Cien años cumple la radio, y miles de personas saben en la Argentina que el medio no es sólo AM y FM, convertido en un canal de comunicación con programas comerciales y locutores. También es un instrumento de gran utilidad para conectar poblaciones. Ahí emerge la figura de los radioaficionados, con un anclaje inédito en la universidad pública.

Juan Carlos Benavente es uno de ellos, además de profesor de radio en la Universidad de Quilmes (UnQui) e integrante del Comando Conjunto Antártico. No es casual que esos tres aspectos confluyan en un proyecto que dirige desde 2011: Uniendo Voces. «El único proyecto que incluyó entre sus intereses a la radioafición, a partir de tener la posibilidad, en mi otro trabajo, de viajar a la Antártida. La radioafición es de altísimo valor en la Antártida», subraya Benavente, y adelanta la intención de articular unos proyectos con Adrián Korol, director de Radio Nacional (RAE), con quien hicieron programas conjuntos en la LRA36, la radio de Base Esperanza.

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(Foto: Gentileza Juan Carlos Benavente)

Uniendo Voces se proponía originalmente talleres de radio en barrios del conurbano bonaerense y en colegios secundarios de la zona, radios abiertas, fomento y práctica de la radioafición, y conformar una pequeña trama de voces que enlacen con, en aquel momento, la radio comunitaria Pueblo de San Salvador de Jujuy. Pero la experiencia terminó abarcando desde la comunidad originaria Qom Potae Napocna Navogoh en La Primavera, provincia de Formosa, hasta activaciones radiales en onda corta desde la Antártida.

«América Latina y el Caribe son enormes laboratorios naturales de radios comunitarias y educativas en los más disímiles escenarios pero con profundos problemas compartidos, desde la  mítica Radio Sutatenza de Colombia impulsada por el sacerdote José Salcedo, hasta Radio Insurgente del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) en Chiapas, México –comenta Benavente–. Uniendo Voces es la única propuesta de extensión universitaria que ambiciona tejer una trama de voces desde el norte del país hasta su extremo sur, más allá de Ushuaia, en la misma Antártida, y practicando y poniendo en valor una dimensión de la radio poco difundida actualmente, como es la radioafición».

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(Foto: Gentileza Juan Carlos Benavente)

El Radio Club Argentino (RCA) fue creado por 76 aficionados en el Salón de Actos del diario La Prensa el 21 de octubre de 1921. En ese momento se convirtió en el cuarto en todo el mundo, y uno de los fundadores de la International Amateur Radio Union (IARU), en 1928. La primera Convención Argentina de Radioaficionados ocurrió en marzo de 1948, y dos años más tarde el Congreso declaraba la actividad de interés nacional. 

Actualmente hay 13 mil radioaficionados con licencias vigentes, la mayoría en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y CABA, que integran unos cien radio clubes repartidos en todo el país. Los radioaficionados nunca se extinguieron, aunque están en baja: en 2008 eran 23 mil. Realizan encuentros, concursos, actividades de campo, pruebas de equipo, y se ayudan a avanzar en estaciones de radio de campaña. Para contar con la licencia hay que realizar una práctica operativa en un Radio Club y aprobar un examen, con la opción de un curso. Entre las reglas figuran que no se hable de religión ni política, y no se busquen comunicaciones para sacar provecho económico, previendo sanciones que aplica el ENACOM. Un equipo básico de comunicación local puede costar como mínimo tres mil pesos, y para larga distancia los nuevos superan los 2000 dólares. La edad promedio de los radioaficionados con licencia ronda los 55 años.

De acuerdo a lo expresado en el proyecto Uniendo Voces, en la Argentina la radioafición ocupó un lugar esencial en el desarrollo de la radio, y su práctica, si bien se sostiene en el tiempo, no tuvo el reconocimiento por el servicio que presta en situaciones extraordinarias: «En situaciones ordinarias, mantiene el espíritu originario de la experimentación y el goce por el acto comunicativo mediante la tecnología de la radio». Y citan a Eduardo Maleh, uno de los diecinueve radioaficionados argentinos que estuvieron en Malvinas durante el conflicto de 1982, que coincide sobre los alcances de la actividad, la declinación que tiene en Argentina y la función impulsora que desde el Estado proporcionaría un cambio de rumbo a la tendencia: «La función del radioaficionado es ayudar al prójimo que se encuentra incomunicado y con riesgos de distinto tipo. En la guerra, pasamos a ser una herramienta de la reserva. El Estado debería asumir como política propender la radioafición en el país; cada año quedamos menos. Brasil y Chile han aplicado esta política y se ha incrementado la cantidad de radioaficionados. Los países desarrollados tecnológicamente, son los que proporcionalmente tienen más radioaficionados. Un ejemplo: Estados Unidos tiene casi la mitad de radioaficionados de todo el mundo, y ellos están en cada comunidad vinculados con los servicios de emergencia, Defensa Civil y Bomberos».

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(Foto: Gentileza Juan Carlos Benavente)

Hay un eslogan que dice «si todo falla: radioafición». Basta un equipo de radio, una antena y una fuente de energía para sobrevivir comunicados en una eventualidad extrema. Benavente enfatiza que esta actividad es un servicio de comunicación vigente y eficaz, cuya utilidad se pone de manifiesto durante catástrofes o situaciones de emergencia regionales, como ocurrió en las inundaciones de La Plata y Santa Fe: «Para que un servicio mantenga su operatividad y eficacia en situaciones extraordinarias, exige que durante las situaciones ordinarias se mantenga activo, actualizado y organizado. En otros países, sin ir más lejos nuestro vecino Chile, se incorporó el Servicio de Radioaficionados a la Red de Emergencia Nacional. Argentina ha sido pionera en el desarrollo de la radio (y de la radioafición) aunque no ha mantenido, al menos en esta actividad, una constancia».

La pandemia también trajo una revalorización de la radio comunitaria y la onda corta, que permite conectar a las personas en lugares en los que internet o la televisión escasean por lejanía o por falta de infraestructura. Lo satelital no siempre gana. Desde Amaicha del Valle o el Impenetrable hasta el maestro correntino que usa una FM local para dar sus clases en Colonia Pando, Corrientes. Pero es la Antártida el sitio argentino donde más se vivencia y se lleva al extremo la importancia de la radioafición en el día a día, no como algo exótico, sino como algo necesario para el vivir cotidiano. Así lo expresa Benavente: «Lejos de casa, en la Antártida, territorio inhospitalario e indómito, en condiciones de aislamiento o semiaislamiento, las conductas y caracteres se exacerban y se destilan. Los recuerdos, el valor de los afectos, la memoria, la solidaridad, la disciplina,  el sentido de pertenencia a una comunidad, a una Nación; el trabajo en equipo, son caracteres conductuales y actitudes positivas para sobrellevar momentos de dificultades laborales, de supervivencia y convivencia, tanto como para el éxito de las misiones antárticas. La radio no fue ajena como vehículo de comunicación a ese contexto y ha permitido tender ese puente invisible y esencial entre las personas, acercando lo lejano, vivenciando lo recordado, agitando la emoción. Durante décadas, e incluso en la actualidad en bases temporales y campamentos, la radio es el único medio de comunicación y contacto con lo otro, con el otro lejano, con lo que está más allá«.

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(Foto: Gentileza Juan Carlos Benavente)