-Usted señala que la Convertibilidad tuvo una primera etapa de éxito. ¿Cómo es eso?

-La convertibilidad fue una medida espectacularmente exitosa en los primeros años. Menem cuando recibe el gobierno recibe una situación de casi disolución del país. Sus dos primeros intentos de estabilización previa fracasaron. Domingo Cavallo le encuentra la vuelta definitiva al capitalizar la larga labor que habían hecho los otros,  logra liquidar la hiperinflación y estabilizar la economía. En los dos primeros años creció el salario, bajó con fuerza la pobreza -estaba en el 50% en la híperinflación y quedó en el 25%- y se recuperaron los salarios. Palpablemente uno vivía en mejores condiciones, especialmente si se comparaba con el pasado inmediato. Hubo un shock de modernización y productividad en el país; crecían el consumo y la inversión, se transformaba la fisonomía social, había un shock de modernización e integración al mundo que se dio durante los primeros años.

Junto con ello, hubo un encandilamiento de los grandes medios de comunicación, favorecidos por las políticas menemistas a través de las privatizaciones de frecuencias, y de los grandes grupos económicos, que veían que por vías democráticas por fin se ponía en práctica el programa empresario que siempre habían soñado y que había sido imposible de aplicar en democracia. Y, además, lo hacía el peronismo, que decía que había que seguir abriendo la economía, privatizando y aplicando las políticas de flexibilización laboral y acorralando al sindicalismo. Parecía una fiesta en la que tanto los sectores populares como los medios y altos se beneficiaban y firmaban un pacto de socialibilidad que nunca antes se había dado en la Argentina, con democracia, sin proscripciones, con funcionamiento de las instituciones, sin salidas represivas y en donde todo parecía que efectivamente cerraba y funcionaba bien y se esperaba que la entrada al primer mundo estaba al caer. Argentina al fin se subía al tren del progreso.

-¿Y qué fue lo que pasó?

-Las políticas de la convertibilidad generaban endeudamiento y un enorme desequilibrio externo que se compensaban esencialmente vía endeudamiento. De la única manera que funcionaba la economía era tapando ese desequilibrio endeudándose. Como el endeudamiento crecía sistemáticamente para tapar este agujero, crecían los intereses y ello hacía que el gasto por pago de intereses creciera y obligaba a políticas de ajuste permanente. Por otro lado, la apertura económica y la apreciación cambiaria hacían que la producción nacional no pudiera competir con la importada, eso generaba un boom de importados que hacía que cerraran empresas y fábricas más todo el proceso de privatización de empresas públicas que generó una caída muy grande del empleo estatal. Todo ello fue generando un desempleo masivo, lo que empujaba hacia abajo al salario y provocaba el aumento de la pobreza. El mercado interno se quedaba sin protección ni lógica de funcionamiento virtuoso y eso fue detonando y se hizo una suerte de cáncer para la sociedad.

En ninguna parte del mundo los regímenes como la convertibilidad son exitosos o pueden mantenerse en el largo plazo. Eso está bien como una medida de estabilización desesperada, ante situaciones excepcionales. No había manera de sostener todos los desequilibrios que estaba generando.

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-En 2001 estalla la convertibilidad. ¿Cuál es el alcance de esa crisis?

-En 2001, si uno ve sólo el ángulo económico, uno ve un estallido simultáneo: hay un default, hay una crisis bancaria, una crisis fiscal, financiera, de los sectores productivos, de la industria, del mercado interno. Es decir, no es que fallaba un aspecto de la convertibilidad. Y si uno lo traslada al campo social, político e institucional, ve que las explosiones también son mayores. La situación distributiva, social, de empleo, de pobreza, de salarios, indigencia y desigualdad, también son aspectos de la convertibilidad.

-Durante la convertibilidad un sector de los trabajadores desocupados se reconfiguró en la organización de los piqueteros. ¿Cuál fue su influencia?

-Es notable que los sectores que más crecieron en términos políticos y de participación en la discusión política fueron los sectores piqueteros, que fueron los más excluidos del sistema. Vistos en perspectiva histórica, este fue uno de los pocos países en el que los sectores desplazados dieron una respuesta al neoliberalismo. Ese fue un diferencial de la Argentina. Acá los pobres y excluidos reaccionaron. Hay distintas explicaciones de por qué, las tradiciones de lucha, el peronismo, sindicalismo fuerte, el fenómeno de lo territorial. Como eran excluidos no podían accionar sobre las fábricas así que el corte de ruta se transformó en la forma de hacer visibles sus reclamos. Buscaron respuestas mínimas en la obtención de los planes sociales, eso les permitió construir cierto horizonte, una organización sabiendo que si no eran miles cortando las rutas no obtendrían los planes. El tipo de respuesta que daba el Estado los motorizaba a seguir organizándose para luchar contra la exclusión. Esta es una suerte de paradoja: a mayor exclusión, mayor organización.

Es para destacar que nunca tuvieron un apoyo masivo de la población y nunca lograron organizarse en términos políticos como un actor nacional único electoral. No lograron una cohesión ideológica o programática. Tampoco pudieron constituirse, a pesar de sus diferencias, como un frente electoral. Y cada vez que lo intentaron les fue muy mal.

