Tuvo que llegar una selección del exterior, la más imponente del mundo, para reavivar la memoria de los rugbiers desaparecidos. La última visita de los All Blacks al país -victoria frente a Los Pumas por la primera fecha del Rugby Championship- acaso resultó más trascendente por cómo impactó la recorrida de los neozelandeses por la ex Escuela de Mecánica de la Armada que por lo que pasó en la cancha. Desde entonces, no sólo se visibilizaron las historias de los 152 jugadores de rugby víctimas del terrorismo de Estado, también se prepara un pedido para que la Unión Argentina de Rugby (UAR) recuerde a sus jugadores desaparecidos durante la última dictadura.

Hay dos libros esenciales para conocer estas historias. Uno es Maten al rugbier, del periodista Claudio Gómez, que reconstruye con precisión y gran pulso narrativo el caso de los 20 jugadores de La Plata Rugby Club desaparecidos durante la dictadura. El otro es Deporte, desaparecidos y dictadura, un libro que Gustavo Veiga publicó por primera vez en 2006, a 40 años del golpe de Estado, y del que acaba de salir la tercera edición, ampliada, por Ediciones Al Arco.

Fue precisamente en la presentación de ese libro, en mayo pasado, cuando surgió la idea de hacer un reclamo ante la UAR por los rugbiers desaparecidos. Lo charlaron Julián Axat, abogado y poeta, hijo de Rodolfo Axat, jugador de La Plata Rugby Club víctima del terrorismo de Estado, junto a Charly Pisoni, integrante de H.I.J.O.S. y ex subsecretario de Derechos Humanos. Cuando ocupó ese cargo, Pisoni ya había tenido reuniones con gente del rugby, incluso con Agustín Pichot, ex Puma y actual dirigente. Entonces, como ahora, el reclamo es el reconocimiento de los 152 desaparecidos. “Entendemos que lo acorde sería un acto en la UAR con placa, y el 24 de marzo recordarlos en las canchas. Después de eso iremos por el reconocimiento en cada club”, explica Pisoni. Es posible que el pedido llegue a la UAR en una semana. Mientras tanto, se acumulan firmas y adhesiones. 

Según la investigación que realizó Veiga para su libro, son 220 los atletas federados desaparecidos en dictadura. “Pueden ser más”, aclara en las últimas páginas. Lo demuestra la historia de los rugbiers. Al principio, se contaban diecisiete casos. Pero después de un gran trabajo de investigación realizado por Carola Ochoa, una sanjuanina militante por los derechos humanos, se llegó a la cuenta de que 152 jugadores de rugby están desaparecidos, el 70% de los deportistas que cayeron bajo las garras militares. Distintos artículos con la firma de Jorge Búsico, Ezequiel Fernández Moores y el propio Veiga se hicieron eco del tema por estos días.

“Supongo que deben ser tantos porque habría un grado de compromiso dentro de los clubes de parte de ellos -explica Axat-. Ese compromiso tenía que ver con los sectores sociales a los que pertenecían, con los cuales estaban rompiendo y radicalizándose políticamente. Y me parece que algo de eso tiene que ver. El rugby es un deporte de elite en la Argentina a diferencia de otros países y quizá esos procesos eran más profundos en términos de radicalización. Tal vez eso llevó a que haya más víctimas dentro del deporte”. 

Más allá de que el reclamo a la UAR se pensó de manera previa, la visita de los All Blacks a la ex ESMA expuso más la historia de los rugbiers argentinos. Y expuso también que no hubo selecciones argentinas que hubieran recorrido antes ese centro de tortura. “La visita de los All Blacks volvió a darle el tema de los rugbiers desaparecidos una vuelta inesperada. Pero el ámbito del rugby sigue dándole la espalda a sus desaparecidos. El rugby no reivindica a sus desaparecidos. No los homenajea. Hasta que la UAR no se haga cargo de que hay 152 rugbiers desaparecidos durante la dictadura va a estar en deuda. Son las excepciones los que apuestan por la memoria. Lo de los All Blacks no hace más que evidenciar esto”, dice Claudio Gómez, autor de Maten al rugbier.

“Esto se puede comparar con la lucha por (el atleta desaparecido) Miguel Sánchez”, dice Martín Sharples, atleta discapacitado, rugbier y militante por los derechos humanos. “Hasta que Valerio Piccioni no hizo en Roma la Corsa de Miguel acá sólo se hablaba en ámbitos chicos -sigue Martín-. Yo siempre hablaba en la entrega de premios y nadie me daba bola. Hasta que llegó la carrera en Roma y ahí Miguel Sánchez apareció. Nunca había aparecido después de desaparecido. Y con los jugadores de rugby va a pasar lo mismo. Para que la UAR y la URBA, donde nunca le dieron importancia, se la dieran, tuvo que venir gente de afuera. Hasta al mismo club de La Plata le costó reconocer a sus desaparecidos”. Sharples jugó en Club Atlético Porteño. Igual que Alejandro Almeida, el hijo de Tati, Madre de Plaza de Mayo.

Acaso los All Blacks, además de rivales de Los Pumas, también sean quienes hayan despertado al rugby para que haga honor a la memoria de sus desaparecidos. Quizá sigan el ejemplo de Eliseo Branca, el ex Puma que acompaña a Carola Ochoa, que en noviembre, como desde hace algunos años, realizará una nueva edición del torneo homenaje a los rugbiers. En algunos lugares, la memoria perdura.

Los clubes de fútbol también se sumaron


Días después de que los All Blacks visitaran la ex Esma, el museo y la casa de Abuelas de Plaza de Mayo, fueron los chicos de las inferiores de River. Es una práctica común del club de Núñez llevar a sus juveniles a esa actividad. Todo un símbolo. El Monumental era el escenario del Mundial 78 a pocas cuadras de donde se torturaba y desaparecía. Los clubes de fútbol, con sus comisiones por los Derechos Humanos, aún cuando no sean una parte institucional, han avanzado en este tipo de reivindicaciones. No sólo en la denuncia de las violaciones a los Derechos Humanos en dictadura. También, por ejemplo, a las reivindicaciones de género. El sábado pasado, el colectivo Los Andes tiene memoria y la subcomisión de Derechos Humanos del club instalaron un Banco Rojo en el estadio. El Banco Rojo es una campaña iniciada en Italia como forma de visibilizar la violencia de género y luchar contra los femicidios. En Los Andes se recordó a Viviana Giménez y Anahí Benítez, víctimas de femicidas en Lomas de Zamora.