Antonio Palocci Filho es un médico vinculado desde la cuna con la izquierda brasileña y uno de los fundadores del Partido de los Trabajadores junto a Lula da Silva. Ministro de Hacienda durante el primer mandato del dirigente metalúrgico y jefe de Gabinete de Dilma Rousseff desde 2011, está en el centro de la disputa por la situación procesal del expresidente, luego de incorporarse al beneficio de la figura de la delación premiada para recuperar su propia libertad.

Palocci fue detenido en setiembre de 2016 bajo cargos de corrupción en la causa Lava Jato, que involucra a dirigentes y empresarios en coimas presuntamente pagadas desde la empresa estatal Petrobras. Meses más tarde fue sentenciado a 12 años de prisión por el polémico juez de Curitiba Sergio Moro.

Esta semana, el Supremo Tribunal de Justicia de Brasil tomó una decisión que le pone coto a las medidas tomadas por Moro, un hombre formado en temas leguleyos relacionados con lavado de dinero en Estados Unidos. La sala 2 de la Corte ordenó que dos causas que manejó el magistrado del estado de Paraná deberán pasar al foro de San Pablo porque allí habrían sido cometidos los delitos por los que se acusa a Lula. En ese caso están los procesos por la reforma de una quinta del ex mandatario y la compra del terreno para el edificio del Instituto Lula en San Pablo.

Esto no implica que Lula pueda quedar libre pero sí que parte de la acusación que sirvió para condenarlo deberá pasar a otras manos, de un juzgado de primera instancia, y de otro distrito.

La red Globo, el medio más influyente de Brasil y artífice del golpe contra Dilma, anunció con bombos y platillos que Palocci había firmado un acuerdo de delación premiada y tenía mucho para decir sobre Lula y el Partido de los Trabajadores. De las palabras del ex funcionario depende el futuro de las dos causas que el STJ le quiere sacar a Moro. Si son ajenas a Lava Jato, como entiende la Corte, van a San Pablo, si están ligadas, quedan en Curitiba, donde Palocci fue sentenciado en la causa Petrobras.

La cuestión es hasta dónde afectará esa declaración impacta en la estrategia de los defensores de Lula para sacarlo de la cárcel y de sus seguidores para poder contarlo como candidato presidencial. Y además, si esta delación llegará o no a la máxima instancia judicial.

En principio llamó la atención que la declaración del ex ministro, de la que trascendió solo la versión de los medios hegemónicos, se hizo ante la Policía Federal y no en la Fiscalía. Porque los fiscales, tan rápidos para acusar a Lula por el simple justificativo de la «convicción» de que es culpable de haber aceptado una coima para un departamento en Guarujá, aun cuando no existan pruebas, rechazó tomar la «confesión» de Palocci.

Según esos trascendidos, Palocci habría mencionado ante la PF un «pacto de sangre entre Lula y Odebrecht» que implicó pagos de la constructora para financiar campañas electorales, la reforma de una quinta en Atabaia, San Pablo, y la compra de un terreno en Vila Clementino para la sede del Instituto Lula.

Los defensores de Lula sostienen que el dirigente petista también tenía cosas por decir de oscuros negocios de O Globo, por eso tuvo que ir con ese organismo auxiliar de la justicia y no en un ámbito que considera copado por los intereses del gigante mediático y que ya le había cerrado las puertas.

Elucubran entonces que O Globo se apuró en la publicación para adelantarse a cualquier revelación incómoda para el mismo grupo mediático e incluso para marcarle la cancha tanto a Palocci como a los funcionarios policiales que le tomaron declaración o a los que pretendan seguir el caso.

La ex presidenta Dilma Rousseff emitió, en ese sentido, un comunicado en que desmiente las palabras que el medio pone en boca de su ex jefe de Gabinete. «En el esfuerzo desesperado por obtener la libertad, el señor Antonio Palocci crea un relato que busca agradar a los investigadores en la esperanza de que puedan dejarlo salir de la prisión». Luego agrega que «la sumisión de la verdad al capricho de los investigadores obedece a la misma lógica de los inquisidores que cometían abusos físicos contra los presos, en otros tristes tiempos, para arrancar confesiones».

Y termina con una severa admonición al grupo mediático, partícipe del golpe en contra de ella co0mo el de 1964 que llevó al poder a la dictadura militar que la tuvo a ella como presa política. «O Globo una vez más deja de lado los principios periodísticos No busca oír a los acusados ni publica una sola línea de los que piensan los abogados defensores (…) lo que mostraría al menos un aparente compromiso del diario con la verdad, base de la ética de una prensa libre en países democráticos».

Moro, por ahora, no giró ni un papel a San Pablo ni homologó la delación de Palocci ante la PF. Son dos caras de la misma moneda. Si acepta la declaración debe dejar ese expediente.