El árbol navideño que decora la plaza Murillo combina a la perfección con los uniformes al tono verde oliva de los policías bolivianos. Son varios los que custodian el Palacio Quemado, sede del gobierno de facto. Un carro lanza agua y varios móviles completan la infeliz postal de Navidad en el corazón de la hoyada paceña. Después de varias semanas de protestas, represión, balas, gases y muertes tras la renuncia forzada de Evo Morales, una calma aparente reina en el país andino-amazónico.

La pacificación fue decretada por un acuerdo entre referentes del arco político. También con dinero. El pasado jueves, la presidenta autoproclamada Jeanine Áñez anunció el pago de una «indemnización» de 50 mil bolivianos (unos U$S 7000) para las familias de las personas asesinadas en Senkata, Sacaba y otros puntos del país.

En el segundo piso del Mercado Lanza se puede desayunar por seis bolivianos (unos 50 pesos). «Pero no hay clientes, casero», cuenta Elvira y prepara un sándwich milagroso. Crocante marraqueta con corazón de palta, tomates y cebolla morada. Al tiempo que sirve un tecito con canela, Elvira –bien custodiada por una wiphala- confiesa que sigue angustiada: «Es general la sensación, casero, estamos todos muy sensibles. Fueron días muy tristes. Y quién sabe qué va a pasar mañana». Desde la televisión del local, el nuevo viceministro de Comunicación ensaya un discurso que promete «tender puentes, unir y sanar al país». Casi un villancico.

Por si no lo logran, en el gobierno de facto se anticipan con las compras de diciembre. Áñez firmó también un decreto que autoriza al Ministerio de Defensa la compra de gases antidisturbios –sin precisar el monto–, para reabastecer a las fuerzas del orden. Un regalo de Navidad para la policía boliviana. «