Estuvo cinco semanas en las Islas Malvinas trabajando en la exhumación de los cuerpos y análisis de las vestimentas de los soldados argentinos enterrados en el cementerio de Darwin sin identificación. Es presidente y miembro fundador de Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF). La organización realizó trabajos en la Argentina, con la identificación de cuerpos de víctimas del terrorismo de Estado de la última dictadura, y también en otros países del mundo. Luis Fondebrider –de él se habla en estas líneas– participará de la charla que el EAAF dará en el museo Malvinas este lunes a las 18 horas, donde se contará cómo fue el proceso de identificación de los soldados argentinos. Al referirse al encuentro, remarcó que se contará «cuál ha sido nuestra participación, que empezó en el año 2012, cuando la presidenta Cristina Fernández nos solicitó incorporarnos a la tarea que hacía la Cruz Roja para la identificación de estos soldados». 

«El trabajo –agregó– tuvo varias etapas: entrevistar a 107 familias, que aceptaron participar del proceso; luego estuvimos en las islas con el equipo forense; después la tarea de nuestro laboratorio de genética forense en la provincia de Córdoba; la notificación a los familiares y la última etapa que ha sido el viaje con ellos a las islas».

–¿Cuántos cuerpos se pudieron identificar de los que están enterrados como NN en el cementerio de Darwin?

–El cementerio tiene 230 sepulturas. El proyecto Plan Humanitario, acordado entre Argentina y el Reino Unido, implicó trabajar en las que tenían la leyenda «soldado argentino sólo identificado por dios». Esas eran 121 tumbas, en las que encontramos 122 cuerpos. El informe de la Cruz Roja de fines del año pasado dio cuenta de 88 identificaciones positivas. En algunos casos, los  perfiles genéticos que tenemos de familiares fueron mejorados y, por eso, en las últimas semanas, se agregaron algunos casos más. Entonces el número final fue de 90 y no de 88. 

–Una vez que se indentificaba el cuerpo, ¿cómo seguía la tarea?

–Una vez que el gobierno argentino recibió el informe de la Cruz Roja, se estableció una estrategia de comunicación, a cargo de la Secretaria de Derechos Humanos de la Nación. A cada familiar se lo citó individualmente, por turnos, en Buenos Aires o donde fuera. Se les entregó un informe científico con las tareas que se habían realizado, explicando cómo se había llegado a las conclusiones y también se entregaron fotos de las tareas que se realizaron. En algunos casos se encontraron efectos personales con los cuerpos. El familiar podía preguntar lo que quisiera y se llevaba el informe. Luego se los convocó para el viaje.

–¿El equipo estaba integrado por antropólogos del EAAF y de otras nacionalidades?

–En el acuerdo para realizar esta tarea se especificó que Argentina e Inglaterra podrían aportar dos especialistas cada uno a la vez. El resto de los colegas fueron de España y de México, por ejemplo. Finalmente fuimos cerca de 14 personas y varios nos conocíamos de otros trabajos. Fue sencillo coordinar. Yo estuve cinco semanas en las islas. A mí me tocó estar en la tarea de exhumación de los cuerpos y análisis de vestimenta. Mercedes Salado Puerto (también miembro del EAAF), que estuvo seis semanas, hizo la recolección de muestras para el análisis genético. Y Silvana Turner (del EAAF) me reemplazó a mí. Estuvo dos semanas. Luego, en la ceremonia en Darwin, estuvieron Mercedes  y Nuri Quinteros, que participó en las entrevistas a los familiares.

–Hicieron una investigación previa de cada historia de vida. El trabajo se inició mucho antes de viajar a las islas… 

–En este caso fue un poco más sencillo que el trabajo que tuvimos con los desaparecidos políticos. Ahora sabíamos que estábamos con un número de sepulturas determinado en un cementerio militar, muy bien organizado. Contábamos con el informe de Geoffrey Cardozo (el coronel británico que enterró los cuerpos en Darwin) y teníamos el listado de los familiares argentinos.  

–¿Todas las familias aceptaron colaborar? 

–No todas quisieron participar. De 148 aceptaron 107. 

–¿Cuánto ayudó con la tarea lo que había hecho Cardozo?

–El trabajo que él hizo, que fue ordenado por su país, fue profesional. Fue hecho con mucha dignidad y respeto. No nos asombró. El ejército inglés es serio. Lo es durante la guerra y también después. Cardozo había escrito la procedencia en cada bolsa donde estaban los cuerpos. 

–Este proceso abarcó dos gobiernos distintos…  

–Lo que ha sucedido no es mérito de un gobierno ni de una sola persona. Es un trabajo colectivo del que participó mucha gente. 

–¿Qué significó para ustedes realizar la tarea en un territorio en el que hubo una guerra y donde Argentina todavía reclama soberanía?

–Lo encaramos con la misma responsabilidad y con los mismos criterios que hemos tenido en todos los casos en estos 34 años. Obviamente, tiene la particularidad de tratarse de Malvinas, un tema muy sensible. Era fuerte pisar las islas y que te sellen el pasaporte. Es una experiencia dura porque el territorio aún está en conflicto y allí hubo una guerra. La llegada al cementerio es muy fuerte y emotiva. Ver esas cruces blancas en medio de la soledad es muy triste.

–¿El laboratorio del EAAF, en Córdoba, fue el único que trabajó? 

–Se eligió nuestro laboratorio por su calidad y su experiencia. Pero como control de calidad se decidió enviar 15 muestras a un laboratorio en Santiago de Compostela, en España, y otras a la Universidad de Lancaster, en Inglaterra. El control se hace verificando si esas muestras dan los mismos resultados. Nos dio la tranquilidad a todos de que se estaba trabajando con los parámetros correctos.

–¿Cómo evalúa el desarrollo que tiene este tipo de trabajo en el país? 

–Argentina se convirtió en pionera en el trabajo de antropología forense por nuestra propia historia. La creación del EAAF tiene que ver con la cantidad de desaparecidos que dejó la dictadura. El desarrollo de este equipo tiene que ver con la tarea colectiva que ha hecho mucha gente de diferentes sectores. El movimiento de Derechos Humanos en la Argentina es el más fuerte e importante del mundo. Todo lo que se logró en cuanto a verdad, justicia, reparación y memoria, es fruto de la tarea de mucha gente, especialmente los afectados, los organismos, los sobrevivientes. Los gobiernos democráticos argentinos acompañaron; algunos más, otros menos. Nosotros aportamos la ciencia y expandimos esta experiencia a otros 50 países en el mundo. Pero, sin dudas, la movilización de la gente es la que ha hecho que se lograra.

–Ustedes trabajaron en Sudáfrica. Un debate siempre presente es si en Argentina no tendría que haberse impulsado el «modelo sudafricano», que perdonó los crímenes del terrorismo de Estado a cambio de información de los acusados…  

–Hay que conocer los procesos. En Sudáfrica, hace 23 años que trabajamos. Es muy diferente a los procesos políticos por los que pasó la Argentina. Tampoco se cambió verdad por impunidad. No es así. Es más complejo. El proceso argentino es modelo en todo el mundo. «