Mientras ganaba elecciones al hilo, en el fútbol y en la política nacional, Mauricio Macri siempre recordaba su peor fracaso. Ocurrió poco más de 20 años atrás, una tarde de invierno en el predio de Ezeiza, cuando Julio Grondona lo convenció de que presentara su proyecto de sociedades anónimas en el fútbol en una reunión de Comité Ejecutivo de la AFA. Grondona le dijo que lo apoyaría en esa empresa, pero cuando llegó la hora de la votación, a mano alzada, Macri, por entonces presidente de Boca, perdió como no estaba acostumbrado: 38 a 1. Grondona, a su lado, le susurró al oído:

-Perdimos, Mauricio.

Macri arrastró su obsesión por la privatización de los clubes de fútbol hasta la presidencia de la Nación, cuando parecía que las condiciones objetivas para imponer su plan estaban dadas. Tres meses después de asumir, durante una entrevista con la agencia de noticias AP, hizo explícita su idea de abrirles paso a las sociedades anónimas contra el modelo tradicional del fútbol argentino, el de las asociaciones civiles sin fines de lucro. Utilizó para eso todas las herramientas que tuvo a mano, un movimiento de doble tenaza que incluyó ahogo financiero (retaceó el dinero de la televisión, todavía a manos del Estado, gestionado por su amigo Fernando Marín), maniobras judiciales (se agitaron causas y se tuvo siempre a mano a la Inspección General de Justicia), presiones de la Afip y operaciones hacia adentro de la dirigencia, lo que terminó en la intervención de la AFA con el comité normalizador que encabezó Armando Pérez. En estos días, dejará el fútbol un hombre clave para ese dispositivo: Daniel Angelici.

La doble tenaza implicaba inflingir una crisis económica y financiera en los clubes y, a la vez, darles la solución: las sociedades anónimas. Algunos dirigentes lo relataron con menos suavidad, hablaban de una extorsión estatal para que la AFA se abriera a los capitales privados. «El gobierno quiere asfixiar al fútbol para tener el poder completo», dijo Matías Lammens, presidente de San Lorenzo, en marzo de 2017. Lammens, futuro ministro de Deportes y Turismo, con la exleona Inés Arrondo al frente de la Secretaría, fue uno de los dirigentes que resistió a los deseos macristas del fútbol privado. También Rodolfo D’Onofrio, el presidente de River. Los dos terminaron afuera del organigrama de la AFA que hasta ahora conducen Tapia y Angelici.

Aunque no era su idea, Macri tuvo que negociar. El deporte que lo catapultó a la política fue también el que le puso límites. Su fracaso en la reunión de Ezeiza revivió como inquilino de la Casa Rosada. Se irá del gobierno sin haber podido imponer las sociedades anónimas. Tampoco a un presidente propio en Viamonte 1366. El que tenía los votos era Claudio «Chiqui» Tapia. Angelici se quedó con la vicepresidencia. Y se creó la Superliga, a imagen y semejanza de la Liga española, el modelo que le gusta a Macri. Las sociedades anónimas no sólo no ingresaron en el nuevo estatuto sino que algunos clubes, de manera preventiva, lo prohibieron en los propios. Y el proyecto de ley que se cocinó entre reuniones en la Casa Rosada, con Fernando De Andreis como anfritión, y en mesas reservadas en Road Point, uno de los lugares preferidos de Marín y Angelici, quedó sólo en un proyecto.

Quizá el único triunfo que pudo mostrar Macri fue haber liquidado Fútbol para Todos, devolviéndoles la televisación a los privados. Aunque haya incumplido su promesa de continuarlo, cosa que hizo a desgano durante un año, no podía sorprender a nadie ese final. Como no sorprendió que su gobierno incumpliera con lo que quedaba en pie de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el articulado que garantiza el acceso a los eventos deportivos de interés relevante, algo que todavía se debate en la Justicia a partir de un planteo del canal comunitario Pares TV.

No hubo Fútbol para Todos ni se construyeron 3000 jardines, el mantra con el que se criticaba al programa estatal. Tampoco se implementó, aunque tenía fuerza de ley, la Asignación Universal por Hijo en el Deporte, lo que beneficiaba a unos tres millones de chicos en edad de desarrollo. La importancia del deporte para el gobierno de Cambiemos quedó encerrada en la diplomacia del chiste futbolero que Macri ejerció sin que causara gracia ante jefes de Estado como Vladimir Putin o Angela Merkel.

La Secretaría de Deportes, gestionada en un principio por el exdefensor de Boca Carlos Mac Allister, fue reduciendo su presupuesto hasta terminar degradada a una Agencia de Deporte Nacional, a principio de este año, con Diógenes de Urquiza, amigo presidencial, al frente del organismo. Antes, incluso, el gobierno atacó la autarquía del Ente Nacional de Alto Rendimiento, una de las políticas deportivas más elogiadas por los propios atletas, que lograron mayor financiación para desarrollarse en sus disciplinas. Lo hizo quitándole al Enard la llegada directa del impuesto a la telefonía celular, tal como lo marcaba una ley aprobada por el Congreso en 2009. En noviembre de 2017, el gobierno decidió que lo alimentaría con partidas del Tesoro Nacional.

El Enard es administrado por el Estado y por el Comité Olímpico Nacional, cuyo presidente, Gerardo Werthein, dijo en su momento que Macri le había asegurado a él y a un grupo de atletas que no les faltaría financiamiento. Se ve que el tiempo no le dio la razón porque esta semana, durante la gala anual del COA, ya con Macri de salida, Werthein pidió por la independencia del Enard. «El gobierno que se va no nos dio las garantías para que el deporte crezca. Atar el presupuesto del Enard a una partida del Estado lo que hizo fue condicionarlo», se despertó Werthein dos años después, a días de un cambio político en el país.

Para coronar su gestión, después de los Juegos Olímpicos de la Juventud en Buenos Aires, Macri les avisó a los deportistas que tendrían que dejar el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo, Cenard, cuyos terrenos serían vendidos para un proyecto inmobiliario. En un área donde prevalece el anuncio de buenas noticias, el macrismo sólo tuvo anuncios de ajuste. Quien mejor documentó estos años fue el periodista Ernesto Rodríguez III. Lo hizo sin lugar en los grandes medios, desde su página Ephecto Sport, autogestionada. Ernesto falleció repentinamente en septiembre de este año. Pero sus trabajos están ahí. Su obra será para siempre la mejor memoria del deporte en los años del macrismo.