México fue atravesado hace pocos días por una marea feminista que todavía ocupa las primeras planas de los medios de comunicación. No es para menos. Bajo consignas como “Ni una menos” y “Yo sí te creo”, miles de mujeres marcharon en la capital y en 15 estados del país contra la violencia machista.

El disparador fue la violación cometida por cuatro policías contra una menor de edad este mes. Los implicados no fueron apartados de sus cargos a pesar de las denuncias, algo que ya había pasado con otros dos casos en julio. Además, los datos de la víctima fueron filtrados en las redes sociales -según se cree- por las mismas fuerzas de seguridad.

Frente a esto, los movimientos feministas organizaron una primera manifestación en Ciudad de México el lunes 12 de agosto, en la que un grupo de mujeres increpó al jefe de la Policía local, Jesús Orta, en la entrada de la Secretaría de Seguridad Ciudadana y le arrojó brillantina rosa. Como reacción, la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, anunció que abriría investigaciones contra las supuestas atacantes y contra quienes habían generado disturbios.

“No me cuidan, me violan”, bramó entonces el colectivo de mujeres. Y para el viernes de esa misma semana, se redobló la apuesta con una convocatoria aún más fuerte, que se replicó en distintas ciudades del país, desde Tuxtla hasta Monterrey. Sin embargo, la noticia en muchos medios giró alrededor de los destrozos, grafiteadas e incidentes que se registraron en la capital. Incluso un periodista fue golpeado, pero por otro hombre cuya participación en la manifestación no era clara.

“Estaban el glitter, las pancartas, las performances, y también los actos de acción directa porque hay muchísima rabia. No hubo violencia, sí pintadas y desobediencia civil. Pero creemos que los cristales rotos se reparan y las pintadas se borran. Estamos hartas de las desapariciones, los femicidios y las violaciones”, aseguró la militante Merle Iliná a Tiempo.

“Sabíamos que los medios nos iban a desprestigiar. Pareciera que fuera más importante el cómo se pide que lo que se está pidiendo. Eso se llama fiscalización del tono y es perturbador”, coincidió la activista Irasema Fernández.

En México, se sabe, no es fácil ser mujer. De acuerdo con datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, en los primeros seis meses del año fueron cometidos 2.944 asesinatos de mujeres, de los que 448 fueron registrados puntualmente como femicidios. Si en mayo la directora de ONU Mujeres, Phumzile Mlambo-Ngcuka, advertía que había nueve asesinadas por día, las estadísticas del Secretariado Ejecutivo permiten conjeturar que esa cifra se elevó a un promedio de 16 víctimas diarias en el primer semestre de 2019. Pero hay más: ese mismo organismo lleva documentados 11.691 casos de abuso sexual en lo que va del año.

Por el momento, las organizaciones confirmaron que no tomarán más medidas de fuerza en tanto avance la mesa de conversaciones con la jefa de Gobierno capitalina y se instalen rondas similares en otros puntos del país. Tres días después de la marcha, Sheinbaum se comprometió a cancelar las investigaciones contra las activistas y, en cambio, realizar averiguaciones contra los policías acusados de violación.

“Claudia está personalmente atendiendo este asunto”, dijo esta semana el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. “Va bien en cuanto a que hay diálogo con grupos de mujeres preocupadas, con razón, por crímenes que se han llevado a cabo”, agregó. No obstante, el mandatario lamentó también los daños al patrimonio mexicano, puntualmente al Ángel de la Independencia en la Glorieta de los Insurgentes.

Pero los números pintan una realidad más dañina que los graffitis en el emblemático monumento. En palabras de Iliná: “Tomamos el espacio público, lo hicimos nuestro y se intervino el Ángel de la Independencia como un grito, porque esa independencia que representa no es tal ante la situación de las mujeres”.