Lejos de los desafíos de Instagram, de comunicados oficiales para anunciar una rebaja «solidaria» de sueldo, en el submundo del Ascenso argentino los futbolistas viven de una manera distinta el alcance de esta pandemia. Acaso el aislamiento preventivo y obligatorio y la suspensión del fútbol en la Argentina los iguala en algo con las grandes estrellas: se extraña el vestuario, el mate compartido y la competencia, mientras cada uno intenta mantener la forma siguiendo desde su casa una rutina indicada por el preparador físico. La diferencia está en que, con o sin Covid-19, buena parte de los obreros de la pelota son algo más que jugadores de fútbol: tienen otro trabajo para llegar a fin de mes o como un resguardo necesario porque saben que en el Ascenso el pago de los sueldos no siempre es regular. Algunos, como Lucas Buono (Deportivo Español), Gastón Monzón (San Martín de Burzaco) y Gonzalo Minguillón (Sacachispas), persisten en su segundo laburo durante la cuarentena, porque están dentro de los exceptuados o porque le encontraron la vuelta al teletrabajo.

Buono, histórico centrodelantero de las categorías más bajas del fútbol argentino, es el capitán de Deportivo Español. El Gallego fue noticia esta semana: sus futbolistas denunciaron que les deben los salarios de enero, febrero y marzo. Sin actividad, no hay medida de fuerza posible. Sólo queda la difusión. A Buono -38 años, con pasos por Defensores de Belgrano, Colegiales, Laferrere y Lamadrid, entre otros- lo salva haber puesto, hace siete años, un negocio junto a su esposa en su casa de Hurlingham. «En la piecita que da la calle, donde guardábamos las bicis o las cosas viejas, armamos un bazar de limpieza. En el Ascenso, lamentablemente, la cosas es así: a veces no cobrás. Hoy, como Español no nos paga, en mi familia vivimos el día a día gracias a eso. Y el negocio me ayuda un montón, no sólo desde lo económico: me ocupa la cabeza. Tengo compañeros que me mandan mensajes llorando porque no tienen para comer, aunque ahora por suerte Agremiados nos dio una mano con ayuda y comida», relata el delantero.

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Gastón Monzón suele reaparecer en la escena pública cada 5 de julio: es el arquero que sufrió la falta de la que luego vino el gol de Vélez que le quitó al Huracán de Ángel Cappa el título del Clausura 2009. «A Burruchaga cada año le preguntan por el gol del 86 y a mí por esa jugada», bromea Monzón. El arquero, que fue sparring de la Selección argentina en el Mundial Alemania 2006, se fue del Globo en 2014. Pasó por Tristán Suárez, Armenio, Excursionistas y Lamadrid, y ahora cuida el arco de San Martín de Burzaco. A los 32 años, ya ve el retiro en el horizonte. «Acá, en González Catán, tengo un local de pizzas que se llama Pizzagol y otro de conos de papas fritas, que se llama Papagol. Entreno a la mañana y a la tarde me voy a dar una vuelta por los locales, para ver que esté todo bien. Viene bien para distraer un poco la cabeza y también para morfar. Ya no juego en Huracán, je», cuenta el arquero, que es padre de dos gemelos de cinco años.

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Minguillón, mediocampista de Sacachispas, dice que su trabajo como kinesiólogo es su «salvavidas». «Jugando en el Ascenso tenés muchos problemas de cobro. No sólo me ayudó desde lo mental sino también desde lo económico, se me hizo clave para llevar más tranquilo estos últimos años de carrera», repite a coro el exjugador de Atlanta y Comunicaciones, que se recibió hace cinco años en la Universidad Abierta Interamericana, gracias a una beca de la fundación El Futbolista, de Futbolistas Argentinos Agremiados. Su especialidad, lógico, es la kinesiología deportiva. Durante esta cuarentena, sin embargo, la mayoría de las consultas que recibe vía WhatsApp son por dolores inespecíficos debido a la mala postura o el sedentarismo. «Los niveles de concentración, de tensión y el poco tiempo de esparcimiento hacen que los hábitos sean nuevos aunque sigas con tu trabajo desde casa. Ni hablar de que hay otro tipo de comodidades y también está el estrés: ahora tenés las 24 horas del día para pensar. Pensar tanto no es bueno, dijo el Pity Álvarez. Y es real. La mente se fatiga, te cambian las horas de sueño, no es nada sencillo», cuenta el mediocampista y kinesiólogo, que también da consejos y tips posturales en su cuenta de Instagram (gonzalo.minguillon).

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Por cuestiones de higiene y prevención, los artículos de limpieza se volvieron de primera necesidad en los últimos meses. «La lavandina, el cloro, el alcohol en gel o rebajado con agua se vende muchísimo. En general, abre mi señora de 9 a 15. Pero ahora, como estoy yo y hay más gente que necesita, sólo paramos a la hora de la siesta», narra Buono, a quien su oficio de delantero también le trae algunos beneficios como comerciante: «Las químicas grandes te bajan las persianas. Como a mí me conocen de los clubes y siempre les llevé camisetas, entonces me mandan un mensajito y me dicen ‘venite’. Después les vendo a los del barrio, que compran hace años. Siempre aparece el vivo que te quiere comprar diez litros de lavandina, pero nosotros sólo les vendemos a los vecinos». Cosas del destino: mientras no cobra en Español, el contexto empuja el negocio familiar.

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Los pocos días en los que el fútbol estuvo suspendido y aún no se había dictado el aislamiento social preventivo y obligatorio, Minguillón no se entrenaba en Sacachispas pero sí iba al consultorio. Desde el 19 de marzo, mudó su camilla de kinesiólogo al teléfono. «Es una manera de ayudar. Aunque me vendría bien, no estoy cobrando las consultas. Trato de solucionar los problemas que trae el encierro, con ejercicios y recomendaciones. La quietud trae dolores que tal vez con un simple ejercicio o un tip que puedas dar, le cambiás el día a alguien. Si un paciente aguanta 20 días con un dolor de espalda hasta que se levante la cuarentena, va a venir doblado a verme cuando lo pueda atender», explica.

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Los locales Papagol y Pizzagol habían salido a la cancha hace sólo cinco meses. Como no tiene delivery, Monzón dice que el negocio bajó: «Lo que antes era diez ahora es dos. Por suerte, el dueño del local soy yo, y entonces no tengo que pagar alquiler, no arranco tan abajo. Lo importante es que los empleados cobren y por suerte hasta ahora lo hicimos». Luego vuelve a su otro rol, el de arquero, en el que es empleado de San Martín de Burzaco: «Ahora están con eso de que los futbolistas van a donar su sueldo. Cada uno con su plata hace lo que quiere. Pero si a un tipo del Ascenso, que gana 20 lucas, le sacás la mitad, lo matás».

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