Entre la búsqueda de familiares y atención de los 6000 heridos, los hogares y edificios destruidos y el duelo por las 150 víctimas fatales de la devastadora explosión doble en el puerto de Beirut del martes, los libaneses lidian en estas horas con una crisis social, política y económica que conocen de hace tiempo, pero saben que se potenciará tras el desastre. Unidos hoy ante una desgracia que pone en suspenso una fragmentación histórica, los ciudadanos han salido a las calles tanto a recomponer la ciudad recogiendo escombros (ya es habitual oír el ruido de los vidrios recogidos) y asistir a heridos, y aún a buscar a los 20 desaparecidos, como a protestar contra una clase política a la que hace años acusan de incompetente y corrupta, como se vio en la multitudinaria marcha de ayer.

La economía alicaída desde la última devaluación de la libra libanesa, con aumento de la pobreza y el desempleo, se verá impactada por la detonación de 2700 toneladas de nitrato de amonio que se guardaban en unos depósitos del puerto, ya que destruyó los almacenes que contenían el 85% del grano del país. El puerto, inutilizado, es el punto de acceso de suministros esenciales para la economía que concentran el 60% de las importaciones, de un país que importa casi todo lo que consume. Las pérdidas se estiman en entre 10 mil y 15 mil millones de dólares, y 300 mil personas quedaron sin hogar, según dicen los funcionarios. Todo en el contexto de la pandemia por el coronavirus, a la cual Líbano no es ajeno. Hasta el cierre de esta edición se contabilizaban unos 5500 casos y casi 70 muertes, en un país que cuenta con menos de 7 millones de habitantes en una superficie de 200 kilómetros por 60. Lo que temen los sanitaristas es que esta nueva crisis dispare los casos a un punto crítico.

Mientras se barajan versiones sobre un ataque, un atentado o un incidente provocado por la negligencia, la tragedia puso de relieve al mundo algo que en el país se vive diariamente. Y es el descontento con el gobierno de Michel Auon, presidente desde 2016. “Las crisis que azotan al Líbano son consecuencia de la alta corrupción de sus políticos, que prácticamente son los mismos (o sus hijos) desde hace más de 30 años, y esta no es la excepción. El director del puerto había enviado más de siete cartas reportando la presencia del nitrato de amonio en los contenedores a los distintos primeros ministros del gobierno durante los años anteriores que, está a las claras, hicieron caso omiso. Hace menos de un año, la seguridad estatal también envió un reporte al exprimer ministro Saad Hariri añadiendo que es un material peligroso y no tiene que permanecer en ese lugar”, comentó a Tiempo, Nadir Moussa, productor periodístico de Annur TV, “primer canal árabe e islámico de la Argentina”. Nadir es argentino descendiente de libaneses y gran parte de su familia, incluida la política, reside en el Líbano. Una de sus primas perdió parte de su negocio en Beirut por la explosión. “El pueblo libanés en su totalidad cree que la responsabilidad es de los gobiernos desde hace seis años atrás hasta hoy sin distinción de colores políticos o confesión religiosa”, dijo.

Al principio, las autoridades afirmaban que la explosión había sido provocada por un incendio en un almacén que contenía el nitrato de amonio, una sustancia química peligrosa e inflamable utilizada para fabricar bombas. Supuestamente lo llevó como cargamento un barco ruso con bandera de Moldavia que en 2013 atracó de emergencia en Beirut por problemas técnicos y las autoridades confiscaron el contenido, para guardarlo en un depósito en el puerto, una zona de permanente tráfico, «sin medidas de precaución», como confesó el primer ministro Hasan Diab. Luego Aoun dijo que también podía tratarse de «una intervención exterior»: mencionó la hipótesis de «un misil».

En la visita de Emannuel Macron del jueves, el jefe de Estado libanés dijo haber pedido «personalmente» al presidente francés «proporcionarnos imágenes aéreas para que podamos determinar si había aviones en el espacio aéreo o misiles» en el momento de la explosión. El presidente de Francia, país que controló Líbano entre 1929 y 1945, fue el primer jefe de Estado en visitarlo. La comunidad internacional había empezado a movilizar ayuda.

La idea de un ataque exterior hizo crecer las especulaciones sobre Israel, país con el que el Líbano ha tenido históricos enfrentamientos bélicos. Algunos analistas sindicaron a ese Estado, como lo hizo el periodista activista francés Thierry Meyssan en el sitio voltairenet.org, afirmando que el ataque era un antiguo plan del primer ministro israelí Benjamin Netanyahu. El gobierno de Netanyahu negó tener vínculo con la explosión y, por el contrario, ofreció ayuda, mientras se calienta la frontera por los movimientos de Hezbolá. Por su parte, esta organización rechazó tener relación alguna con el material explosivo. El líder del movimiento chiíta, Hasán Nasralá, negó «categóricamente» que su organización tuviera elementos “en el puerto, ni almacén de armas, ni almacén de misiles, ni una bomba, ni una bala, ni nitrato de amonio”, afirmó en una declaración televisada.

Por la catástrofe, la Justicia detuvo a 21 funcionarios de aduana y del puerto, por distintas responsabilidades atribuidas y el presidente pidió revisar un régimen político «paralizado».


Miles en las calles, entre los escombros

Nuevamente miles de libaneses se manifestaron ayer en una importante protesta contra la clase política, a la que responsabilizan de la terrible explosión que devastó una parte de Beirut. Lo mismo ocurrió cuando los manifestantes destrozaron comercios y lanzaron piedras a la policía en el barrio del Parlamento. La explosión más devastadora que vivió Líbano alimentó la cólera de la población que en octubre de 2019 inició un gran movimiento de protesta contra los políticos, acusados de corrupción e incompetencia.

En estos días un diputado del oficialismo y una embajadora renunciaron a sus cargos en protesta “contra la negligencia, el robo y las mentiras del Estado”. De igual forma, ahora, tres diputados opositores del partido cristiano Kataeb, cuyo secretario general murió en la explosión. «El pueblo libanés debe tomar una posición histórica. Un nuevo Líbano debe emerger de las ruinas del antiguo que ustedes representan», dijo uno de los renunciantes criticando, sin nombrarlo, al presidente Michel Aoun.

Luego de la tragedia del martes, Aoun se vio obligado a reconocer: «Nos enfrentamos a una revisión de nuestro sistema basado en el consenso porque está paralizado y no permite tomar decisiones que puedan aplicarse rápidamente: deben ser consensuadas y pasar por varias autoridades».