-Sin embargo, muchos sectores sociales se nutrieron de la experiencia piquetera para encarar su propia lucha: estudiantes, sectores medios, trabajadores sindicalizados.

-La crisis de 2001 y 2002 fue una respuesta efervescente de la sociedad civil: las recuperadas, los clubes de trueque, las asambleas populares, los piqueteros, los movimientos de ahorristas, los caceroleros, campesinos, movimientos indígenas. Prácticamente todos los sectores sociales estaban reaccionando. Esa efervescencia social fue arrinconando a las clases dirigentes de la Argentina para forzar una salida que pudiera contenerlos porque, si no, el proceso se iba a radicalizar muchísimo más. Y tanto durante el gobierno de Eduardo Duhalde como el de Néstor Kirchner la sociedad empezaba a recuperarse gracias a la movilización y el reclamo, que no permitía que hubiera otro rumbo más que ese, el de la recuperación salarial y social.

-¿Cuál es su evaluación del gobierno de Mauricio Macri a la luz de su investigación de la crisis del año 2001?

-La matriz discursiva de este gobierno y de los de los 90 hasta el año 2001 es prácticamente la misma: es el discurso neoliberal que pregona apertura económica, privatizaciones, desregulación, flexibilización laboral, ajuste, apertura al capital extranjero, endeudamiento sistemático del Estado; las políticas básicas del neoliberalismo que favorecen al sector financiero frente al productivo, que plantea el ingreso al mundo a partir de la globalización y no de políticas regionales o de protección de las economías. Además, gran parte del elenco del gobierno actual es el mismo que el que actuó en la Alianza. Practican políticas económicas muy parecidas, de abrir la economía, endeudar en todo lo que da al Estado, en volver al FMI, en pensar que el futuro del país pasa por alinearnos con Estados Unidos y las grandes potencias y subordinando la inserción internacional del país, olvidándose del Mercosur y de alternativas con las que contrabalancear el poder estadounidense. El gobierno de Macri entró muy decidido a llevarse mal con China, con Rusia e incluso con Brasil, pero de a poco va reculando y comienza a pedir a China la renovación del swap de monedas, el financiamiento de Rusia y ver si el Mercosur ayuda a contener la crisis. Pero el primer macrismo intentó con fuerza el alineamiento automático de los años 90.

Respecto de la situación social, lo que uno ve es que de acá al futuro habrá un recrudecimiento de la situación social con aumento de la pobreza, del desempleo, caída salarial, agudización de los conflictos distributivos, de la concentración de la riqueza, desindustrialización y destrucción del mercado interno. Inevitablemente, la política económica del macrismo está llevando a una agudización de los conflictos sociales muy fuerte.

Incluso, uno de los aspectos más olvidados de 2001, uno de los más trágicos, que es muy parecido a lo que estamos viviendo ahora, fue que la respuesta de De la Rúa a la avanzada de la crisis social, fue intentar fusionar las fuerzas armadas con las fuerzas de seguridad interna para unificar el comando represivo. El macrismo está teniendo el mismo tipo de política, quiere darle un rol en la seguridad interna a las fuerzas armadas, porque sabe que se viene una agudización de la conflictividad social altísima y que la única herramienta que va a tener a mano es la represiva. Ese es el horizonte inmediato al que vamos, es más que evidente. Y más aun con la política de ajuste que en 2019 será mucho más dura que la que aplica este año porque se cortan las transferencias a las provincias, se vienen tarifazos durísimos.

Ya la caída salarial se parece a la de 2001 con el déficit cero; el megacanje de Cavallo se parece al canje de Lebacs por Letes, están los blindajes con el FMI, y uno se pregunta a cuánto estamos de que aparezcan estallidos provinciales, que vuelvan los saqueos, políticas represivas a gran escala para tratar de diezmar la protesta social. Por eso, para mí no es ilógico que aparezcan propuestas del tipo del adelantamiento de las elecciones.

Intereses personales

-¿Por qué eligió la crisis del año 2001 como objeto de investigación?

-En ese momento yo cursaba la facultad, con mucha avidez por entender lo que sucedía en el país, pero lo que leía era muy difícil de aplicar en el país, caracterizado por cambios vertiginosos. Me interesaba saber cómo se había llegado a esa crisis y por qué, cómo se estaban reconfigurando una y otra vez las relaciones de fuerza. Desde que ocurrió el 2001 para acá, la obsesión de mi vida fue entender ese hecho y ver si podía aportar al debate colectivo.

-En esa búsqueda ha publicado un libro que tiene una gran densidad investigativa. ¿Cuánto tiempo te llevó la elaboración?

-Desde el año 2001 hasta 2016. El primer esbozo del libro fue al escribir mi tesis cuando me recibí de economista; mi tesis de historia también fue sobre el 2001; mi maestría fue sobre la década del 90 y la convertibilidad y mi tesis doctoral es el libro. El grueso de mis publicaciones están vinculadas a eso, a los aspectos políticos y las luchas sociales, la economía y los actores internacionales.