El último tuit de Hugo Sigman es una declaración de principios. Dice: “Entender las necesidades insatisfechas y recurrir al sistema científico e integrarlo con el sector privado, nos ha dado la capacidad de satisfacer dichas necesidades generando productos de valor agregado y brindarle a la ciencia argentina el soporte y reconocimiento que merece”.

mAbxience, el laboratorio elegido por AstraZeneca para producir el reactivo de la vacuna contra el Covid-19 en la Argentina, es la empresa cuya nueva planta productora de medicamentos biológicos, en Escobar, inauguró Alberto Fernández en febrero, dos meses después de asumir la presidencia, uno antes de que se desatara la pandemia. “Lo que necesitamos es que haya muchas más empresas como éstas, que haya muchos más empresarios invirtiendo y dando trabajo, y menos banqueros comprando letras del BCRA para llenarse de plata”, dijo Alberto aquel día, luego de que Sigman le mostrara las instalaciones de más de 8700 metros cuadrados, en las que invirtió 40 millones de dólares.

Sigman pareció dar aquella mañana de febrero la talla de empresario y filántropo. Su discurso abundó en los conceptos que impulsan su holding: innovación, sustentabilidad, desarrollo, ciencia, pero también se detuvo en otros, desusados en la clase empresaria argentina. Dijo, por ejemplo: “En este polo tecnológico, que es el más grande de Latinoamérica, hemos cuidado tres aspectos: la equidad de género; la formación de jóvenes personas que estudian en Escobar, en general de familias humildes; y fomentar al máximo posible que nuestros productos sean comprados a pymes”.

El fundador del Grupo INSUD, el “CEO progre” como se lo ha llamado, ha hecho su fortuna con el negocio farmacéutico, pero su ecosistema empresario se diversificó: el grupo alberga empresas de biotecnología para el agronegocio, forestales, hoteleras (tiene un hotel boutique en los esteros del Iberá), medios de comunicación (la edición Cono Sur de Le Monde Diplomatique), una editorial (Capital Intelectual), una productora de cine (que filmó desde Mundo Grúa hasta Relatos salvajes) y hasta una marca de lujo sustentable (Solantu) que comercializa objetos en madera nativa y cuero de caimán.

A la manera de otros popes globales de la innovación (Bill y Melinda Gates, los arquetípicos), Sigman, psiquiatra de profesión, no está solo en la aventura empresaria. Su mujer, Silvia Gold, bioquímica, fue la impulsora de la empresa Chemo, hoy vista como el inicio de INSUD, y con ella impulsó la expansión internacional, a fines de los ’70, de la empresa familiar que había fundado su padre, el emprendedor farmacéutico Roberto Gold, quien hacia el final de su vida, en los ’90, creó la fundación Mundo Sano, dedicada a combatir las enfermedades desatendidas, como el Chagas.

Pero es quizás la apuesta de Sigman y Gold a la innovación científica lo que más satisfacciones les está dando. INSUD impulsa desde hace años la cooperación público-privada como modelo de trabajo conjunto entre los investigadores que forma el sistema científico, las empresas y las agencias sanitarias, en busca de nuevos y mejores tratamientos. El Consorcio I+D+i (Investigación, Desarrollo, e Innovación), que crearon en 1994, ya involucra a más de 100 investigadores y cuenta con tres áreas de acción: terapias innovadoras en cáncer, líneas de investigación tecnológicas para la producción de anticuerpos monoclonales para uso terapéutico y producción de vacunas recombinantes.

Y la pandemia está poniendo de relieve los resultados de ese modelo. El suero equino que podría llegar a ser el primer potencial tratamiento anti Covid-19 desarrollado íntegramente en Argentina, es encabezado por Inmunova, una compañía de biotecnología cuyo principal accionista es INSUD. Y la elección de mABxience para fabricar la vacuna de Oxford cristaliza ese éxito.

Peleado con Cambiemos por su apoyo a los laboratorios extranjeros, Sigman ve con buenos ojos a Alberto Fernández. Uno de sus hijos fue compañero de militancia de Wado de Pedro y fue el ministro del Interior quien ha gestionado los acercamientos del CEO de INSUD al gobierno.

Si Marcos Galperin era el empresario estrella de la era macrista, dueño de un holding que hace llegar todo a todas partes pero no produce nada, la buena estrella de Sigman en la era posmacrista parecería, en principio, vislumbrar una matriz empresaria ligeramente diversa.