Que podamos estar hablando de La Tablada con un nivel de extensión social bastante amplio ya es para nosotros una primera victoria», dice Irene Provenzano. Sin embargo, la hija de Francisco «Pancho» Provenzano, uno de los cuatro desaparecidos en el copamiento al cuartel, en 1989, aclara que eso no quita la necesidad de obtener justicia. Y de que el exgeneral Alfredo Arrillaga, preso por crímenes de lesa humanidad, sea condenado también por la desaparición de José Díaz, el primer caso en llegar a juicio. Cree que es un paso más para abrir nuevas imputaciones y llegar también al juzgamiento por su papá, por Iván Ruiz y Carlos Samojedny, los desaparecidos del Movimiento Todos por la Patria (MTP) en la toma del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 General Belgrano (RIM 3), del 23 y 24 de enero de 1989. «Es un proceso judicial que se abre en el camino de la verdad y la justicia», redondea.

El juicio comenzó el 10 de diciembre en el tribunal Oral en lo Federal N° 4 de San Martín. Continuará el 3 de enero y tuvo un giro brusco en la última audiencia. El militar César Quiroga confesó que, tras la recuperación del cuartel, lo obligaron a firmar una declaración falsa en el juzgado federal de Morón que cristalizó la versión oficial. Era que Díaz junto a Iván Ruiz asesinaron al militar que los tenía detenidos y escaparon. El testigo tiró por la borda lo que el Ejército sostuvo durante tres décadas.

«El testimonio del militar Quiroga fue clave, quizá más de lo que él mismo dimensiona. Lo que hizo fue tirar por la borda la versión oficial del Ejército. Caen muchísimos testimonios del ’89 que sostuvieron incluso el pedido de captura para José Díaz e Iván Ruiz hasta el ’97. Fue un relato oficial que tuvo una estructuración en el Poder Judicial y en el aparato militar y que además generó consecuencias en el desarrollo de la búsqueda de verdad y en la investigación por los compañeros», completa Irene.

Los familiares y compañeros de los desaparecidos del MTP denunciaron las violaciones a los Derechos Humanos tras el intento de copamiento del cuartel que, según dijo el jefe de la operación y exmilitante del ERP, Enrique Gorriarán Merlo, buscaba frenar un golpe de Estado que sacaría a Raúl Alfonsín de la presidencia.

En todo ese proceso de denuncia el juez federal de Morón Gerardo Larrambebere miró para al costado. «Esto viene a comprobarlo por completo. Nos abre el camino en el desarrollo de este juicio y en otros que vengan para investigar la situación de los otros compañeros desaparecidos y de los fusilamientos. Todo lo que nosotros venimos denunciando el aparato militar lo tapó de la mano de los jueces».

–¿Cree que el encubrimiento y las violaciones a los Derechos Humanos de La Tablada repitieron en democracia lo que ocurría en la dictadura?

–Creo que los militares tuvieron una oportunidad en democracia de volver a poner en juego todos esos mecanismos de muerte, represión y desaparición de personas, con un grupo de compañeros que para ellos representaba aquella subversión que había que aniquilar. Lo que relatan los compañeros y también fuentes militares es que lo que hubo en la recuperación del cuartel fue un intento casi de aniquilamiento. En su momento los compañeros lo pudieron decir, pero la coyuntura política hizo que el juzgamiento cayera sobre ellos sin poner la mirada sobre el aparato represivo militar. Hoy, 30 años después, estamos llegando al primer juicio contra los milicos por violaciones a los Derechos Humanos y tenemos otro halo de legitimidad.

–¿La declaración de Quiroga también abre la pista del encubrimiento judicial?

–La declaración trucha que le hacen firmar tiene la firma del secretario del juzgado de Morón, que era Alberto Nisman, y del juez Larrambebere. El mismo juez estuvo a cargo de la instrucción para investigar a los militares, juzgó a los compañeros y fue responsable de los detenidos desde el día 24. Esa persona luego es cómplice y artífice del encubrimiento de las desapariciones, por lo menos, de Iván Díaz y José Ruiz.

–¿Y por la desaparición de su padre?

–Mi viejo y Samojedny se entregaron con vida el 24. Particularmente mi papá es el que negocia la rendición con Arrillaga. Es decir que estaba vivo. Pero de eso no hay testimonio porque el periodismo ya no estaba tan adentro del cuartel. Están los testimonios de sus compañeros. Después sólo quedó la versión del Ejército que dice que se entregaron 13 del MTP y arman una versión negando la existencia de Pancho Provenzano y de Samojedni. Directamente niegan que hubieran estado. La versión es: «No están. Se entregaron 13». Y desaparecieron los cuerpos.

–Ni siquiera hay una estratagema como la de Díaz y Ruiz.

–No construyeron versión oficial sobre ellos. La que armaron sobre Iván y José fue porque hay registros fotográficos en los que se los ve desarmados, con las manos en alto y llevados a punta de fusil. Es más, hasta que no aparecieron esas fotos los militares dijeron que el día 23 no había habido detenidos. Con las fotos cambiaron y dijeron que mataron al militar que los estaba custodiando y se escaparon. En el juicio, el tercero de Arrillaga, que se llama Halperín, dijo que había visto la rendición de lejos y que se acordaba que eran 13 las personas que se entregaron. Es decir que la versión la mantienen negando la existencia de quienes después desaparecieron. Yo pienso que la investigación de lo que fue el encubrimiento judicial tiene que poner el foco en que el juez explique. No sólo fue cómplice de las torturas a los detenidos, que después estuvieron presos, sino que también de las cuatro desapariciones.

¿Cree que el de La Tablada es un juicio histórico?

–Una de las abogadas de la querella dijo que en los 25 o 30 juicios por crímenes de lesa humanidad en los que participó nunca un militar había aportado lo que aportó Quiroga. Nunca un militar se quebró y confesó. Porque en definitiva lo que dijo fue: «Sí, lo desaparecimos nosotros».

Testimonio clave

En la última audiencia de diciembre, otro militar, José Alberto Almada, dijo que vio a José Díaz e Iván Ruiz salir con vida del cuartel: «Los tuvieron ahí adentro durante toda la tarde, interrogándolas supongo. Después, los sacaron en un Ford Falcon de color blanco con rumbo desconocido».  «