar, contaría con su apoyo y financiamiento.

«Hace tres meses Macri iba a ser reelecto caminando y hoy eso está en duda. Todavía tiene margen de revertir lo que perdió, pero si no repunta algún volantazo tenés que dar», admitieron en la Gobernación.

Aunque rechazaron que «Mariu» sea número puesto para el año que viene, citaron una frase que suele repetir Larreta. «Cuando vos tenés un Plan B dejás de tener un Plan A, porque el Plan B pasa a ser el único plan posible.» Una confesión que muestra el contorno más temido para un presidente que se encamina a atravesar el último año de su gobierno condicionado por las auditorías del FMI. Una planilla de cálculos que deja muy poco lugar para la política. «