El grabador marca dos minutos de charla y Gustavo Alfaro ya citó a dos personajes para explicar qué es la experiencia: al boxeador Ringo Bonavena y al escritor Oscar Wilde. Además de ser uno de los entrenadores con más partidos en Primera (más de 850), Alfaro se define como un ladrón profesional de conceptos. «Cuando dejé de estudiar Ingeniería Química, a los 22 años, me di cuenta de que era un ignorante. Había más cosas que no sabía que las que sabía. Entonces empecé a leer. Esa magia de la lectura me da la posibilidad de decir ‘qué buen pensamiento este, lo robo y lo hago mío’. Cada vez que una frase me gusta, la anoto», explica el DT de Huracán, que el viernes empató 1-1 con Patronato, pero que disfruta en este gran arranque en la Superliga.

–¿Para qué sirve la experiencia en un entrenador?

–Ringo Bonavena decía que la experiencia es un peine fino que te dan cuando ya te quedaste pelado. Oscar Wilde, que la experiencia es el nombre que todos les ponemos a nuestros propios errores. Lo importante es aprovecharla. Si vos te volvés a equivocar, sólo tenés vivencias. La experiencia te da la posibilidad de sacar conclusiones.

–¿Es más fácil leer un partido con esas vivencias?

–El fútbol es cíclico: es ganar, empatar y perder. Por lo general, uno trata de imaginar el partido porque hay que tratar de contarle al jugador el partido antes de que suceda. Vos tenés que tratar de saber dónde vas a tener problemas, en qué lugar vas a intentar ganarlo, cuáles son las cosas que no tenés que negociar. Después, uno maneja hipótesis: qué hago si voy perdiendo, qué hago si se me lesiona tal jugador, qué hago si me quedo con diez hombres. A eso hay que buscarle respuestas.

–¿Es una virtud o un defecto ser técnico de experiencia?

–El fútbol argentino es muy particular. En Inglaterra tienen más de 60, salvo (Mauricio) Pochettino, con 48 años. Acá, si tenés más de 50, te miran de costado porque dicen que los técnicos no entienden a los jugadores jóvenes.

–¿Por qué se producen estas modas?

–A los entrenadores nos obligaron a prepararnos más: en la tecnología, en la metodología, en la ciencia. Lo mismo a los médicos, a los preparadores físicos. Incluso a los periodistas. Esa nivelación hacia arriba no apareció en lo dirigencial. Ahí entramos en los espasmos. Nos movemos por modas. Ahora están los campeonatos largos, que iban a sacar las presiones, pero en diez fechas ya se fueron diez entrenadores.

–¿Existe el largo plazo en el fútbol argentino?

–La urgencia por correr detrás del éxito sin saber hacia dónde corremos nos lleva de baranda a baranda. Los entrenadores nos vamos poniendo la soga al cuello el uno al otro. Hoy gano, entonces me la saco yo y te la pongo a vos. No se puede vivir de esa manera. Tengo que mirar la competencia con dos ojos: con uno pienso que el domingo es el último partido, y entonces tengo que prepararme para que, si es el último, esté tranquilo de que di todo; con el otro, miro que me voy a quedar tres años dirigiendo porque si no el corto plazo me quita la perspectiva.

–También está lo humano: recuperaste a Patricio Toranzo como futbolista.

–Se lo decía a él: «Si después de la fatalidad que te pasó en el accidente, en el que perdiste tres dedos del pie, vos no entrás a la cancha y te tirás a los pies… Que muestres talento es normal, porque sos talentoso. Pero si vos vas a los pies y cuando tenés la pelota no te quema, estás dando un ejemplo». Pato es un valiente. Mi satisfacción es que él se volvió a sentir importante. Supo aprovechar la posibilidad para reivindicarse y para dar un mensaje a los pibes: si no lo pudieron parar ni cortándole tres dedos no lo va a parar nadie. Es un ejemplo de coraje y de humanidad. A otro lo retira del fútbol. Tenés que tener un corazón enorme y unos huevos de acero para seguir.

–Huracán tiene tendencia a la fatalidad… Ya trabajaste en eso en clubes como Gimnasia y Quilmes.

–Es un desafío. Uno no puede sentirse con la capacidad de que va a cambiar el destino del club. Vengo a tratar de aportar lo mío, a ver si puedo devolver a Huracán mejorado del modo en que lo recibí. Siempre digo que los entrenadores somos como inquilinos: si sos un buen inquilino devolvés el departamento mejor de lo que lo recibiste, si sos un mal inquilino lo devolvés con las paredes manchadas, la tapa del baño rota, las puertas salidas…

–En lo deportivo, ¿cuánto influye el final del fútbol gratuito por televisión?

–Uno no puede desconocer que el fútbol es un producto masivo de consumo. Y un negocio. Si FIFA factura más que la General Motors es porque es un negocio. Lo que suceda en Boca o River va a vender más que lo que les ocurra a los otros equipos. Y me parece que los campeonatos largos también conspiran contra esa posibilidad de darnos un plano de igualdad. Se lo dije a Grondona: esto es la muerte para que los chicos puedan aspirar a ser campeones. El fútbol argentino había marcado que equipos que tradicionalmente no podían dar pelea eran campeones. Creo que vamos en camino a una sociedad de consumo que terminará en el pay per view. Entonces, cada equipo va a pedir que le paguen en función a la cantidad de abonados. Y Boca o River van a tener una diferencia muy grande con Patronato. ¿Cómo competís así? Los grandes son el Profesor Neurus: una para vos, una para vos, otra para vos y cien para mí.