El epílogo de Pablo Bressi como jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires define a la perfección el tono impostado de la gestión de Cristian Ritondo al frente del Ministerio de Seguridad. El martes 9, a las 19.18 horas, en diálogo televisivo con Eduardo Feinmann, Ritondo negó que Bressi fuese a ser echado de la fuerza. «Sigue siendo el jefe de la Policía. Lo tengo a 40 metros», dijo. 

Horas más tarde, Bressi era un expolicía. Para algunos, lo echó la gobernadora María Eugenia Vidal. Para otros, renunció porque se había cumplido un ciclo. Podría decirse que ambas cosas son ciertas. Porque el «escándalo» desatado por un botín que no superó los $200 mil –cifra irrisoria para la caja de recaudación de la Bonaerense- empujó a Bressi fuera de la fuerza. Es que el exjefe de policía es amigo de Alberto «Maquina» Miranda, el comisario que cayó en la Dirección de Prevención Delito contra la Propiedad Automotor, de Villa Tesei. 

La gestión de Bressi estuvo signada por las denuncias que Elisa Carrió hizo llegar a oídos de la gobernadora. «O es una brillante mente criminal, o es un idiota que carece de capacidad alguna para detectar la presencia de un delito», dijo Carrió respecto a su pasado como jefe de Narcotráfico. La legisladora suele hacer denuncias mediáticas para resolver internas políticas. Sus diagnósticos son imprecisos. Con Bressi señaló el eslabón más débil de la cadena. Porque la cuestión de fondo no es Bressi. 

Ritondo y Bressi nunca representaron un «cambio» en materia de seguridad. Ya en mayo de 2016, a solo cinco meses de la asunción del oriundo de Ramos Mejía, Marcelo Saín decía: «Ritondo compró el paquete que le vendió (Alejandro) Granados: el sistema de recaudación policial que luego sube a las autoridades políticas. Ahora Bressi va a aprovechar la reforma para organizar una cúpula propia.» Y Bressi puso a sus amigos en los cargos de relevancia. Imitó a su antecesor Hugo Matzkin y persiguió a los oficiales que podían hacerle sombra. Fue apoyado por el ministro y por la gobernadora, que atacó públicamente a otros policías enfrentados a él. Pero Bressi es Miranda. Y también lo son Claudio Montan en La Matanza y Ariel Latrichiana en Esteban Echeverría, por citar dos ejemplos. Es la forma de entender la seguridad en el territorio más poblado del país. 

«Hay distintas posturas dentro de la policía. Un grupo esta consternado por las actitudes de Bressi: dejó gente pagando, no defendió a su amigo Miranda cuando cayó. Ni apoyó a otros que se fueron y creen que los entregó», revela un comisario que pide reserva de identidad para no ser perseguido. Y añade: «Otro sector piensa que Bressi destruyó estructuras que ordenaban hacia adentro. Los que están poniendo ahora no tienen pasta de jefe. ¿Vamos a seguir emparchando? Parece que sí.» 

La información de las aventuras de Miranda no es nueva. Hace un año, Tiempo detectó el sistema informal que tenía «El Maquina» en Tesei. Las fuentes situaron a Bressi en el centro de la escena. «Granados cobraba sólo la blanca. Casal, todo. La caja policial tiene dos líneas de recaudación: la blanca, que es la formal. Y la negra, que es la prostitución, la droga, los adicionales truchos en barrios cerrados, el juego clandestino, los pisos de piratas del asfalto, toda actividad ilegal que deje un margen amplio de ganancia», explicó otra fuente. En la gestión Bressi alguien cobró la negra.Con las pruebas a la vista, Ritondo y Vidal deberían dar explicaciones. 

El pasado 3 de mayo, en el patio del Ministerio de Seguridad bonaerense asumieron los nuevos superintendentes de la Fuerza. Ritondo, de traje y sin corbata, fiel al estilo PRO, entró caminando por el pasillo central secundado por Bressi. Luego, sumó a Fabián Perroni. El cura que abrió el encuentro bendijo los tres soles de las jerarquías que esperaban los nuevos jefes. La foto adelantó lo que pasaría una semana más tarde. El elegido para reemplazar a Bressi fue su antiguo compañero del Liceo: Perroni.


Perroni, interino y ya dando explicaciones

El comisario general Fabián Perroni (foto), subjefe de la Bonaerense e interinamente a cargo de la fuerza tras la salida de Bressi, debió salir a aclarar que no pesa sobre él ninguna condena por apremios ilegales. El caso que arrojó sombras sobre el pasado del «Perro», como apodan al nuevo hombre fuerte de la policía provincial, data de 1992, cuando Perroni era oficial inspector y colaboró con la Comisaría 9ª de La Plata en la investigación de una banda que asaltaba carnicerías, participando de un allanamiento. Uno de los detenidos denunció a dos policías por apremios: uno se llamaba Abrigo, al otro lo llamaban «el Perro». En 1997, Perroni fue aprehendido por pedido del juez Ernesto Domenech, que entendía en la causa, pero en las ruedas de reconocimiento, el denunciante no pudo identificarlo. El hoy comisario general fue sobreseído y Asuntos Internos no le aplicó ninguna sanción disciplinaria. 

Perroni, que este verano comandó el Operativo Sol, reveló la «malísima» relación que tuvo con Hugo Matzkin, jefe de la Bonaerense durante la gobernación de Daniel Scioli, y adelantó que serán Vidal y Ritondo quienes resuelvan si se queda con el cargo.


«Compramos una mentira»

Salvador Baratta no llegó a la jefatura de la Bonaerense porque, según él, desechó la invitación para ser parte del andamiaje que recaudaba del narco menudeo. En diálogo con Tiempo, señala que «a la gobernadora le vendieron un paquete de seguridad que no cambia nada». 

–¿La salida de Bressi marca el fin de la corrupción en la Bonaerense? 

–El problema es de fondo, la falta de política de seguridad, es a nivel provincial y a nivel país. Compramos una mentira. Para muchos políticos, la seguridad es un negocio donde trabajan con los malos policías.

 –¿Lo sorprendió la detención del comisario Miranda? 

–En 2008 hicimos una causa con el ministro León Arslanian que terminó archivada. Pasaba lo mismo que denuncian ahora. Las plantas verificadoras deben salir del ámbito de la Policía. El año pasado tuvieron problemas y Ritondo anunció algo que después no cumplió. Quizás la gobernadora creyó que Bressi había solucionado el tema. Se ve que no habían cortado nada. 

–¿Vislumbra una conducción civil de la Bonaerense? 

–La gobernadora debería dividir la fuerza. El poder centralizado en La Plata no funciona más, caducó.