El 4 de marzo, cuando el Coivd-19 ya no era algo lejano, el exsecretario de Articulación Científica durante el macrismo, Agustín Campero, relativizaba los recortes de Cambiemos a la ciencia: «Hasta las devaluaciones, el salario de los investigadores había venido evolucionando». La comunidad científica ya no tenía tiempo para responderle: iniciaba contrarreloj la maquinaria de investigación y producción al servicio del país en la lucha contra la pandemia. El sector científico y académico, bastardeado por el Estado en los últimos años, resurgió en la emergencia nacional y las universidades públicas vuelven a ser protagonistas.

«En menos de 24 horas tuvimos más de 4.000 voluntarios/as que se inscribieron para ayudar en la emergencia sanitaria que está enfrentando el país. En un momento tan complejo, nuestra universidad se pone al servicio de la comunidad», informaba el 23 de marzo el Rectorado de la UBA. Hoy son más de 7000, que harán vacunación anti gripal, primer control de pacientes, seguimiento de quienes están aislados en sus casas, y tareas de logística.

Lo más urgente era abastecerse de los insumos y equipamientos suficientes como para enfrentar una pandemia. Lo tuvo en claro la Universidad Nacional de Rosario (UNR), que financió dos iniciativas de desarrolladores de esa ciudad, tanto de la Facultad de Exactas como de Inventu –empresa compuesta por estudiantes y graduados de la UNR–, para crear prototipos de respiradores de bajo costo, ideados para tratar únicamente los efectos que provoca el Covid–19. Al no poder utilizarse en otras afecciones respiratorias, lograron abaratar el costo de fabricación, de 30 mil a 3000 dólares. Con una inversión de dos millones de pesos a cargo de la UNR, ya están en etapa de testeo. Al principio planean hacer cien aparatos por semana. En un mes cubrirían la misma cantidad de respiradores que hoy tiene la provincia de Santa Fe.

Made in Argentina

Desde la semana pasada, tres facultades de la Universidad Nacional del Litoral (UNL) realizan un centenar de protectores faciales por día con impresoras 3D y cortadoras láser, y desarrollan un prototipo de gafas de protección ocular. “Sólo tiene un costo material de 35 pesos. Utilizamos un modelo diseñado por Josef Prusa, el mayor fabricante de impresoras 3D y que ya ha sido probado en la República Checa”, explica Horacio Sagardoy, subsecretario general de la Facultad de Ciencias Médicas.

Al mismo tiempo, la UNR y las universidades nacionales de Mar del Plata, Corrientes, San Luis, San Juan, Tucumán (que también hace repelentes para mosquitos y paracetamol), Villa María y la San Juan Bosco de la Patagonia comenzaron la producción de alcohol en gel y líquido sanitizante, en vistas a suplir la escasez actual tras la explosión de un 300% en la demanda, que terminó con un aumento del 50% del precio.

Jaime Perczyk, secretario de Políticas Universitarias del Ministerio de Educación, destaca el rol de las universidades, incluso para combatir el faltante y la especulación con productos esenciales: «El sistema universitario argentino ha renovado su compromiso social, poniendo a disposición de las máximas autoridades laboratorios, equipamientos, infraestructura y personal afín a las tareas científicas y sanitarias necesarias».

En la planta de Pacheco, los trabajadores de la gráfica recuperada Madygraf (ex Donnelley), junto a estudiantes de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) y la Comisión de Energía Atómica (CNEA) comenzaron a producir elementos de higiene y salud: con impresoras 3D confeccionan máscaras con acetato frontal, y elaboran desinfectantes como alcohol y lavandina en gel, destinados a hospitales como el de Escobar, y a los barrios más vulnerables de zona norte. 

A igual velocidad avanzan los institutos científicos. El Laboratorio de Virología Molecular del Instituto Leloir, dirigido por la doctora en bioquímica Andrea Gamarnik, consiguió el último domingo purificar proteínas de CoV2 «en cantidades que superan lo esperado». La investigadora sostuvo que el desarrollo abre el camino para detectar anticuerpos contra el Covid–19 en suero de pacientes «y eso lleva a conocer si una persona está o estuvo infectada», incluyendo a los asintomáticos. Gamarnik explicó que «la forma de diagnosticar infección más sensible es detectar al virus. Por ahora para esto se usa PCR que detecta ácidos nucleicos. Las personas infectadas a los pocos días de la infección producen anticuerpos (IgM e IgG). Los ensayos serológicos detectan justamente estos anticuerpos. Estamos frente a un gran desafío, pero es notable la gran voluntad de los científicos para trabajar en forma colectiva». 

La detección precoz conforma uno de los pilares de la investigación científica. Las universidades de La Plata y de Quilmes se sumaron a la red de 19 laboratorios bonaerenses impulsada por el gobernador Axel Kicillof, que realizarán dos mil diagnósticos diarios, para descentralizar la labor del Instituto Malbrán. A su vez, avalados por el Ministerio de Ciencia, un grupo de 18 investigadores del Instituto de Desarrollo Tecnológico para la Industria Química del Conicet (INTEC) y la UNL, avalados por el Ministerio de Ciencia, concretaron un sistema con computadora portable para el diagnóstico temprano del Covid–19, como alternativa al testeo fijo de laboratorio. Aseguran tener mayores ventajas que los tests utilizados actualmente en España, porque a través de muestras de saliva permiten detectar el ARN del virus.

En Mendoza, la sede regional de la Universidad Tecnológica Nacional lanzó una convocatoria a sus investigadores para la presentación de propuestas de «soluciones tecnológicas» relacionadas a la pandemia, desde kits de diagnóstico rápido hasta el aporte de conocimiento para describir potenciales escenarios epidemiológicos y análisis de datos sobre la problemática. También en Cuyo prospera otra iniciativa innovadora: por una decisión del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), en San Juan y en Mendoza destilarán vinos para elaborar alcohol medicinal. Son diez millones de litros de caldos no aptos para consumo que se destinarán a producir «cuatro millones de frascos de gel con fines benéficos», según afirmó el presidente del INV, Martín Hinojosa.

En Misiones, la empresa de alta tecnología de la gobernación (FANIOT) probó con éxito los primeros prototipos de termómetros infrarrojos para medir la temperatura corporal. Todos los que hay hoy en el país son importados.

Tras dos años de lucha, en enero de este año el Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI) reincorporó a más de cien trabajadores despedidos durante el macrismo, que en su momento prefirió gastar 900 mil pesos en tres carros de golf para el instituto. Hoy el INTI completó ensayos de 100 mil termómetros clínicos de contacto, avanza en la producción de alcohol en gel y 5000 barbijos descartables diarios, y está a punto de finalizar un desarrollo de respiradores para terapia, de bajo costo, con recomendaciones del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT).

La Universidad de La Rioja (UNLaR), por fin, también colabora en la impresión de máscaras de protección 3D, pero tiene otra particularidad: posee desde hace 12 años el Hospital Universitario “Virgen María de Fátima”, que desde el miércoles está apto para efectuar las pruebas de coronavirus en la región. A la espera de que se acreciente la demanda, iniciaron de manera urgente la ampliación del sector de internación para el aislamiento de casos sospechosos. Agregarán 60 camas críticas. «En este escenario de pandemia mundial –asegura el rector de la UNLaR, Fabián Calderón–, seguimos desarrollando y creyendo en una universidad pública comprometida, que protege las condiciones sociosanitarias de toda la comunidad».