Pedro Troiani recordó que el 24 de marzo de 1976 la planta de General Pacheco de la Ford Motors Argentina fue invadida por el Ejército. Recordó que era delegado de su sección de reparación final, y que ese día el fallecido gerente de relaciones institucionales, Guillermo Galarraga, reunió a la Comisión Interna en el sector de montaje y les dijo: “Desde hoy los delegados son los capataces y si tienen problemas ojo, porque la van a pasar mal”. Recordó que el 13 de abril siguiente los militares lo detuvieron en su puesto de trabajo, que lo cargaron en un vehículo de la empresa y que lo torturaron en un quincho de la planta. Y recordó la complicidad de la empresa con la dictadura cívico militar: “La Ford le facilitó todo lo que podía al Ejército”, dijo frente al Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°1 de San Martín que juzga los crímenes de lesa humanidad cometidos contra 24 trabajadores de esa empresa durante la dictadura cívico militar.

La sala de audiencias repleta de público fue el marco de la declaración de Troiani. Fue la primera testimonial de los trabajadores en el juicio que desde diciembre pasado llevan adelante los jueces Diego Barroetaveña, Osvaldo Facciano y Mario Gambacorta, y que tiene como imputados al ex gerente de Manufactura, Pedro Müller (85 años); al ex jefe de Seguridad, Héctor Francisco Sibilla (90); y al ex jefe del Cuerpo IV del Ejército, Santiago Omar Riveros (94). Este martes ninguno estuvo en la sala. 

Entre las sillas destinadas al público se repartían familiares del testigo -sus nietas colgaron un cartel con el que transmitieron su apoyo y su amor-, referentes de derechos humanos, referentes políticos, y representantes gremiales del sindicato del Subte, de APA (pilotos) y de la CTA, entre otros.

Durante unas cuatro horas Troiani recordó su trabajo gremial que comenzó en 1970 en la fábrica a la que había entrado siete años antes, recordó su secuestro, su cautiverio y su liberación. Pero también mencionó los detalles que dieron cuenta de la colaboración que el Ejército obtuvo de parte de la empresa para la persecución y represión de los trabajadores. 

El martes 13 de abril de 1976 Troiani marcó la entrada con su tarjeta, se cambió en el vestuario y cuando se presentó en el puesto de trabajo el capataz lo paró en seco: “no te muevas de acá que te están vigilando”, le dijo. “¿Quién me va a vigilar a mi?”, reaccionó y se fue al baño. Eran las 7 de la mañana. Dos horas después, alrededor de las 9, una camioneta F100 color claro avanzó lento, con militares caminando al rededor, directo hacia él. Iban todos de fajina, y uno con charreteras por Troiani. “El capataz me señaló a mi”, recordó el testigo.

-Está detenido por orden del Poder Ejecutivo Nacional. Ponga las manos atrás.- dijo el milico. 

-Espere que voy a buscar el documento.- contestó Troiani. 

-A donde vamos no necesita el documento.

En su relato, Troiani caminó esposado a la espalda y apuntado por los militares a lo largo de la calle principal de la línea de producción, junto a la camioneta. A mitad del pasillo detuvieron a Juan Carlos Conti, subdelegado de la sección de reparación final; en la sección chasis sumaron a Rubén Traverso y bajaron de la sección pintura, ubicada en la planta alta, a Carlos Propato. Ahí si, los cargaron a todos en la F100. 

“La camioneta a la que nos suben era de la fábrica, se usaba para mantenimiento”, recordó el testigo. Y completó: “Era de la empresa, era una F100 de color claro y lona verde o azul”.

El quincho

Troiani fue el primer testigo en declarar. La causa llegó a juicio con una evidencia que se repite en varios relatos: el Ejército utilizó como centro de tortura un quincho ubicado dentro de la planta de la empresa, en el sector destinado al esparcimiento de los trabajadores. “Ese fue el peor momento dentro del año de detención. Nos maltrataron de lo peor, sufrimos las peores torturas”, recordó el testigo.

Remarcó que junto al campo de deportes de la empresa había cuatro o cinco quinchos, con parrilla, sin paredes y techo de paja. Y recordó que los militares habían cerrado uno con lonas verdes. Ahí los torturaron.

Troiani continuó su periplo en lo que luego supo que era la Comisaría 1° de Tigre. Allí se encontró con Carlos Gareis y Francisco Perrotta, dos trabajadores de la fábrica que habían desaparecido, y con trabajadores y gremialistas secuestrados en Astarsa, Terrabusi, de otras fábricas de zona norte y hasta un grupo de maestras de Ctera.

En esa seccional logró ver duplicados de las cédulas que la empresa entregaba a los trabajadores con las fotos de los detenidos y escritos en hojas con el membrete de Ford. Esos papeles estaban en el escritorio del teniente coronel Antonio Francisco Molinari -entonces subdirector de la Escuela de Ingenieros de Campo de Mayo, fallecido en 2007- que lo llamó para interrogarlo. Todo eso, sospechó el testigo, debió ser provisto por la gerencia de personal de la firma.

En ese encuentro de 15 minutos, el militar lo indagó por otros trabajadores. Pero cuando él preguntó porqué estaba detenido la respuesta fue sencilla: “porque estás en una lista”, dijo Molinari.

“Yo saqué la conclusión de que la lista la había dado la empresa. Si no, ¿cómo me iban a identificar a mi entre las 3000 personas de mi turno, cómo lo iban a identificar a Conti, o a Propatto?”, se preguntó.

Después de 40 días desaparecido Troniani fue blanqueado y detenido en la cárcel de Devoto y luego fue trasladado a la Unidad 9 de La Plata. Un año más tarde recuperó la libertad, pero estuvo vigilado y el antecedente de la detención le impedía conseguir trabajo.

Coches y camiones

Además de la evidencia sobre la existencia de las listas de trabajadores, de las comunicaciones en papeles membretados de la Ford, y el uso de la camioneta de mantenimiento para su secuestro y del quincho para las torturas, Troiani recordó que su sector de la línea de producción era la última y que de allí salieron autos Falcon sin la identificación de ninguna concesionaria, como era la norma.

“El comentario era que los militares se movían con vehículos de la empresa”, recordó. Y completó: “Yo vi un camión militar cargando combustible adentro de la empresa. Lo vi en la puerta 1, donde estaba el surtidor. Ford le facilitó todo lo que podía al Ejército”.

“A Müller lo conocí bien”

En la audiencia, Troiani recordó que conocía a Sibilla por su rol de jefe de los hombres de seguridad de la planta automotriz y que había interactuado cara a cara, al menos una vez. Pero sobre todo, recordó que conocía bien a Müller.

“Pedro Müller se hizo en la planta de Montaje. Fue capataz, capataz general, superintendente”, recordó el testigo. “A la sección de reparación final, donde yo estaba como delegado, él iba siempre porque estaba preocupado por la producción. Lo conocí bien a Müller”, completó. Y recordó una anécdota de una audiencia pasada: “me reconoció, hasta me quiso saludar”.