Un lunes después de salir del Chacarerean Teatre, una espectadora le mandó un mensaje de audio a una amiga contándole qué le pareció 200 golpes de jamón serrano, la obra donde actúan Gustavo Garzón y Marina Otero, quien también dirige la pieza. La amiga le pasó el mensaje a otra amiga, esta a otra y un amigo en común que entró en la cadena de reenvíos se lo pasó al propio Garzón.

«Es admirable como el cuerpo sufre una transformación ahí adelante nuestro. Se burla de sí mismo, va mostrando lo que le pasa, no miente. Podría hacerlo, pero opta por transmitir una fuerza de verdad que me volvió loca. El Gustavo Garzón del comienzo no es el mismo que el del final: ese cambio es algo muy auténtico, sucede. Tiene una determinación de hablar de la vida y la muerte más allá del texto. No son sólo palabras, Garzón pone el cuerpo de una manera que nunca vi», se escucha decir a la espectadora en el teléfono del actor.

«Es emocionante y sorprendente que otro reaccione de esa manera a algo que yo hice para mí. Te da orgullo poder exponerse así para que a otros les pasen cosas», confiesa Garzón. 200 golpes de jamón serrano desarrolla el encuentro de un actor famoso, acostumbrado a trabajar siempre a cambio de dinero, y una bailarina de teatro independiente 30 años más joven. Él le pide que compartan una obra que lo saque de su aburrimiento, ella acepta dirigirlo con la secreta esperanza de que el famoso le llene la sala y el teatro, por fin, le dé de comer. Lo que comienza siendo una obra sobre la vida de Gustavo Garzón terminará convirtiéndose en un encuentro imposible entre el teatro y la performance, entre el arte y el dinero.

«Fue un proceso poco convencional, poco habitual –destaca Garzón–. Estaba con la necesidad interior de sacar afuera cuestiones físicas y emocionales y me acerqué a Marina para hacer algo con ella. Tiene un nivel de verdad en lo que hace que nunca había visto y una entrega corporal que pasa los límites de lo habitual. Quise unir su lenguaje con el mío. Hablamos unas 20 horas de mi vida en distintos encuentros y ella armó la obra seleccionando algunos de esos momentos como disparadores. El espectáculo expresa nuestras posturas ante el arte, nuestra unión para construir algo juntos. Hoy se rotula estas propuestas como biodrama o performance, pero nosotros le damos nuestra estética».

En 200 golpes de jamón serrano el conflicto irrumpe entre los textos, el canto, la música, la danza, la filmación en vivo y ediciones en directo. Lo ficcional se arma y se desarma una y otra vez. «Sentía que tenía que ir por este lado. A mi edad busco hacer lo que quiero. Muestro cosas movilizantes que me ocurrieron, pero sin golpes bajos. Son cosas que les pasan a todos y mucho más en tiempos de crisis. Todo lo que decimos es a nivel humano. Es la única forma que conozco para comunicar», explica el actor.

Para Garzón, ser actor es un refugio. Más cuando los vientos son adversos: «Lo nuestro es ser profesionales, llegar temprano y saber la letra. Pero un actor también debe animarse a transgredir lo establecido. Buscar hablar de lo que nos pasa como especie y por un rato ser feliz a pasar de todo».

El circuito comercial suele asumir que entretener es sinónimo de comedia. Garzón reniega de ese imperativo: «Yo creo que las personas necesitan reír, llorar y reflexionar. No hay que subestimar a la gente. Hoy en día la realidad se ve más en el circuito off porque muestra lo que a todos nos pasa yendo más a fondo y cumpliendo la verdadera función de nuestra labor».

Garzón considera que el arte no cambia una política económica que deja afuera a las mayorías, pero cree que es un factor que ayuda a visibilizar muchos males intrínsecos del ser humano. «Creo que la cultura hay que defenderla como sea y la mejor forma es haciéndola», concluye. «

¿CUÁNDO?

200 golpes de jamón serrano. Dirección: Marina Otero. Actúan: Gustavo Garzón y Marina Otero. Todos los lunes a las 21 horas. Chacarerean Teatre, Nicaragua 5565.