La serie Black Summer es una de las nuevas tendencias en Netflix desde que estrenó su primera temporada de ocho capítulos. La producción se ubica como la precuela de Z Nation, una ficción de terror, suspenso y comedia sobre zombies que contó con cinco temporadas programadas por la señal estadounidense Syfy. Tal fue el fanatismo generado alrededor de la serie que al finalizar en 2018 numerosos seguidores solicitaban mediante redes sociales su continuación. Black Summer es entonces la apuesta creada por Karl Schaefer y John Hyams que pretende retomar la audiencia de su predecesora.

La historia comienza en calles desérticas, donde una familia se ve obligada a huir de un escenario de desastre, que poco a poco sabremos que se trata de una invasión zombie. Desde el primer capítulo vemos que tanto en el guión como en su propuesta estética no se priva de los clichés propios del subgénero. Finalmente, el relato se centra en la historia de Rose (Jaime King), una madre que busca a su hija en medio de la hostilidad del apocalipsis zombie ayudada por un grupo de refugiados estadounidenses. En ese camino, la protagonista demostrará su personalidad de líder asumiendo decisiones límite.

En relación a la narración, nos encontramos con un ritmo particular donde los silencios y la duración de las tomas se ponen al servicio del género para enriquecerlo. Se apela a travellings, cámaras en mano, juegos con los puntos de vista, división de episodios con placas, una brillante puesta de iluminación y un agudo trabajo de sonido. Recursos bien utilizados que oscilan su protagonismo en cada episodio y que afirman una minuciosa labor técnica. El trabajo sutil entre guión y realización redunda en que algunos capítulos duren 20 minutos y otros 40, según lo requiera la historia.

Black Summer en tanto apuesta genérica propone más acción que terror y como otras producciones del subgénero pretende contar una historia que por momentos se despegue de los zombies para centrarse en las contradictorias pasiones que florecen y relaciones que generan los sobrevivientes. Como en todo escenario de catástrofe asistimos al cruce de encontrados caracteres y personajes que incluso deben comprenderse hablando diferentes idiomas. Entre constantes persecuciones, destrucción masiva y búsqueda de refugio, se comienza a tejer una historia donde desconocidos tienen que convivir y organizarse.

El apocalipsis zombie es una de las constantes más exploradas en el terror contemporáneo. Relegado en la década de los ochenta a un cine clase b, desprestigiado ante las eternas sagas de Martes 13 y las pesadillas de Freddy Krugger, en la era de las series retoma su potencia cosechando fanáticos con propuestas provenientes del cómic como The Walking Dead y sus variantes, con las cuales hay elementos para pensar que Black Summer comparte el universo. La potencia narrativa del (post)apocalipsis se asienta en el terreno de la anomia que postula un grado cero de sociabilidad desde donde debe forjarse la convivencia. Allí se asistirá a construcciones de personajes complejos que enseguida se postulan como buenos y malos a la vez, dinamizando la tensión dramática.

La apuesta por intelectualizar el estadio contractualista de refundación del Estado y la sociedad borra por momentos de la historia el componente fantástico, esporádico en las escenas de confrontación con el peligro latente de las mandíbulas de los zombies. De allí que esta historia parece también perder su oportunidad de dar explicación al surgimiento de «los muertos vivos» cómo se los llamaba en el cine de terror tradicional.

Toda distopía sobre un futuro impreciso nos propone pensar en esos miedos fantásticos como metáforas del presente. Black Mirror, The Handmaid’s Tale, Tres por ciento, apelan a temporalidades otras para que reflexionemos sobre la actualidad de nuestras sociedades rodeadas de violencias, injusticias y destrucción. De allí que el debilitamiento de las relaciones sociales y la importancia por el otro ocupan un lugar central en el relato. La serie que todavía no confirmó segunda temporada pero que tampoco fue cancelada, garantiza muertes, sangre y adrenalina, aunque no promete ninguna novedad de peso para el ya desgastado subgénero. «